Espacio de divulgación científica y tecnológica patrocinado por la Universidad de Alcalá (UAH), con el objetivo de acercar el conocimiento y la investigación a la ciudadanía y generar cultura de ciencia
Los expertos llevan siglos estudiando por qué bostezamos y aún no logran encontrar la respuesta
En un estudio de 1725, el investigador holandés Johannes de Gorter ya hablaba de los bostezos. La hipótesis era entonces que este acto reflejo se debía a la necesidad de acelerar la circulación sanguínea para evitar la llamada “anemia cerebral”; es decir, los bostezos servirían para oxigenar el cerebro. Desde entonces y hasta ahora, todavía no sabemos con exactitud por qué bostezamos las personas y la mayor parte de los mamíferos.
La profesora de Fisiología de la Universidad de Alcalá, Carolina Roza, explica que se trata de un acto reflejo más complejo, si lo comparamos con otros como el estornudo o la tos. “Conocemos con detalle los mecanismos que activan el reflejo del estornudo y sus circuitos nerviosos, pero sobre el bostezo sabemos muy poco”, señala la docente. “En realidad, lo que sabemos es que no se sabe para qué existe, no tenemos muy claro dónde está el circuito neuronal que lo produce, ni el estímulo que lo activa” recalca.
Existen cuatro posibles explicaciones a por qué bostezamos personas y animales, pero son hipótesis que, desde de Gorter, todavía no se han podido confirmar. “Me he quedado sorprendida al ver que hay cuatro posibles explicaciones y que se llevan estudiando desde hace varios siglos”, recalca la docente. Por un lado, está la teoría de oxigenar el cerebro, una de las más conocidas y aceptadas popularmente; también existe la hipótesis de que los bostezos servirían para termorregular el cerebro, a través de una bocanada de aire fresco que lo refrescase.
“También está la teoría que señala que, dado que los bostezos aparecen cuando estamos aburridos o cuando acabamos de despertar y tenemos sueño, servirían para espabilarnos, provocando la activación de los circuitos del despertar, de los que ya conocemos algunos detalles”, señala.
La cuarta hipótesis, es que los bostezos también son un modo de comunicación. “Como parece que el bostezo se contagia solo de verlo, oírlo o incluso leer sobre él, lo que se presenta es la idea de que pueda ser una manera de sincronizar comportamientos, aunque esto se aplicaría más en observaciones del mundo animal”, recalca la docente. Los bostezos entran dentro de la categoría de actos reflejo, porque se trata de una sucesión coordinada de actos motores, que una vez empieza no se pueden parar realmente, algo que lo distingue de un movimiento voluntario, explica la doctora.
Gran incógnita
Pero la gran incógnita sigue ahí: dónde está el circuito neuronal o el estímulo que lo provoca. La docente hace referencia a un estudio de la revista 'Progress in Neurobiology', 'Yawning—its anatomy, chemistry, role, and pathological considerations', en el que se explica que el fenómeno se lleva estudiando mucho tiempo, pero no se tienen respuestas concretas. “Se piensa que se regula cerca de donde se regula la respiración, porque conlleva un patrón característico. Abres mucho la boca, entra mucho aire en los pulmones, pero no tenemos nada demostrado. Es bastante curioso”, explica.
Lo que se plantea es que los bostezos se controlan desde el tronco del encéfalo, una parte de nuestro sistema nervioso central, el equivalente al disco duro de un ordenador. A este centro de control llegarían las señales que activarían el bostezo, a modo de un ‘periférico’ de ordenador. “Pero no es tan simple, porque hay otros circuitos neuronales, como los que generan emociones que también se pueden activar. Cuando ves a alguien que bosteza, tú bostezas. Entonces, se considera que no sólo se trata de un reflejo, sino de que hay también un procesamiento mucho más complejo”, recalca la doctora Roza. “Va más allá de un simple reflejo, como la tos”, añade.
Sí hay certezas: como que si no bostezas no hay grandes alteraciones a nivel fisiológico. “Durante la noche, cuando se duerme, se desactiva el circuito del bostezo. Por eso, parece que si no bostezas, no pasa nada”. No es como con otros actos, como el de dormir precisamente, cuya utilidad tampoco se conoce muy bien. Sin embargo, sabemos que es posible morir si no se duerme. De hecho, la doctora Roza explica que hay estudios que muestran que personas con lesiones en encéfalo muestran alteraciones en el bostezo, pero lo que suele implicar que se bosteza más de lo normal. “Es muy fascinante. Estas acciones típicas del día a día aún carecen de una explicación fisiológica clara”, recalca la profesora.
Más actos reflejo
En el caso del estornudo o la tos se puede ver “claramente la respuesta motora que tiene nuestro cuerpo. 'Todo empieza en unos sensores que se encuentran en la vía respiratoria y que son muy sensibles al movimiento y a sustancias irritantes. Cuando se activan, envían información al centro de control respiratorio (también situado en el tronco del encéfalo) y a partir de ahí se genera una respuesta motora en dos fases: primero se inhala aire y se cierra la vía respiratoria de modo que la presión dentro del pulmón está muy alta; a continuación, se abre la vía respiratoria de modo que el aire a presión 'explota' hacia fuera llevándose consigo los irritantes que provocaron este reflejo, llamado tusígeno. Estos reflejos evitan que puedan entrar cuerpos extraños en nuestros pulmones, por lo tanto, nos protegen”, explica la profesora de la UAH.
No son los únicos movimientos involuntarios que realiza el cuerpo humano, ni tampoco los únicos que nos protegen. Esto es lo que llamamos reflejos de retirada. Se trata de actos “fundamentales para la supervivencia”, porque se encargan de evitar lesiones, como cuando retiramos la mano de algo que está muy caliente para evitar una quemadura. O como cuando lloramos porque nos entra algo en el ojo.
De este tipo de movimientos sí se conocen las razones de cómo funcionan: comienzan cuando se activan unos sensores que se le llaman nociceptores que envían una señal al centro de integración en el Sistema Nervioso Central donde se va a generar una respuesta motora de retirada. Los reflejos de retirada suelen ir acompañados de una sensación consciente desagradable o dolor que se produce cuando la señal del nociceptor llega a otros centros de integración en la corteza cerebral.
Además de estos, existen muchos otros tipos de movimientos reflejos, por ejemplo, los que permiten mantener nuestra postura, o mover los ojos para seguir una lectura. La mayoría de los movimientos que generan los organismos vivos son reflejos involuntarios de los que ni si quiera somos conscientes. “Los circuitos nerviosos responsables de estos movimientos son muy sencillos. Para generar un reflejo nos basta con un sensor, un centro de integración y un músculo efector. Todos los animales, por muy sencillos que sean, generan este tipo de movimientos porque son necesarios para la supervivencia o para poder llevar a cabo de modo adecuando nuestras funciones”, describe la docente.
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