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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Retrete

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Jorge Villasol

Platón llamaba pensar al «discurso que el alma tiene consigo misma sobre las cosas que somete a consideración». Pensamiento y lenguaje son inseparables pues pensamos con palabras: pensar es dialogar con uno mismo, re-flexionar (flexionarse, replegarse sobre uno mismo). Y pensar es un proceso, una actividad que no tiene fin, ya se entienda fin como término o conclusión, o como propósito u objetivo. Por eso el individuo que comienza el año henchido de propósitos no suele incluir entre ellos el pensar más y/o mejor, sino que contempla actividades con un fin claramente delimitado como ir a muscular al gimnasio, chapurrear idiomas o hacer postres veganos.

Con estremecedora perspicacia Pascal señaló que todos los problemas de la humanidad tienen su origen en la incapacidad del hombre para estar solo tranquilamente en una habitación. Pero lo cierto es que hoy se suele considerar que la quietud es un terrible mal, pues los que saben certifican que el sedentarismo engorda, lo que nos incita a corretear al aire libre o en la cinta del gimnasio. Y la soledad mata, diagnóstico del que muy probablemente derivan tanto el apego por las tabernas y la vida social beoda, como la afición a las redes sociales.

Las modas prescriben estar en movimiento perpetuo haciendo lo que sea, y ejecutarlo rodeado de semejantes. Parece que la vida moderna no ofrece resquicio alguno para replegarse sobre uno mismo, para pensar. Pero la naturaleza, más sabia que los sabios, se guarda un as en la manga para obligarnos a hacer un alto y estar con nosotros mismos, porque nos obliga, queramos o no, a dedicar unos minutos diarios a estar en el retrete. Y cuando digo retrete me refiero, tal como indica el DRAE, al «aposento dotado de las instalaciones necesarias para orinar y evacuar el vientre». De ese modo y manera, tanto la naturaleza —vía satisfacción de necesidades fisiológicas—, como la cultura —gracias a la invención del retrete, majestuoso triunfo de la higiene— nos invitan a estar quietos y solos en una habitación, condiciones perfectas para pensar.

Entre los grandes creadores hay una bien documentada tradición de reivindicar la cabaña como lugar de retiro ideal. Esa cabaña que, alejada de la civilización, incrustada en lejanos bosques, en una soledad áspera, vastísima, se erige, en su humildad, como espacio definitivo de la creación y del pensar. La lista de gigantes que se han recluido en una cabaña con esos fines (amén de otros que no suelen detallar) es impresionante: Henry David Thoreau, Martin Heidegger, Ludwig Wittgenstein, Knut Hamsun, Virginia Woolf, Dylan Thomas, Gustav Mahler, Edvard Grieg, etc. Pero ¿quién dispone de una cabaña para tan altas misiones espirituales? El retrete es, qué duda cabe, un habitáculo menos poético, pero mucho más asequible.

Fíjese en esta otra definición de retrete, ya en desuso, que también nos brinda el DRAE: «Cuarto pequeño en la casa o habitación, destinado para retirarse». Por eso no es imperativo retirarse al silencio y la soledad de una cabaña para percibir las voces más íntimas. Y tampoco es obligatorio alejarse del mundo para teorizar sobre lo que dicho mundo es o debe ser. Con alcanzar el retrete y hacerse fuerte en él es más que suficiente. Porque el retrete es el único reducto de genuina privacidad del que se dispone en una casa, un espacio de quietud y soledad. Por tanto, ha llegado la hora de reivindicar abiertamente, en voz alta, con orgullo, el retrete como espacio de reflexión, como casa del pensamiento.

Aquí es obligado señalar —y esto es realmente lamentable— que, tal como señala la ONU, «2.400 millones de personas no cuentan con buenas letrinas y mil millones aún defecan al aire libre», con lo que eso conlleva de aumento de riesgo de enfermedades y todo tipo de abusos derivados de la falta de privacidad. Es triste pensar que, tanto usted como yo, seamos privilegiados por disponer de algo tan esencial como un retrete. Para llamar la atención sobre esta situación, desde 2013 la ONU propone celebrar cada 19 de noviembre el Día Mundial del Retrete. Y desde 2005 la misma ONU decidió celebrar cada tercer jueves de noviembre el Día Mundial de la Filosofía, lo que provoca que cada X años retrete y filosofía se unan oficialmente. En 2015 se dio esa mágica coincidencia. Pero no esperemos a que tan feliz evento se repita y dediquemos ya a pensar los minutos de recogimiento en ese retrete que, quizá en breves momentos, tengamos que visitar.

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