Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
La batalla de la verdad
La tecla de la manipulación a través de las emociones más primarias ha sido pulsada con efectos claramente beneficiosos para los que se manejan bien en el escenario del miedo, la desconfianza, el sectarismo, el racismo y la xenofobia. Mientras la ultraderecha, ultras de distinto pelaje y trumpistas toman posiciones, la democracia se va resintiendo, pero también va resistiendo.
¿Cómo luchar contra los que rompen todas las reglas establecidas? ¿Cómo luchar contra los que rompen el marco de la evidencia científica o ponen en duda consensos ampliamente aceptados? ¿Cómo luchar contra quien la verdad, la veracidad y la evidencia no le importan? ¿Cómo luchar contra Matrix, contra una realidad virtual?
La posverdad es una forma de justificar la mentira. El hecho alternativo es un hecho que no existe. Los que dicen hablar “sin complejos” suelen hablar sin decencia. Algunos dicen que son “políticamente incorrectos” cuando en realidad son políticamente nefastos para la sociedad. Se dicen a sí mismos que son “valientes”, pero solo son fuertes contra los más débiles. Se parecen más a un matón de recreo que a un justiciero.
Pero tienen estrategia. Siempre la han tenido. Siempre ha habido grandes mentes luchando en el bando del mal. Cada época tiene sus armas, y las de esta época son de precisión y de control: desde el algoritmo a los bots, los voceros de ultraderecha y las “ciberpocilgas” —no voy a llamar medios de comunicación a panfletos subvencionados para apoyar estrategias de comunicación interesadas—. Son precisos para instalar el mensaje que ellos quieren en tu cerebro.
Nos cuenta el pensador y divulgador Yuval Noah Harari que “algunas de las mentes más brillantes del planeta llevan años investigando cómo piratear el cerebro humano para que pinchemos en determinados anuncios o enlaces. Y ese método ya se usa para vendernos políticos e ideologías”.
Las redes sociales son la principal fuente de información sobre cuestiones políticas y sociales de los jóvenes. Esta supremacía de las redes sociales, unida al “efecto burbuja” —es decir, a que los algoritmos tienden a ofrecer contenidos que refuerzan lo que ya pensamos—, es un cóctel peligroso para el pensamiento crítico y la búsqueda de la verdad.
Dicen que el combate contra el discurso de ultraderecha se debe basar en datos y evidencia científica, que hay que ponerlos frente al espejo. Creo que eso es necesario, pero no es suficiente. Nunca un dato va a poder al miedo, a una idea prefijada; nunca un número o un hecho va a calmar la emoción. Solo “el dato no mata al relato”; si fuese cierto, no estaríamos donde estamos.
Esto es un problema porque lo complejo no se explica fácilmente, y en la sociedad de la escasez de tiempo y de la lucha por captar la atención, los mensajes fáciles, emotivos, llamativos y polémicos atraen nuestra atención… caldo de cultivo para los que no tienen escrúpulos y usan esas técnicas sin que ni la verdad ni la veracidad les importen. Un peligro constante, porque la información falsa viaja más lejos, más rápido y más profundo que la verdadera en herramientas como X, una plataforma privada propiedad de un tecno-ultracapitalista que realiza el saludo nazi, ahí es nada.
Hay una lógica sutil y eficaz en estas estrategias: no buscan que confíes en ellos, buscan tu desconfianza hacia todo. Ni siquiera buscan convencerte, sino sembrar toda la duda sobre la verdad posible.
El resultado es el escepticismo absoluto: una ciudadanía que ya no distingue entre información y manipulación, entre error y mentira. En ese terreno fértil prosperan los discursos autoritarios, porque cuando nadie confía en nada, la narrativa dominante es la más viral, no la más veraz.
La tarea es política, educativa y social, y nos debe concernir a todos y todas. Es ingente. Pero es la batalla de esta época. Porque la sociedad de los “hechos alternativos” nos puede llevar a una sociedad alternativa oscura, llena de mentiras, miedos y odios. Buscan erosionar nuestra confianza en la democracia y las instituciones, para instalarse cómodamente y parasitarlas desde dentro.
Ahí se manejan bien las élites sin escrúpulos, que buscan siervos, no ciudadanos y ciudadanas libres. Porque va de eso: de que tengamos tanto miedo o desconfiemos tanto que no queramos levantar la cabeza. ¡Levantemos la cabeza y usémosla!
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