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Sobre este blog

Este blog es un espacio de colaboración entre elDiario.es de Castilla-La Mancha (elDiarioclm.es) y el Colegio de Ciencias Políticas y Sociología de Castilla-La Mancha para abordar diversas cuestiones sociales desde la reflexión, el entendimiento y el análisis.

El corazón tiene razones que la razón no entiende

Un hombre se lleva a su hijo del hospital de maternidad dañado por el bombardeo en Mariúpol, Ucrania

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Cuando Rusia toma la decisión de invadir Ucrania, yo percibí, en mi vida cotidiana, cambios que me sorprendieron mucho, ya que, de repente, observé cómo se prohibían canales y agencias informativas vinculadas al Gobierno ruso. Más allá de lo que podamos pensar sobre este hecho, aún fue más sorpresivo cómo cambiaron los canales que YouTube o Facebook gestionan, y empecé a ver canales que yo no quería ver y que, además, no podía anular o bloquear. También ha sido una sorpresa la explosión informativa sobre Ucrania, sobre la movilidad de los ucranianos por toda Europa, así como la acogida que han tenido en los países europeos.

Un discurso pro-Ucrania se hizo mayoritario en todos los medios. Sin embargo, me resultó sorprendente que una sola ONG, de iniciativa privada, Save The Children, junto a un machacón interludio del himno de Ucrania, protagonizaba y acaparaba gran cantidad del tiempo de divulgación televisiva y radiofónica, haciendo un llamamiento a la ayuda, de todo tipo, para las personas y familias que huían de Ucrania.

También detecté que la guerra no implicaba a los gobiernos europeos de forma protagonista en el conflicto, aunque se decía que se enviaría armamento a todos los que quisieran luchar contra la invasión rusa. Estaba seguro de que una declaración de guerra seguía unos trámites parlamentarios que incluiría un debate y una votación. Pero también, en esta ocasión, tampoco se dio, aparte de declaraciones o pronunciamientos. Así que pude ver, una vez más, cómo se puede hacer una guerra sin hacerla. Una solidaridad con armas y una migración sin cortapisas ni ningún otro tipo de exigencia.

Aún me sorprendió más observar cómo la potencia militar por excelencia, los Estados Unidos de América (EUA), altamente equipada y con centenares de bases militares repartidas por el mundo, se inhibía de intervenir militarmente en esa guerra. Al mismo tiempo que los ejércitos ucranianos aseguraban que EUA les respaldaba.

No pude dejar de pensar, viendo todos estos cambios, que tener una opinión crítica sobre el tema, implicaba ser criticado, no por las razones de un hipotético contrincante, sino por la visceralidad de las emociones y no para entender la naturaleza de la crisis.

Aun fue más revelador comprobar que nuestro presidente del Gobierno y secretario general del partido gobernante junto a sus socios de gobierno, cambiaba, sin mediar la más mínima discusión, su posición política, de protección a inhibición, sobre un pueblo que ha sido considerado como ciudadanos españoles y nativos del territorio colonizado por España en el Sáhara occidental. Todo a cambio de no se sabe muy bien qué contraprestación, al mismo tiempo que aumentaba la tensión con Argelia, productora de gas natural y que, según los acontecimientos en Europa, abastecerse de gas natural era el principal problema para desconectar de la dependencia energética de Rusia.

También se observa que la detención de un ciudadano español y periodista permanece incomunicado en Polonia sin una causa probable y sin información de su estado. Pero la diplomacia española no le presta atención, ni la prensa le da cobertura, ni se cuestiona la legalidad de su detención.

Sabía que había una resistencia en el Donbass (en el este de Ucrania) pero hacía tiempo que no oía nada de ella. Solo recordaba a unos jóvenes españoles que se sumaron a los rebeldes y que los devolvieron a España para ser encarcelados porque comprometían la imagen de España.

Sin posibilidad alguna de entender los bandazos de sus decisiones, ni el posicionamiento verbal a favor de una guerra que tiene tan complejo entramado de preparativos

En medio de este marasmo de acontecimientos que me quita el sueño, que me hace sentir el dolor de quienes han perdido a sus familiares y sufrido las penurias de la guerra, no entiendo casi nada. No se entiende que un gobierno tenga esa capacidad de resolución con implicaciones tan peligrosas para sus ciudadanos sin aportar un razonamiento que permita asumir sus decisiones por otro camino que no sea la visceralidad y el sentimiento. Sin posibilidad alguna de entender los bandazos de sus decisiones, ni el posicionamiento verbal a favor de una guerra que tiene tan complejo entramado de preparativos. Propagandísticos, informativos, organizativos, militares, económicos.

No se entiende que, de un día para otro, Borrell nos dé lecciones de cómo actuar ante las consecuencias de sus decisiones y recomendaciones. Justo a quienes nos hemos privado de nuestra libertad de movilidad o de no sobrecargar al sistema sanitario, así como sufrido el mercadeo de las vacunas o no ponemos la calefacción por miedo a no poder pagarla o preparando las comidas después de las doce de la noche para no encarecer la factura de la electricidad.

No se entiende cómo se puede tener tanta resolución para actuar en una Unión Europea que da todas las señales de no interesarle los problemas del vecino, salvo si el vecino tiene la promesa de los Estados Unidos, que le apoyaría.

No se entiende cómo es posible entrar en una guerra potencialmente atómica, sin otra explicación que la malignidad del enemigo, su cultura, sus ciudadanos, sus compañías de baile su música clásica, sus deportistas. Como si no hubiera causas o explicaciones que el pueblo pueda o deba entender, más allá de la visceralidad y el acatamiento inmediato.

No se entiende que no estuviera previsto todo esto, que no hubiera un protocolo secreto pactado con anterioridad, una previsión de riesgos, unas medidas preparadas, un cálculo de tiempos, de preparación de la ciudadanía. No se entiende que las medidas económicas que nos castigarán, principalmente a la Europa occidental, según los analistas económicos, no hayan sido previstas y mucho menos que ni tan siquiera les haya preocupado.

No se entiende nada, porque lo que nos sucede no se entiende, porque no nos piden que entendamos lo que nos sucede, sino que nos posicionemos emocionalmente y solo en un lado de los contendientes.

Y, bueno, uno tiene su corazoncito y le duele la humanidad.

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