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Las seis maravillas del Valle de Iguña que todavía no conoces

La Vijanera celebra en Silió el primer carnaval de Europa. | JOAQUÍN GÓMEZ SASTRE

Celia Álvarez

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El Valle de Iguña es uno de los más desconocidos de Cantabria, ya que se trata de uno de los enclaves naturales menos turísticos de la comunidad, pero uno de los más conservados en lo que a su esencia se refiere.

Posee un gran patrimonio etnográfico, como son las tradicionales marzas o la fiesta de La Vijanera, un carnaval que da la bienvenida al nuevo año. Además, cuenta con numerosas casonas de los siglos XVII y XVIII y monumentos significativos como la ermita de San Román de Moroso o la iglesia de San Jorge.

Otro de los municipios más conocidos de este valle es Anievas, el punto central de Cantabria. Su historia está ligada a la ganadería y la agricultura, así como a la figura de Garcilaso de la Vega.

Iglesia de San Jorge

La iglesia de San Jorge está ubicada sobre el promontorio de San Jorge, en Las Fraguas, desde 1890. Los Duques de Santo Mauro ordenaron su construcción y, posteriormente, la donaron a la localidad.

Este monumento podría considerarse 'El Partenón' cántabro, ya que su aspecto recuerda al histórico templo griego del mismo nombre. De hecho, es uno de los pocos ejemplos de arquitectura neoclásica de toda la comunidad.

Se trata de una capilla de estilo neoclásico con un frontón triangular y una planta rectangular rodeada por 40 columnas de orden corintio. Además, esta edificación cuenta con una iluminación nocturna que la hace todavía más especial.

Palacio de Los Hornillos

Este Palacio se encuentra también en Las Fraguas, frente a la Iglesia de San Jorge, y alcanzó una gran popularidad tras convertirse en el escenario principal de la película 'Los Otros', dirigida por Alejandro Amenábar y protagonizada por Nicole Kidman. 

La vivienda, construida para el duque de Santo Mauro entre 1897 y 1904, se compone de varios cuerpos cuyas fachadas lucen diferentes materiales, tales como la mampostería y sillería en la vivienda principal, y el ladrillo y los entramados de madera en las cocinas y las caballerizas. Este estilo influyó posteriormente en el Palacio de La Magdalena de Santander.

Dentro del palacio se encuentran las dos esculturas de Juan Bautista y Fernando de Acevedo, obra de Gabriel de Pinedo, que datan del siglo XVII. Ambas fueron trasladadas desde el Palacio de los Acebedo de Hoznayo al Palacio de Los Hornillos a principios del siglo XX. En 2003, estas esculturas fueron declaradas Bien de Interés Cultural.

En la misma finca, de 60 hectáreas, está La Casona de las Fraguas. Se trata de otro palacio del siglo XVIII que actualmente alberga distintos eventos y celebraciones, al contrario del Palacio de Los Hornillos, que no se puede visitar.

 Centro de Interpretación de La Vijanera

Este museo se encuentra, desde 2008, en la antigua ermita de Santiago (siglo XVIII) de Silió, la cual fue donada al pueblo por la Duquesa de Santo Mauro con la condición de dedicarla a actividades culturales.

La exposición acoge una colección de trajes, máscaras, campanos y otros artículos característicos del carnaval de La Vijanera, celebrado el primer domingo del año. Además, alberga documentos informativos de los primeros años en los que se celebró esta fiesta, así como vídeos de la preparación y posterior celebración de la misma.

Se trata de una fiesta pagana que, además de ser una de las más antiguas de Cantabria, es un referente entre las fiestas mascaradas de Europa. Por ello, ha sido declarada de Interés Turístico Nacional.

“Nos ven como los masáis del siglo XXI”

César Rodríguez, tesorero de la Asociación Cultural Amigos de La Vijanera, aclara que “no es un carnaval, es algo más antiguo de donde posteriormente vinieron los carnavales”. Esta fiesta, “en la que todo es muy simbólico”, reúne a 160 participantes y ha llegado a concentrar a 6.000 espectadores en Silió, un pueblo de 600 habitantes.

A pesar de que actualmente hay 350 mascaradas de invierno vivas en la península y miles de ellas en países como Grecia, Macedonia o Austria, este rito de solsticio de Silió es “de los más antiguos de Europa”.

Las mascaradas llegaron a Cantabria en tiempos inmemoriales. Mientras en cada pueblo se celebraba un fin de semana distinto, en Silió se hacía el 31 de diciembre hasta 1936, año en el que “la dictadura prohibió el carnaval”, explica Rodríguez. El verano de 1981, un grupo de jóvenes recuperó esta tradición, y desde entonces, Silió acoge La Vijanera cada primer fin de semana del año, fecha que fue estipulada por consenso.

A diferencia del resto, el nombre de La Vijanera no se refiere a ningún personaje de la fiesta, aunque tampoco se conoce exactamente de dónde procede esta denominación. “Hay muchas teorías”, cuenta Rodríguez, “unos dicen que es por el Pico Jano, que domina el Valle de Iguña, otros por el nombre de enero en diferentes idiomas, por el Dios Jano era el Dios de los comienzos…”. 

Sin embargo, Rodríguez cree que es por su antigua fecha de celebración: nochevieja, “La noche de la Viejanera”. No obstante, figuran varios nombres en los documentos antiguos que han encontrado, tales como “viejanera, vijanera, vejanera…”.

“El documento más antiguo que tenemos data de 1849 y dice que el concejo de Silió les dio una cántara de vino por hacer la Viejanera, pero en el mismo libro de cuentas de 1962 aparece como Vijanera”, cuenta Rodríguez.

Sea como fuere, esta fiesta cada vez adquiere más popularidad. Rodríguez lo atribuye a que “es muy visual”, ya que “hay documentados casi 80 personajes” y “algunos trajes son muy espectaculares”. Además, Rodríguez destaca el importante papel de internet a la hora de difundir esta celebración. “A veces terminamos la fiesta ese día y vemos que estamos en Australia o en China”, dice sobre su difusión en los medios de comunicación desde 2005. “Nos ven como los masáis del siglo XXI”, apunta. 

Rodríguez también pone en valor la participación de los niños, quienes “están más nerviosos por la Vijanera que por los Reyes”, comenta divertido. Por ello, se ha recuperado la Vijanera en la que solo participan los niños, la cual se hace el sábado.

La Mitocasuca de Anievas

Este centro está dedicado a la mitología de Cantabria, una tradición inmersa en leyendas sobre seres fantásticos, como el Trenti, el Ojáncano o las Anjanas, que pretenden dar explicación a los misterios de la vida.

En este espacio se recrea un ambiente de fantasía a través de unos personajes basados en las obras de Manuel Llano y Adriano García Lomas.

La primera planta del edificio se centra en los propios personajes mitológicos, los cuales están reflejados y explicados mediante textos, vídeos e ilustraciones. Por su parte, la planta superior recrea la fiesta ‘Un pueblo de Leyendas’ de Anievas, cuya finalidad es impulsar la mitología cántabra cada segundo domingo de agosto.

Ermita de San Román de Moroso

Esta ermita mozárabe del siglo X está situada en Bostronizo, y fue donada por la reina doña Urraca al monasterio de Santo Domingo de Silos.

El edificio está construido, de forma regular, con grandes sillares. Sus muros están compuestos por piezas de piedra colocadas en sentido transversal y longitudinal. Su orientación hacia el este es poco habitual, ya que se adecúa a la morfología desigual del terreno en el que se ubica.

En el siglo XX se llevaron a cabo diversas excavaciones a su alrededor que descubrieron una necrópolis del altomedieval.

Calzada romana de Bárcena de Pie de Concha

La Calzada de los Blendios conectaba antiguamente a los pueblos de Pisoraca (Herrera de Pisuerga) y Portus Blendium (Suances), tratándose de la principal vía de comunicación entre la meseta castellana y la costa cantábrica.

Su construcción se debe a las Guerras Cántabras, pero actualmente forma un trayecto rodeado por árboles de especies autóctonas de Cantabria, tales como robles, castaños o hayas. 

El camino desde Somaconcha a Pie de Concha es de 5,5 kilómetros de longitud y cuatro de anchura, a la vez que salva 400 metros de desnivel.

Estos caminos romanos están construidos a base de distintas capas: la base está formada por piedras gruesas y planas, seguida de pequeñas piedras pequeñas sobre las que se extiende la gravilla que precede a la superficie, compuesta por losas.

En el año 2003 pudo verificarse que restos de cerámica hallados bajo el empedrado de esta calzada procedían del siglo XVIII.

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