Blog dedicado a la crítica cinematográfica de películas de hoy y de siempre, de circuitos independientes o comerciales. También elaboramos críticas contrapuestas, homenajes y disecciones de obras emblemáticas del séptimo arte. Bienvenidos al planeta Cinetario.
Las 20 mejores comedias de la historia del cine
Es mucho más difícil provocar la carcajada que el llanto. Despertar en alguien la felicidad, las ganas de reír, el entusiasmo o la vitalidad es una tarea de una parte del cine desde sus inicios. Porque el cinematógrafo no nació con otro propósito que el de divertir. Luego exploró otros mundos, profundizó en los dramas humanos, en la guerra, en el miedo, pero nunca dejó su esencia de comedia, de teatro cómico. Los gags del cine mudo, las pantomimas de miles de cómicos olvidados, evolucionaron a través de las décadas como lo hizo el humor. Porque salvo excepciones, hoy no nos hace gracia lo que provocaba las risas del respetable hace un siglo. Incluso así, hemos tratado de rescatar los títulos que consideramos que marcan toda esa trayectoria de la comedia. Faltan muchas, y probablemente para unos cuantos sobren otras tantas. Pero hemos realizado este ranking desde nuestra pasión por un género nunca lo suficientemente respetado y laureado.
Nº 20. 'Gato negro, gato blanco', de Emir Kusturica (1998). Algo despertó con una sonrisa en las heridas de la antigua Yugoslavia cuando el gran Emir Kusturica consiguió que productores serbios, alemanes y franceses le produjeran su gran obra maestra: una comedia ¿romántica? ambientada a orillas del Danubio donde el cineasta serbio se adentra en su amado mundo de gitanos chiflados y vividores para hablarnos de amores fraternales, mafias, fiestas que nunca terminan y amores a golpe de escopeta. Después de su magnífica 'Underground' y antes de explotar al máximo su mágica extravagancia en 'La vida es un milagro', 'Gato negro, gato blanco' supuso una nueva forma de concebir el drama histórico de todo un pueblo mediante la revisión más simpática de sus costumbres, de su vitalidad y su música. Kusturica abrió a la risa occidental los principios más sagrados del Este y nos enseñó que no hay límites para el humor cuando al final, es la sonrisa lo que prima por encima de estereotipos, prejuicios y etiquetas ancestrales.
Nº 19. 'South Park: Más grande, más largo y sin cortes', de Trey Parker (1999). No creemos que esta película de animación haya sido lo suficientemente reivindicada. La adaptación a la gran pantalla de la irreverente y salvaje serie de Trey Parker y Matt Stone tuvo un relativo éxito de taquilla porque coincidió con cierta eclosión en el número de sus fans, incluso con capítulos emitidos siempre de madrugada y con irregularidad. Por entonces Pixar ya empezaba a hacer de las suyas, y las andanzas de los pequeños Stan, Kyle, Cartman y Kenny en un perdido pueblo de Colorado poco tenían que hacer ante ese nuevo universo de animación. No obstante, este largometraje sigue siendo una salvajada sin precedentes, una crítica mordaz a la doble moral estadounidense y un alegato a favor del humor negro y la libertad de expresión como nunca se ha hecho desde la comedia (y mucho menos de los dibujos animados). Los cuatro protagonistas se enfrentan a una sociedad que no está dispuesta a dejarles disfrutar de sus cómicos favoritos y que llegará incluso a declararle la guerra a Canadá. Lo demás: canciones repletas de pedorretas e insultos, decapitaciones, amoralidad y hasta un Satán sodomizado por Sadam Hussein. Es decir, una maravilla.
Nº 18. 'Con faldas y a lo loco', de Billy Wilder (1959). Quizás el mayor hallazgo cómico de la historia del cine se encuentra en algún momento de ese tango fatalista y gamberro que se marcan Jack Lemmon (Jerry / Daphne) y Joe E. Brown (Osgood Fielding III). Un tango orquestado por Dios, Billy Wilder, en el que el travestido Daphne acepta su destino, con más jolgorio que pesar, pues supone darle el ‘sí quiero’ al pretendiente que tiene entre manos. Un millonario caído del cielo de Florida para arreglarle la vida. Esta obra maestra del sarcasmo más retorcido, sexy y agudo cuenta la historia de dos muertos de hambre, Jerry y Joe (Tony Curtis), músicos en sus ratos libres, que presencian, de forma accidental, la ‘Matanza de San Valentín’ (1929). Los músicos huyen de los gánsters subiéndose a un tren, con destino a Florida, enrolándose en una orquesta femenina, para lo cual, se disfrazan de muchachas ‘sincopadas’. A partir de ahí, la locura se desata en un guion prodigioso, escrito por el propio Wilder en compañía de su colega, I. A. L. Diamond. Joe / Josephine se enamorará de la ingenua Marilyn Monroe y se volverá a travestir para meterse en la piel de un magnate del petróleo con la intención de seducirla. Y Daphne, Lemmon en su mejor interpretación cómica, se entenderá con el millonario al mismo tiempo que con un montón de sincopadas en la litera de un tren con mucho ambiente. Son un buen puñado los momentos inolvidables que nos regala la película. Desde la lancha que navega solemne y a contracorriente, a las gafas empañadas de un Curtis borracho de besos americanos, pasando por la ‘luna de miel’ de Daphne y Osgood. Y esa mítica conclusión de que “nadie es perfecto”.
Nº 17. 'Ninotchka', de Ernst Lubitsch (1939). “Garbo ríe”, nos dijeron. Y se hizo la luz para proyectar esta juerga, con forma de película, que dirige con talento Ernst Lubitsch a costa de la propaganda soviética. El eslogan de la risa sirvió a la Metro para atraer a una legión de espectadores al cine con el reclamo mundano de que la diosa Greta Garbo también podía ser mortal. Sin embargo, aquello era y es lo de menos, aun cuando el buen hacer de la actriz produjera la fascinación de siempre. La película es un monumento al guion ‘perpetrado’ con ingenio y diálogos admirables, que se confecciona a base de secuencias con ocurrencias cómicas muy logradas (no en vano, entre las plumas que dieron vida a la cinta se encontraba la del mismísimo Billy Wilder). Para la eternidad se nos quedan un montón de imágenes. Como los agentes soviéticos dando vueltas en la puerta giratoria de un gran hotel para comenzar a descubrir la ‘tierra prometida’ del capitalismo; o Garbo incitando a la huelga a las trabajadoras de un tocador de un restaurante de lujo, borracha como una cuba o soltando la carcajada contenida (la del anuncio) en el restaurante donde el gigoló francés la tiene deliciosamente acorralada. Ninotchka es un viaje exquisito y elegante por la mente de un genial artesano de la ‘comedia sofisticada’. Por obra y gracia del llamado ‘Toque Lubitsch’.
Nº 16. 'Pequeña Miss Sunshine', de Jonathan Dayton y Valerie Faris (2006). Esta cinta rompió con todo tipo de lugares comunes transitados por las ‘road movies’ y la comedia convencional. Y es que el camino que emprende la familia Hoover, a lomos de una vieja furgoneta, para que la pequeña y redondita Olive participe en un concurso de belleza es original, ácida y muy sabia. Pero sin molestar a nadie. Hay personajes memorables, hay secuencias verdaderamente conmovedoras, sin abandonar la carcajada y, sobre todo, en la excentricidad de la película hay mucha humanidad. Entre los hallazgos más resultones de la cinta se encuentran la relación singular del abuelo cocainómano y la niña protagonista; la crítica inquietante del culto a la belleza; el padre fracasado, perfecto teórico del éxito; el tío depresivo y superviviente de un suicidio y el hermano… un autista por principios. Se agradece, además, su abierta nostalgia por clásicos tan arrebatadores como 'Vive como quieras', pero con un punto de amargura y concesiones a la esperanza.
Nº 15. 'Cantando bajo la lluvia', de Stanley Donen y Gene Kelly (1952). “Es la única película que tengo. Es una copia muy buena en 16mm. La proyecto cada dos meses para mantenerme de buen humor”. Así se refería Woody Allen a esta fresca y arrebatadora película de Stanley Donen en su negra Delitos y Faltas. De hecho, toda la cinta protagonizada por Gene Kelly (el tipo con la cara más simpática del Séptimo Arte) está recorrida por una vitalidad y un optimismo tan extrañamente convincentes y contagiosos que no hay cínico en este planeta que haya logrado escapar de su ‘alegría de vivir’. Más allá de su condición de obra maestra en el apartado del musical, de su espectacularidad y de los charcos enamorados de la secuencia de 'Singin' in the rain', 'Cantando bajo la lluvia' es una película que conoce los resortes de la comedia más elaborada y es también un testimonio histórico fascinante. Su retrato del paso del cine mudo al sonoro es intemporal, tremendamente divertido y cruel (esa secuencia donde Kelly y Jean Hagen se intercambian las voces) y sus protagonistas (Donald O’Connor, Debbie Reynolds y Kelly) están deliciosamente entregados a la causa: rescatarnos del mundanal ruido y sus cuitas.
Nº 14. 'Atrapado en el tiempo', de Harold Ramis (1993). “Hoy es el día de la marmota… ¡otra vez!” Y otra y otra y otra… Y así hasta el infinito porque esta película, dirigida por el ‘cazafantasmas’ Harold Ramis (a la sazón, también un estupendo guionista y director) clavó, con un soberbio sentido del humor, esa inquietante sensación que nos recorre cada vez que nos damos cuenta de que el despertador se ha apoderado de nuestra vida. 'Atrapado en el tiempo' nos habla de Phil, un reportero enviado a retransmitir el Festival de la Marmota, en un remoto pueblo de EEUU, donde acaba retenido por culpa de un temporal. Y por el tiempo, porque descubre, a partir de entonces, que repetirá el mismo día “una y otra vez, quizás para el resto de su vida”. Curiosamente, una de las grandes virtudes de la película es su prodigioso sentido del ritmo, pero en especial, la hilarante creatividad que despliega cada vez que imagina las situaciones en las que se puede ver enredado un hombre condenado a vivir, una y otra vez, un dèjá vu con forma de destino chapucero.La narración, que podría haber resultado compleja, se resuelve con un ingenio y una agilidad que sorprenden. Por supuesto, ayuda que un tipo con el gesto torcido, la mirada de haberlo visto todo y un pesimismo irresistible sea el protagonista. ¡Bendito Bill Murray!
Nº 13. 'El gran Lebowski', de los hermanos Coen (1998). Fue objeto de nuestro bisturí hace tiempo, en una necesidad de otorgar a los hermanos de Minnesota su merecido lugar en un nuevo tiempo de comedia, creada exclusivamente por ellos mismos. La que es consecuencia de un solo acto que provoca todos los demás, la que se confunde con la burla más inteligente y con el drama tan repentino como tranquilo, y la que gira en este caso en torno a uno de los personajes más icónicos de finales del siglo XX: ‘Dude / Nota’. Joel David Coen y Ethan Jesse Coen le dieron a Jeff Bridges uno de los mejores personajes de su carrera: un vago, un fracasado, un pasota pacisfista, porrero y amante de los bolos que se mete en un lío de tres pares tras recibir amenazas de un grupo de matones que le confunden con un millonario. Y no solo eso, le mean en la alfombra, lo que desencadena un tropel de situaciones a cual más surrealista. Acompañado de un John Goodman desquiciado y demencial, el Nota capea como puede las decenas de que le esperan con la intención última de poder regresar a su despatarrada (y adorable) existencia.
Nº 12. 'Tiempos modernos', de Charles Chaplin (1936). Es la única película que aparece ya en dos de nuestros rankings temáticos. Ocupó el número 19 en nuestro post sobre 'Las mejores películas de amor'. Así era el gran Chaplin en casi todas las películas y en esta ocasión sube en su puesto porque es en esta historia donde guarda en nuestra opinión algunas de las secuencias cómicas más mágicas de su filmografía. Nadie ha vuelto a contar la rutinaria vida de un obrero en una cadena de montaje de manera tan crítica y a la vez desternillante (nunca mejor dicho). Ha sido considerada por muchos la última película muda de la historia del cine o, en cualquier caso, la última vez que alguien consiguió que las palabras no fueran necesarias para que notáramos la acidez de una brutal crítica al capitalismo. Nuestro querido amigo, insertado en las múltiples ruedas de una máquina y enajenado tras tener que encajar miles de tuercas a ritmo frenético es el obrero universal. Risa y pena. Simpatía y compasión. El universo agridulce de Chaplin.
Nº 11. 'Una noche en la ópera', de Sam Wood (1935). Solo un año atrás viajamos en el tiempo para dejar un hueco a los irrepetibles hermanos Marxhermanos Marx y a la comedia protagonizada por este trío que mejor ha sobrevivido al paso de las décadas. Aunque 'Sopa de ganso' es para muchos algo más gamberra y estrafalaria, 'Una noche en la ópera' es la que guarda en sus fotogramas, salvando incluso las escenas musicales alargadas hasta el infinito, los gags más conocidos de esta tricefalia de humor. Generaciones de espectadores y la propia tradición de los dichos populares reconocen todavía muchas décadas después el abarrotado camarote de ese barco con destino a Nueva York. Igual sucede con la escena de la parte contratante y con la del intercambio de camas del hotel. Y todo por un sueño. El proporcionado por Groucho, Harpo y Chico a dos jóvenes cantantes de ópera, cursis como ellos solos, pero merecedores de la locura audacia y extravagancia de estos genios de la carcajada.
Nº 10. 'Misterioso asesinato en Manhattan', de Woody Allen (1993). La Gran Manzana es también un hervidero de disparates. Sobre todo, los que cuece con un pulso admirable y brío estrafalario el genio Woody Allen. En esta ocasión, se nos mete en la piel de un pobre diablo que “prefiere atrofiarse antes que ir al gimnasio” y, con las mismas, acaba espiando a su vecino porque es un poco calzonazos. Su mujer Carol, un ama de casa con la imaginación algo atolondrada, cree que el hombre de avanzada edad, el vecino, ha asesinado a su esposa y por ello decide seguirle la pista en compañía de su marido (a ratos) y de un escritor que la corteja sin miramientos. En fin, todos acaban enredados en una comedia tremendamente divertida que le debe la vis cómica a un guion prodigioso, repleto de gags y golpes cómicos memorables (donde los chistes tienen su tempo justo) y a unas interpretaciones rotundas (Allen, Diane Keaton y Alan Alda se superan). El momento ‘Interpol’ y la edición casera de la conversación telefónica, amañada por los protagonistas, es un instante irrepetible en la historia del cine.
Nº 9. 'La fiera de mi niña', de Howard Hawks (1938). La madre del cordero en la película es la clavícula intercostal. Un hueso de brontosaurio en torno al cual gira la guerra de sexos más ingeniosa y rematadamente divertida que jamás ha presenciado la gran pantalla. Y es que por culpa del hueso de dinosaurio, Cary Grant (David Huxley) un paleontólogo ingenuo y torpe, acaba con la vida patas arriba y tropezándose, en un campo de golf, con Susan Vance, una muchacha impetuosa y atolondrada. También con su mascota, un leopardo llamado Baby. Es una película vertiginosa, completamente disparatada, con personajes y situaciones capaces de sorprender en cada fotograma y con secuencias tan originales que se quedan rondando por la memoria no importa el tiempo que pase. Porque nunca se ha utilizado el absurdo de manera más rotunda, ingeniosa y transgresora. Son muchos los instantes gloriosos que reserva la película. Los diálogos en clave delirante; el perro George perseguido sin descanso por Cary Grant o el propio Grant, bien amarrado al trasero de la Hepburn, para que las gentes de la alta sociedad no le vieran las vergüenzas que dejaba al aire un vestido roto. Y una vez más, David / Grant, vestido sin remedio con el albornoz de Susan. Poniendo en entredicho una masculinidad que, en cualquier caso, se ve completamente arrollada por una mujer llena de vida, iniciativa e ‘imaginación cachonda’.
Nº 8. 'El día de la bestia', de Álex de la Iglesia (1995). Llegamos a este puesto del listado para encontrar una de las tres comedias españolas que hemos seleccionado. Álex de la Iglesia tenía que estar sí o sí. Como ya analizamos por aquí hace unos cuantos años con sus pros y sus contras, esta satánica maravilla tiene su puesto de honor por su indiscutible estado de gracia y sus icónicas imágenes, claro, pero también por haber supuesto el despegue de un tipo de cine que en España nadie se había atrevido a hacer por cuestiones incomprensibles (cierto pudor y necesidad de que el cine español fuera social, serio y comprometido). Que quien sea tenga en su maldita gloria al gran Álex Angulo y a su personaje más inolvidable: ese sacerdote entregado que trata de evitar el fin del mundo buscando al Anticristo en plena Nochebuena madrileña junto a un flipado macarra de Carabanchel, cuya encarnación ha hecho que evitemos odiar (del todo) al actual Santiago Segura. Nada como una vuelta a esta gamberrada del cineasta bilbaíno para recordar que una vez fue posible que una gamberrada ibérica fuera de tan exquisita factura, acción y desternillamiento general.
Nº 7. 'Uno, dos, tres', de Billy Wilder (1961). Más cínico, ácido e inteligente que nunca se nos presenta el trabajo de Wilder en este film, un auténtico hallazgo cómico que hace que este cineasta aparezca dos veces en el ranking. La guerra fría y el telón de acero sirven de fondo para la visión desencantada del cineasta hacia ese dilema político, capitalismo versus comunismo, en el que se debatió el mundo de ayer. Con esta dialéctica algo coja, Wilder nos cuenta la historia de un jefe de ventas de Coca-Cola que sueña con hacer las Américas en los países comunistas extendiendo en ellos la actividad comercial de la compañía. Sus planes de conquistador se verán truncados cuando su jefe, desde Atlanta, le ordene cuidar a su hija, una bella joven que acaba enamorándose de un convencido (según) comunista de la Alemania del Este. Y en esas, sucede de todo. Entre otras cosas, un fantástico desfile de personajes y de contradicciones atrapadas en situaciones de un cinismo elaborado. Tan apropiado, que resume con admirable sentido del humor la tragicomedia que se esconde en dos formas de entender la convivencia planetaria que siempre anduvieron trasnochadas.
Nº 6. 'Amanece, que no es poco', de José Luis Cuerda (1989). A nadie que conozca nuestro blog se le escapa que esta obra maestra de José Luis Cuerda ha estado siempre entre nuestras favoritas. La diseccionamos hace ya un tiempo y merece su puesto de lujo en este ranking. Ese insigne colectivo que se hace llamar ‘amanecistas’ se ha encargado de que esta historia de un pueblo en ninguna parte, donde los hombres brotan de los bancales, los alcaldes se ahorcan, se hace 'flashback' en la plaza, los curas levitan y se promueve el borracherío organizado, sea actualmente la comedia de culto más tardíamente encumbrada de nuestro séptimo arte. El cineasta albaceteño consiguió que media España bizqueara cuando se estrenó ya rozando la década de los 90. Nunca le gustó que la calificaran de surrealista. Pero sí de absurda, improvisada y demencial. Un cuarto de siglo después, no solo hay una ruta oficial por los pueblos de la sierra de Alcaraz donde se rodó, sino que unos cuantos consideramos patrimonio nacional el sidecar de Teodoro y Jimmy, el hablar de Dostoievsky sin venir a cuento y el decir estupideces por estar terriblemente sujetos a las pasiones.
Nº 5. '¡Bienvenido, Mr. Marshall!', de Luis García Berlanga (1953). “Pues, señor, érase una vez un pueblo español, un pueblecito cualquiera” llamado Villar del Río donde tuvo lugar la que para muchos es una de las obras maestras definitivas del cine español. Y es que a aquel pueblo, donde nunca pasaba nada, se le alborotaron los habitantes un buen día al enterarse de que les iba a visitar una delegación de norteamericanos portadores del maná. Una ayuda providencial con cara de dólar y de nombre Marshall, Plan Marshall. Agridulce, socarrón, pero con la lucidez crítica que le caracterizaba, Luis García Berlanga se inventaba esta entrañable película que le debe su astucia satírica y el surrealismo a los diálogos del mismísimo Miguel Mihura. Y parte del talento derrochado a un tercer guionista, Juan Antonio Bardem. Los personajes no tienen desperdicio. Así, esta cinta, con su punto de neorrealismo ácido, contiene instantes legendarios, como el bucle sin explicación en el que se enreda Pepe Isbert, a pie de balcón (como buen alcalde que es). O el sueño vaquero del primer edil, muy peliculero, donde hasta el más pintado, habla en una versión rematadamente original. Un genial despropósito, vaya.
4. 'Top Secret', de Jim Abrahams, David Zucker y Jerry Zucker (1984). Los años 80 y su despiporre estéticotambién alcanzaron a la concepción norteamericana de la comedia. Un trío de cineastas que había ya realizado ensayos con algunas payasadas olvidables, escribieron una de las comedias de culto más aclamadas del cine. Tan irreverentes como surrealistas, decidieron no ponerse ningún tipo de censura y se mofaron de Elvis Presley, de las películas de espías y de todo lo que encontraron en su camino. Un Val Kilmer irrepetible da vida al cantante Nick Rivers, que se ve inmerso en la lucha de un grupo de resistencia contra la ocupación nazi de la Alemania Oriental en plena Guerra Fría (sí, así como suena). Por sus fotogramas se colaron el mítico (y recientemente fallecido) Omar Sharif con sus ‘artículos de coña’ y el gran Peter Cushing como librero en un rodaje inverso espectacular. Este film sigue proyectándose en televisión cuando algún programador cachondo se acuerda de él, ganando nuevos adeptos de todas las edades en cada nueva emisión. Rocanrol irreverente, decenas de gags que funcionan de forma independiente y tonterías a más no reír son su sencilla fórmula mágica.
Nº 3. 'El guateque', de Blake Edwards (1968). Quintaesencia del disparate más retozón, la mejor comedia de Blake EdwardsBlake Edwards (con permiso de sus Panteras Rosas) es el antídoto perfecto para despertarse de una vez y sentir que estás perfectamente vivo. El genial Peter Sellers se nos pone estupendo en la piel de Hrundi V. Bakshi, un hindú de buen corazón, pelmazo de solemnidad, que intenta labrarse una carrera en Hollywood como actor echando mano de una torpeza antológica. Y es que Hrundi decide conquistar el Séptimo Arte asistiendo a una fiesta muy 'cool', organizada por el productor de la película que acaba de arruinar. La psicodelia más desenfrenada está servida y también los zapatos como canapés. Porque todo es posible en el universo Edwards / Sellers: que los pollos asados desafíen la gravedad para convertirse en tocados; que los camareros borrachos tengan contratos indefinidos e incluso que los rollos de papel higiénico tengan un aire de historia interminable. Peter Sellers es sublime, probablemente el mejor actor cómico de todos los tiempos, y Edwards un cineasta con una creatividad apabullante. 'El guateque' es tan loca y endiabladamente divertida que, para algunos, más que una película, es un pasaporte a la tierra prometida. Un lugar donde puedes dejarte de tonterías y descansar, tan feliz, en brazos del absurdo. Por cierto, “¿Habla usted indostaní?”
Nº 2. 'Arsénico por compasión', de Frank Capra (1944). En plena Segunda Guerra Mundial, Frank Capra, el cineasta de los mundos felices y de la belleza de vivir aparcó la sublime ingenuidad de algunas de sus películas más conocidas, para rodar esta gamberrada que sigue de plena actualidad 70 años después, adaptación de una obra teatral del mismo nombre. La vis cómica y ojiplática de Cary Grant no toca techo en la historia de un chulesco crítico teatral recién casado que descubre en casa de sus tías la peculiar manera que tienen ambas viejecitas para acelerar el camino hacia el otro lado de otros ancianos desamparados y quejumbrosos. Políticamente incorrecta, imparable y frenética, cuenta con los majestuosos cameos de Peter Lorre y Raymond Massey como trasunto caricaturesco de Boris Karloff. Los guiones de “sube y baja” por el sótano de las adorables tías y por las escaleras de la casa donde se desarrolla prácticamente toda la acción hicieron partirse de la risa al mismo Alfred Hitchcock, que calificó su historia como el humor negro más inteligente de la historia del cine.
Nº 1. 'La vida de Brian', de los Monty Python (1979). No podía ser de otra manera. Hemos dudado con el resto de películas que aparecen en este listado y con cada una de sus posiciones en el ranking, pero no con la que es sin duda la mejor comedia de la historia del cine. Y lo es porque es la burla más divertida, inteligente, deslenguada y universal que se ha hecho de nuestra condición occidental: ese mesianismo penitente que hemos llamado cristianismo. Brian, un judío que nace el mismo día que Jesucristo, y que es confundido con él constantemente, es nuestro verdadero mesías desde que lo conocimos. Su vida transcurre entre continuos sinsabores y frustraciones forzadas por su militancia contra el Imperio Romano y su falta de maldad. La película, que tampoco es un prodigio de la dirección artística ni de la interpretación, cuenta sin embargo con escenas mordaces y únicas que hacen olvidar cualquier exquisitez. En su ficha siempre pone que la dirigió Terry Jones porque algo había que poner, pero esta obra maestra nace de la inigualable creatividad del grupo de cómicos británicos Monty PythonMonty Python, formado además en ese año por Graham Chapman, John Cleese, Terry Gilliam, Eric Idle y Michael Palin, todos ellos con personajes en la película. La vida de Brian fue su tercer largometraje y es hoy en día su mejor legado. Permeable a más de tres generaciones, su mensaje, ese que apuesta por mirar siempre el lado positivo de la vida aunque te crucifiquen, es la mejor manera de terminar la aventura de este ranking.