Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Veinte millones de o…pciones
La fuente es tan fiable que no podemos poner en duda el dato. El mismísimo presidente de Cantabria manifestó recientemente que el retraso de las obras del Centro Botín se deben a unas “discrepancias” entre las empresas constructoras y la Fundación. Miren ustedes si es fina la lengua española que nos proporciona una palabra tan dulce y educada como “discrepancia” para expresar una situación que podría discutirse casi con las pistolas encima de la mesa.
Porque, ¡demonios!, ¿se imaginan ustedes el momento en que, revisado el presupuesto, le viene a Ana Patricia Botín el arquitecto con una pequeña “discrepancia” de veinte millones de euros para terminar el proyecto? Yo no se cuál será la opinión del presidente de la Fundación, Javier Botín, e insisto en que me gustaría conocer la reacción de la presidenta del Banco Santander. Pero la mía (y seguro que la de muchos de ustedes) hubiera sido ofrecer a Renzo Piano veinte millones de o…pciones distintas. Lo lamento, pero esta vez el castellano no me ofrece una palabra lo suficientemente fina como para expresar la profundidad de mi pensamiento.
Habrá quien me diga que se trata de una obra privada, que se financia con capital privado y que además está destinado a ofrecer un bien común en forma de contraprestación cultural. De acuerdo, pero entiendo que, ocupando suelo público, ubicándose en un punto emblemático de la ciudad y habiendo soportado no pocas molestias mientras se transformaba el trazado de una vía urbana muy importante, los santanderinos tenemos derecho a opinar.
No me llamen xenófobo, me encanta Italia y su legado artístico. He visitado ese país en numerosas ocasiones y me ayuda siempre a comprender la herencia cultural que compartimos no solo con los italianos, sino con muchos otros vecinos europeos también influenciados por ellos. Pero ¿realmente no se podría haber buscado un arquitecto cántabro para firmar esta obra? ¿Ninguno? ¿Seguro que no? ¿Tampoco un arquitecto siquiera español? No se, quizá de aquellos polvos vinieron estos lodos.
Ahora bien, no carguemos tampoco todo el peso en ese plato de la balanza. El invento de los sobrecostes no es italiano, ni mucho menos. En todo caso, en España somos tan conocedores de esta auténtica disciplina, que podríamos escribir un tratado. No se vayan muy lejos, justo al lado de los Campos de Sport está el Palacio de los Deportes de Santander. ¿Recuerdan ustedes que, cuando ya la obra estaba para rematarse, nos vinieron con que para colocar la cubierta había que hacer frente a un importante sobrecoste? ¿Qué pretendían si no? ¿Cubrirla con planchas de uralita? No miren las hemerotecas, mejor que no las miren, porque cuando vean la cantidad que se añadió al presupuesto se van a llevar un disgusto.
¿Será que no sabemos hacer presupuestos? No, no creo que sea eso. Piensen en otra posibilidad. Usted tiene una empresa constructora y se presenta a un concurso frente a otras empresas competidoras. Sus opciones de llevarse la obra crecen exponencialmente según baja su presupuesto. A veces baja de tal manera que su empresa se lleva la obra por goleada, pero puestos manos a la obra (nunca mejor dicho) está claro que el presupuesto no alcanza ni de lejos y entonces se disparan los sobrecostes. Los que pagan son los de siempre: usted y yo, y mi prima, y su prima.
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