Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
El festival “pro-subnormales”
Septiembre anuncia el inicio del curso escolar, del curso político, del otoño… y, de un tiempo a esta parte, en Santander, de un 'festival' insólito: el de un grupo de nostálgicos del franquismo —y hasta de genocidas como el nazismo—, que organiza una asociación liderada por un conocido ultraderechista de esta ciudad, miembro de la Hermandad de Banderas de Falange Española, que se presentó como candidato a presidente de Cantabria en las elecciones de 2011 por el Frente Nacional.
Gracias a la democracia que estos tipos rechazan y a nuestro ordenamiento jurídico, organizan sus fiestas medio clandestinas y previo paso por caja, para cantar su odio al que es diferente a ellos, levantar el brazo “a lo romano” o legitimar discursos y teorías con las que justificar su podredumbre moral y su amor por la violencia.
Hay que estar atentos a sus trucos para viralizarse, darse a conocer, normalizarse y victimizarse. Ahora mismo están siguiendo el manual/guía de la ultraderecha: se presentan como “víctimas” y “perseguidos” mientras señalan a minorías o adversarios como amenaza esencial. Suelen negar su racismo (“no es odio, es sentido común”). Se pasan el día lloriqueando la falta de libertad de expresión mientras se expresan.
Usan eufemismos para blanquear el mensaje y aumentar su base. Está feo reconocer su supremacismo y lo esconden detrás de palabras como “identidad”, “patria”, “defender Europa” o “raíces”. Se apropian de valores liberales, como la libertad de expresión, y los usan para sus discursos antidemocráticos. Son conspiranoicos y tienen objetivos claros en su batalla cultural. Las feministas somos prioritarias, porque el feminismo es la tumba del fascismo de este siglo.
Es importante destacar que la penetración cultural a través de conciertos, conferencias y demás actos de propaganda tiene como objetivo normalizar sus discursos, animar a sus convencidos y reclutar a nuevos miembros.
Pero no escribo esta columna para desentrañar la estrategia de la ultraderecha (aunque he aprovechado para visibilizar algunas de sus tácticas), ni debatir la legalidad ni el peligro de estos eventos, sino para compartir una anécdota que creo muy reveladora.
El 12 de octubre de 1978 —cuando todavía nuestro país se preguntaba si esto de la democracia iba en serio— se organizó en Madrid una fiesta muy particular. En un salón del Hotel Princesa y bajo la organización de la Confederación Nacional de Ex Combatientes, se celebró un festival en el que participaron más de 40 artistas. Contó con el apoyo de aristócratas, excombatientes y nostálgicos del régimen, que se reunieron en un hotel de cinco estrellas para apoyar el NO a la Constitución Española (hay que recordar que en menos de dos meses se celebraba el referéndum) y manifestar su adhesión a la dictadura franquista.
El evento fue recogido por la revista Blanco y Negro (ABC, 18 de octubre de 1978, página 52) y la pieza la firmó Inmaculada Martín, quien documentó una anécdota memorable: Violeta Cela, una de las asistentes, confesó que había acudido porque le habían dicho que aquello era “un festival benéfico pro niños subnormales”.
Visto lo visto, nunca un malentendido había resultado tan esclarecedor.
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