Artículos de opinión de Javier Gallego, director del programa de radio Carne Cruda.
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Bienvenido al paraíso, le escribió Ayuso a Moreno Bonilla en Twitter para felicitarle por eliminar en Andalucía el impuesto de patrimonio, suprimido también en Madrid. La presidenta madrileña no se tapa, aunque no lo dice todo: Madrid es concretamente un paraíso fiscal para ricos. También lo será Andalucía. El impuesto sobre el patrimonio lo pagan solo las 190.000 mayores fortunas y recauda 1.200 millones anuales. Serían 1.000 millones más si se cobrase en la capital de España. Millones para la Sanidad, la Educación y los servicios del resto. Para ayudar a los más desfavorecidos, redistribuir la riqueza y reducir la desigualdad. Cuando se le quita un impuesto a un rico, se le roba una oportunidad al país.
La derecha argumenta que esta ventaja fiscal atrae al capital y dinamiza la economía. No caben más falacias juntas. Primera, los ricos solo pagan unos 6.000 euros anuales de promedio por este impuesto pese a que suman 3,5 millones de patrimonio medio cada uno, así que no se van a mover por esto. Pero lo que es insignificante para ellos, es significativo para el bien común. Segunda, la economía se mueve cuando el dinero se reparte, no cuando se acumula. Y tercera, un país con desigualdad entre vecinos y comunidades, es no solo injusto sino ineficiente. Esto no es comunismo, es liberalismo puro.
El PP no es liberal, es neoliberal. Quiere imponer un modelo de sociedad precarizada con un Estado débil en el que los trabajadores están indefensos y sometidos a una élite intocable, inalcanzable. Es la forma moderna de la sumisión. Pobres cebando a ricos. El drama es que las clases empobrecidas y emputecidas que sirven para engordar el hígado de las clases pudientes acaban eligiendo a quienes les explotan. Esto es así porque el dinero controla no solo los medios de producción, también los medios de comunicación que son medios de manipulación y persuasión de las masas. Una sociedad desigual es una sociedad prisionera. Por eso hace falta un Estado fuerte con una tributación equitativa que provea de defensas sociales, económicas, educativas frente al capital.
España es uno de los países de Europa donde los ricos pagan menos impuestos gracias a los favores que reciben y al dinero que evaden. Por eso recaudamos 7 puntos menos del PIB que la media europea y por eso estamos a la cabeza de la desigualdad. En plena crisis global, no solo la Unión Europea, desde la OCDE hasta el FMI han recomendado gravar la riqueza como se ha hecho en otras crisis. Como hizo Estados Unidos, cuna no solo del capitalismo, también de la tributación progresiva, que llegó a establecer un impuesto a los ricos de hasta el 90% de riqueza después de la 2ª Guerra Mundial. En España vamos en dirección contraria, el PP de Feijóo pisa el acelerador y el PSOE de Sánchez critica pero no le frena.
Los socialistas han aceptado, por fin, el impuesto a las grandes fortunas que pide Unidas Podemos (aunque lo dejan para 2023 y con carácter termporal) pero reprueban a Escrivá por proponer una centralización que acabe con la inequidad entre comunidades. Así los que van delante cada día se alejan más de los que van detrás. Tenemos una oligarquía insolidaria, una derecha que le baila el agua y un partido de Gobierno que se dice de izquierdas pero no se atreve a toserle. Y lamentablemente, tenemos una masa cautiva que cree que es mejor pagar menos, que los listos no pagan y que los impuestos se malgastan. Es culpa también de políticos irresponsables y corruptos que haya cundido esta idea.
Pero nada más patriótico que pagar impuestos. Mucho más que jurar bandera, agitar banderitas y ondear banderones. Los impuestos hacen país, salvan vidas, crean oportunidades y riqueza, promueven el progreso, protegen y educan, construyen sociedades más justas y más sólidas. Los impuestos son una base de la democracia liberal. Pero para que un impuesto sea democrático es fundamental que sea progresivo y defienda a la mayoría de la minoría que quiere vivir a su costa. El paraíso fiscal para ricos de Ayuso, Bonilla y Feijóo, es un infierno para pobres.
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