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Cuando la libertad entraba por las librerías

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El primer paso  de la Transición en Toledo consistió en conseguir que hubiera una librería en la ciudad en la que poder adquirir cualquier tipo de libro o revista sin limitaciones. Lo que existía hasta entonces eran sobre todo papelerías que en algún caso, como en la tienda de Gómez Menor, en la calle Ancha, se exponían algunos libros que morían en las estanterías de la planta alta por el poco caso que les hacían quienes se quedaban en la planta baja.

El nazismo había quemado libros, el fascismo había quemado libros, el franquismo había prohibido libros, perseguido a quienes tenían o leían ciertos libros, había censurado casi todo, hasta el pensamiento. Imposible encontrar en las librerías ciertos libros, dificilísimo consultar alguno en alguna biblioteca pública, si es que existía. Si tengo que admitir que en la biblioteca de Toledo, situada en el Miradero, que dirigía Julia Méndez, tras una consulta previa de un funcionario, fue posible leer “Así habló Zaratustra”, del controvertido Nietzsche. No entendí nada de aquel texto, pero era lo de menos, lo gratificante fue la provocación. 

Para superar la dictadura se pensó en Toledo que a través de una librería se infiltraría la libertad, la libertad atraería la pluralidad y por la pluralidad se desembarcaría en la política. Bajo la apariencia neutra de un negocio de venta de libros se escondía el anhelo de implantar un régimen democrático. Visto desde la distancia parecería un camino enrevesado e ingenuo, pero en ese camino coincidieron 120 personas que en Toledo vincularon librería y libros con democracia y libertad.

En 1975 se constituía una sociedad (FOCUSA) para asuntos comerciales, sociales y culturales con las aportaciones económicas de esas 120 personas que desembolsaron 10.000 pesetas de la época. El primer Consejo de Administración de la Sociedad estuvo formado por 19 personas que representaban todos los sectores y profesiones de la ciudad.

Ángel Ayensa fue el primer presidente; Sebastián Miralles, vicepresidente; Antonio Urban, secretario y Pablo Rodríguez Álvarez, tesorero. Vocales, José María Calvo Cirujano, José Luis Conde Olasagasti, José María Díaz Ropero, Jesús Fuentes Lázaro, Ignacio Magariños, Joaquín Martínez Copeiro o Isidro Sánchez, entre otros.

Para entonces ya estaba en trámites alquilar un local en la calle de Santa Fe, nº 4, que fuera sede oficial de la Sociedad y espacio físico de la librería en la que se venderían todo tipo de libros. Ya no haría falta desplazarse a Madrid.

La publicación de la novela “Venimos del Fuego”, de Sergio Bang, recuerda los ataques a las librerías, la violencia que algunos exudaban entre 1974 -1977 por lo que entendían el final del régimen. Las librerías fueron atacadas con saña y de forma sistemática. Pintadas, artefactos incendiarios, amenazas a quienes pasaran a estos locales y la complicidad activa o distante de la policía de la época. Pero cada ataque que se producía era barrido por el entusiasmo colectivo. Cada incendio o agresión desencadenaba una ola de solidaridad ciudadana. Se compraban más libros, se paseaba entre las estanterías, se hojeaban las revistas, la resistencia se exhibía con orgullo y sin miedo. La libertad se alojaba en las librerías.

Entre 1974 y 1976 se produjeron más cien agresiones a librerías de toda España. En marzo de 1977 inspectores del Cuerpo General de Policía requisaron libros y revistas de la librería de Toledo por su carácter “malsano y corruptor”. El 6 de abril de 1977 unos desconocidos lanzaron un artefacto explosivo contra el local, establecido en la calle de Santa Fe. Rompieron la luna y se produjo un incendio. 

Nunca se supo de los asaltantes de la librería que estaba enfrente de la parte trasera de la Delegación del Gobierno, protegida por dos policías. Contó el diario YA, al día siguiente, que se habían visto dos automóviles huyendo por la calle Armas a toda velocidad. En Toledo la transición de una dictadura a una democracia comenzó con la creación de una librería que por su carácter participativo y popular, y no por casualidad, se llamó Fuenteovejuna. Una referencia culta a la sublevación de un pueblo contra la injusticia. Lo que nadie podía imaginar es que la Cultura fuera tan maltratada y denostada en los años siguientes hasta nuestros días en estos territorios.