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Una excavación en la cabecera del Tajo pone al descubierto una cueva en la que vivieron eremitas en la época tardo-romana o medieval

Eremitorio tardo-romano o medieval en Pareja (Guadalajara)

Culturas de Castilla-La Mancha

1 de diciembre de 2020 16:49 h

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La localidad de Pareja, uno de los municipios de Guadalajara ubicado en el entorno de la cabecera del Tajo, incluirá en su oferta turística la visita a la excavación arqueológica de un eremitorio medieval, una cueva que fue localizada por un vecino junto al río Ompólveda, a escasos sesenta metros del azud de la localidad, perteneciente al embalse de Entrepeñas, en lo que supone un paraje natural de gran belleza.

Las excavaciones comenzaron el pasado mes de septiembre a cargo de la empresa Gabinete de Proyectos Arqueológicos SL, a solicitud del consistorio parejano y han terminado hace apenas unos días.

Los trabajos confirman, a falta de la datación concreta del registro material encontrado, la primera hipótesis que se barajaba: la cueva esconde un eremitorio de época tardo romana o alto medieval. “Es un gran hallazgo no solo para Pareja, sino para la provincia de Guadalajara y la región de Castilla-La Mancha”, señala Javier del Río, alcalde de Pareja. El regidor agradece su magnífica labor “al equipo de arqueólogos que ha dirigido y participado en la excavación, y a los operarios municipales que han ayudado en la tarea”.  

¿Qué son los eremitorios?

Los eremitorios eran lugares de habitación donde una persona, un eremita, que pretende tener un acercamiento a dios, se apartaba de la sociedad y de los bienes materiales. La vida de estos eremitas era ascética. Vivían de lo que cazaban y recolectaban en el entorno, y también gracias a las aportaciones, por su aureola de santos, que les hacía la sociedad local.

La existencia de eremitorios rupestres en la Península Ibérica, si bien se extiende por la práctica totalidad de su geografía, parece concentrarse en la submeseta norte, con especial incidencia en la zona burgalesa. Es probable que esta circunstancia derive de la inexistencia de estudios concretos.

En Guadalajara existen algunos casos catalogados como hábitats rupestres. Es probable que los más aislados respondan a una funcionalidad espiritual más que a la mera y mundana labor habitacional. Son pocos los que se encuentran incluidos en el inventario de patrimonio cultural correspondiente, limitándose el conocimiento de ellos a un punto en un mapa y, en el mejor de los casos, a algunas fotografías.

Por su singularidad,  estado de conservación y ubicación natural, el Ayuntamiento de Pareja inicia ahora una serie de actuaciones que permitirán incluir el eremitorio dentro de la oferta turística y patrimonial de la villa alcarreña. “Como corresponde a la entidad del hallazgo, el Ayuntamiento de Pareja lo va a poner en valor, y hacer visitable, dándole la máxima difusión, para el conocimiento y disfrute de parejanos y visitantes”, confirma el alcalde.

“Este de Pareja es el primero en la provincia al que se le va a dar la importancia que merecen este tipo de manifestaciones”, señala Luis Fernando Abril, director técnico de la excavación.

Estas actuaciones consistirán en el perfecto acondicionamiento de una senda para su acceso desde el dique de Pareja, la publicación y divulgación de las conclusiones del estudio arqueológico y archivístico paralelo correspondientes, y la musealización del lugar mediante la instalación de paneles explicativos y la impresión de trípticos divulgativos.

El eremitorio

Los trabajos arqueológicos han descubierto por completo un eremitorio tallado en un afloramiento rocoso de arenisca, hasta ahora oculto por la vegetación y colmatada por derrubios y lodos.

El emplazamiento, en la ladera del valle del río Ompólveda, en medio de una naturaleza privilegiada, “no es casual, sino que responde a la búsqueda de la espiritualidad”, señala José Manuel Vallejo, otro de los arqueólogos que ha trabajado sobre el terreno.

La diferente coloración en la piedra del eremitorio marca ahora, con toda claridad, el nivel al que se encontraban tierras y piedras fruto de la aportación natural, y la excavación practicada.  Según explica Vallejo, el eremitorio tiene dos estancias: una interior, tallada en la roca en la ladera de la montaña, y otra exterior, compuesta por un muro de sillarejo, trabado con argamasa de cal, que se asienta igualmente sobre la ladera de la montaña.

Como elementos destacados en el exterior del lugar aparecen dos bancos corridos y las escaleras, todos también labrados en la piedra natural. Sobre el muro de piedra exterior, en sendos mechinales o ranuras practicadas en la roca, apoyaban las vigas de madera que sustentaron una cubierta de teja de la que también se han hallado restos.

El interior es una estancia sencilla, que probablemente fuera reocupada en el transcurso de los años. En el lado oeste, aparece excavado un nicho flanqueado por dos hornacinas. En el lado Sur, hay un segundo nicho, más simple. En la norte, se comenzó a tallar un tercero, pero la excavación se detuvo por algún motivo desconocido.

Luis Fernando Abril afirma que “el eremitorio se puede ubicar en el final del mundo romano, y en el inicio de la Edad Media”, si bien la concreción de las fechas está por definir, puesto que habrá que analizar con diferentes metodologías el registro material encontrado.  Las piezas halladas son escasas, dada la condición ascética de sus moradores, pero relevantes. Destacan una lucerna o lámpara de aceite decorada con mamelones y  un asa, de época altomedieval, y una moneda de cobre o bronce, de época medieval.

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