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Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.

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Almudena Grandes y la memoria democrática

Cientos de personas alzan libros de Almudena Grandes en su entierro este lunes.

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“Uno de los problemas fundacionales de la democracia española es su relación con la memoria. España es un país anormal. Es el único país del Este y del Oeste de Europa que proviene de un régimen antidemocrático y totalitario y no empieza su andadura con una declaración solemne de ruptura en el Parlamento. Eso aquí no pasó. Aquí no hay una política pública de memoria. El Partido Popular es el único partido de derecha de Europa que no se ha esforzado por dejar clarísimo que no tiene nada que ver con el fascismo que le precedió”. Son palabras que Almudena Grandes me dijo en la única entrevista que tuve la oportunidad de hacerle. Su muerte ha demostrado, tristemente, que estaba en lo cierto. 

Ayuso y Almeida, los dos máximos representantes del PP en Madrid –su ciudad, su tierra–, no tuvieron a bien asistir al entierro de una de las escritoras madrileñas más reconocidas, admiradas, leídas y queridas. Una estaba inaugurando un belén. El otro, en una entrega de premios. A ambos les pareció más importante estar en cualquier parte antes que despidiendo a una de las novelistas que mejor han retratado Madrid y han recuperado nuestra memoria democrática, la memoria de los que lucharon para que hoy tengamos una democracia. Para que personajes como Ayuso y Almeida sean hoy representantes públicos, aunque no estén a la altura de su cometido. 

Ninguno de los dos expresó su pésame públicamente durante el fin de semana, como sí hiciera Pablo Casado. La presidenta envió un telegrama a la familia dos días después, pero no escribió nada en su hiperactiva cuenta de Twitter. El alcalde madrileño habló, al fin, el lunes, a preguntas de los extrañados periodistas. “La duda ofende”, afirmó. Lo que ofendía era su silencio, y el cálculo político que escondía debajo. Ayuso y Almeida querían evitar que les señalasen por mostrarle sus respetos a una roja combativa y militante. A diferencia de ellos, Almudena Grandes militaba en la pluralidad: combatía por una España en la que quepamos todos.  

Ellos, sin embargo, representan a esa España que no quiere a la otra media y olvidan que son representantes de una región que le debe a Almudena Grandes el reconocimiento que se ganó con su escritura. No lo tendrá completo. Se ha aprobado finalmente dedicarle una calle a petición de los grupos de izquierdas, pero PP, Ciudadanos y Vox han votado en contra de concederle el título de “Hija Predilecta” y de darle su nombre a una biblioteca. Tiene media docena en todo el Estado, pero no la tendrá en su ciudad porque las tres derechas votan al dictado de Vox que marca el paso. El paso franquista. 

Pero si caminas como un franquista, graznas como un franquista y pareces un franquista, posiblemente lo seas. PP y Ciudadanos son tan responsables como Vox de haber destruido los monumentos de un presidente y un ministro de la República y la placa con los nombres de los fusilados por el franquismo del cementerio de la Almudena en el que fue despedida la escritora por cientos de lectores. Al mismo tiempo que las tres derechas votaban contra el máximo reconocimiento a la novelista, Monasterio votaba a favor de unos presupuestos de Ayuso que atacan la inmigración y favorecen los colegios segregados. La derecha no solo no se esfuerza en apartarse del oscuro pasado, sino que lo abraza sin complejos. 

Hay, sin embargo, una derecha liberal que tiene memoria democrática, que lee a Almudena Grandes, como contaba José Antonio Zarzalejos, en un emotivo homenaje a su amistad entre “diferentes que no renuncian a la palabra ni a los afectos” y que hacen una España más verdadera. No perdamos la esperanza en ese país posible como no la perdieron los perdedores que ganaron para nosotros la democracia. A ellos les doy las gracias con mis novelas, me dijo la escritora en la entrevista. A ellos y a ella les doy aquí las gracias. La guerra interminable, como la llamó Almudena, terminará cuando se reconozca sin ambages el valor de unos, la valía de la otra.

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