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Un bombero forestal de Toledo en los incendios de Ávila: “Es un adelanto de lo que vamos a vivir por el abandono de los pueblos”

Zona quemada en el incendio de Navalacruz (Ávila) en una imagen aérea

Carmen Bachiller

21 de agosto de 2021 19:28 h

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Sábado 14 de agosto de 2021. El incendio de un vehículo averiado en un arcén desata un incendio en la provincia de Ávila, en el municipio de Navalacruz, que se ha convertido en el más grave que ha vivido la comunidad autónoma desde que la Junta de Castilla y León tiene las competencias, en 1984.

Jesús M. es bombero forestal en la base de la Brigada de Refuerzo en Incendios Forestales (BRIF) de La Iglesuela, en Toledo, que depende del Ministerio para la Transición Ecológica. Es uno de los efectivos que han trabajado en las tareas de estabilización y control del fuego a lo largo de la semana. “En mi caso no fui de los primeros en llegar porque me encontraba en régimen domiciliario, no en la base. Se nos activó el sábado por la tarde, pero nos desviaron a El Raso”. 

Y es que, en Ávila, el fin de semana pasado se desataban dos fuegos. No solo en Navalacruz, sino en la entidad local de El Raso, dependiente de Candeleda que fue extinguido este sábado, 21 de agosto.

“Fue el domingo cuando fuimos a Navalacruz. Llegamos por la tarde. Hubo mucho estrés en el equipo. El fuego avanzaba muy rápido y con mucha virulencia. Se aproximaba a la carretera que une Ávila y Toledo, la N-403”. Jesús M. explica que la coordinación del incendio les “metió mucha prisa”.

Por eso, dice, “tuvimos que utilizar el fuego técnico. Es decir, quemar terreno, hacer un contra para que el incendio no saltase la carretera. Fueron momentos muy intensos. Hubo suerte porque cambió el viento y lo paramos”. Este bombero forestal recuerda el viento “fuerte y muy caliente que nos venía de frente. Tragamos muchísimo humo y tuvimos que hidratarnos constantemente”. Este profesional lleva habitualmente una mochila con 15 kilos, entre ropa, alimentos, botiquín u otros enseres y cuatro litros de agua.

Después, explica, la labor se centró en asegurar el perímetro en torno a la iglesia de San Cristóbal, en el puerto de Navalmoral. “La noche la dedicamos a asegurar la cabeza del incendio para que no se reactivase”.

No fue su única tarea en el incendio. En la madrugada del lunes al martes el equipo toledano volvió. “Se había vuelto a descontrolar en el frente de Navalacruz. El fuego bajaba por una ladera. Trabajamos con los compañeros de la BRIF de Tabuyo (León) y con bomberos de Madrid y Ávila haciendo otro contrafuego para evitar que pasara a la zona arbolada. La meteorología nos ayudó”.

Jesús M. dice que fueron “tres días muy intensos y llegamos a casa destrozados”. Este bombero forestal vive en Sotillo de la Adrada (Ávila) y lleva en el servicio desde el año 2006 “por vocación, mi padre era agente forestal y me llamó la atención desde pequeño”.

“La gente no lo ve, pero los animales también sufren en los incendios”

Para este bombero, cuando le preguntamos por lo más duro de estos días, su peor vivencia no estuvo en el incendio de Navalacruz, sino en el fuego de El Raso que avanzaba de forma paralela y se dirigía hacia esta otra población abulense, también a una velocidad vertiginosa. “Vimos una nave cerrada con cabras dentro. Las llamas estaban tocando la puerta, no podíamos abrir. Lo intentamos con un boquete en la pared, pero el fuego nos rodeó. Oímos cómo se quemaban… No nos dio tiempo, es muy duro. Al menos ayudamos a sacar caballos que estaban atados en las fincas”.

El bombero recuerda un reciente incendio entre Liétor y Hellín (Albacete) a finales del pasado mes de julio. “Vimos a un conejillo corriendo y que iba ardiendo. Le apagamos las llamas, pero tuvimos que sacrificarlo. Eso la gente no lo ve, los animales también sufren en los incendios. Es un plato de mal gusto…”

Cuenta también que el incendio de Navalacruz le recuerda mucho a los que se produjeron en la Comunidad Valenciana en 2012. “Sobre todo por su velocidad y propagación y no tanto por el tipo de combustible quemado. No sé cómo definir este incendio, pero creo que es un adelanto de lo que vamos a vivir en el futuro. Cada vez tendremos más incendios así”.

Las razones que aduce tienen que ver con “el abandono de los pueblos”. Es, dice “la España Vaciada que a mí me gusta definir como la España que han vaciado. Como dijo Marc Castellnou, lo único que puedes hacer es poner a salvo a personas, a bienes o a los animales. El fuego te deja hacer poco más”.

“Cuando la gente dice que hay que emplear más recursos en prevención… No es solo eso”

Incide en la idea de paliar la despoblación para frenar estos eventos. “Este tipo de incendios crean sus propias condiciones para retroalimentarse y es lo que se nos viene encima. Se debe al abandono rural, al cambio climático y a otros factores”.

Una de las estrategias por las que actualmente apuestan los gestores forestales y políticos es la prevención, mediante la gestión de los montes fuera del periodo estival. “Cuando la gente dice que hay que emplear más recursos en prevención… No es solo eso. Esto se soluciona evitando que la gente se vaya de los pueblos”.

No sé cómo definir este incendio, pero creo que es un adelanto de lo que vamos a vivir en el futuro. Cada vez tendremos más incendios así

En su opinión, “es imposible limpiar todos los montes del país. No hay ni medios ni dinero suficiente. Sobre todo, no hay dinero. La forma de gestionar el monte es que haya gente en los pueblos y pongo como ejemplo lo que se hace en Soria o en Segovia”.

La base toledana de La Iglesuela está catalogada como BRIF-A. Es decir, está formada por tres brigadas y dos cuadrillas con siete bomberos forestales cada una además del capataz (un personal que se reduce a la mitad en caso ser una BRIF-B). Además, allí trabaja un bombero forestal 'correturnos' y un técnico que se ocupa de coordinar las brigadas.

Medio centenar de personas trabajan todo el año y en verano se suman dos helicópteros que se ocupan, no solo de transportar al personal a las zonas de incendio, sino de las descargas de agua desde un aparato en el que operan un piloto y un copiloto.

La base funciona mediante “despacho automático” de incendios que se producen en un área de 50 kilómetros a la redonda, “sobre todo si la previsión es que el fuego avance rápido y pueda descontrolarse”. Los equipos de La Iglesuela pueden dirigirse a incendios en Castilla-La Mancha, Extremadura, Castilla y León o Madrid, aunque en ocasiones también sirven de apoyo en cualquier punto de España a requerimiento de las comunidades autónomas.

“Normalmente lo primero es una vuelta de reconocimiento aéreo al incendio que nos permite ver las zonas de oportunidad y planificar la estrategia y el ataque al fuego. Se busca un punto de toma cercano para dejar al equipo de tierra y el helicóptero se centra en las descargas de agua, desplegando su helibalde”.

En los grandes incendios, sin embargo, lo normal es aterrizar en el puesto de mando avanzado para recibir instrucciones. La coordinación es fundamental. “Los incendios suelen estar sectorizados y te mandan a una zona determinada”.

Castilla-La Mancha tiene convenios firmados en cuanto a incendios forestales con las vecinas comunidades autónomas de Madrid y Castilla y León. La decisión se tomó en junio de 2020, un año después del grave incendio en Almorox (Toledo) que terminó saltando a la vecina Comunidad de Madrid y que arrasó 3.000 hectáreas.

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