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Las residencias de mayores: condena lenta al olvido

El coronavirus se ceba con las residencias de ancianos

Mario Villamor Nodal, técnico de Europe Direct Ciudad Real

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Mientras las calles se llenan de luces y de color para poder despedir, de una vez por todas, el año 2020, Reino Unido vuelve a sembrar el pánico – que, por otra parte, nunca ha dejado de estar instalado en la sociedad – con el hallazgo de una nueva cepa de la COVID-19, aparentemente, mucho más contagiosa y que ya ha provocado que territorios como Países Bajos, Francia, Alemania o Bélgica cierren fronteras con el ex socio díscolo de la Unión. 

El temor de un nuevo confinamiento domiciliario se vuelve a instalar mientras vemos que, desde el pasado mes de agosto, todas las restricciones que se han impuesto a la ciudadanía han llegado para quedarse. 

Sin embargo, hay otra pandemia que asola a la ciudadanía. No solo española, sino de la Unión Europea. La salud mental y la soledad. Ambos siguen siendo un tema tabú en nuestra sociedad. Así, parece que aquello de lo que no se habla, sencillamente, no ocurre.

Para ilustrar estas problemáticas, vamos a exponer unas cuantas cifras que ayudarán a entender su magnitud (La Vanguardia, 2019) :

• El suicidio supone la segunda causa principal de defunción en el grupo de edad entre los 15 y los 29 años

• Cada dos horas y media se suicida una persona en España, esto es, 10 personas al día

• Más de 8 000 personas intentan quitarse la vida al año – casi mil, mayores de 70 años

• Los sentimientos de soledad se incrementan con la edad. El 27% de las personas de 65 a 69 años dice sentirse solas, porcentaje que asciende al 36% entre las mayores de 80 años (IMSERSO, 2000)  

• Más de 850.000 personas mayores de 80 años viven solas en España (El País, 2019

• Cerca de cinco millones de personas han afrontado el confinamiento en soledad, dos de los cuales son mayores de 65 años (La Vanguardia, 2020

Sumemos al cóctel la situación de dependencia que sufre gran parte de las personas mayores. Quizás la muerte no sea su único miedo. Desde marzo, se ha sumido a un amplio porcentaje de ancianos/as de nuestro país en una peligrosa rutina donde el contacto familiar se ha reducido a breves videollamadas y, en los mejores de los casos, breves contactos a través de un cristal. 

Muchos/as de ellos/as se preguntan si han sido abandonados por sus familiares. Otros/as, directamente, han olvidado las caras de estos y/o sus nombres. Un tercer grupo, aguarda con resignación una modificación de medidas que les permita disfrutar de sus 'pequeños vicios': una copita de vino y echar la Quiniela. 

El destino que el coronavirus y la clase política les tiene deparado parece implicarles quedarse postrados en una silla contando las horas que les quedan de vida. Desde el pasado mes de marzo, donde la incontrolable situación de la COVID-19 se llevó por delante la vida de más de 24 000 mayores en residencias (RTVE, 2020) , gran parte de las centros de residentes de nuestro país han establecido un férreo blindaje que restringe y limita una de las ilusiones que nuestros mayores tenían y tienen. Existen fórmulas, pero faltan ganas e iniciativas. 

El bienestar físico, psíquico y psicológico de las personas mayores está en grave peligro. Ansiedad, insomnio, depresión, tentativas de suicidio, soledad, sentimiento de culpa, estrés y angustia son algunos de los males que están padeciendo en la actualidad.

Importa el envejecimiento activo (de hecho, la Unión Europea reconoció al año 2012 con esta denominación), pero también debemos prestar atención a la calidad de vida de las personas más vulnerables. 

El pasado mes, el coordinador del Observatorio de la Salud del Principado de Asturias, Mario Margolles, apuntó lo siguiente: “La introducción del virus (en los centros de mayores) se hace a través de los trabajadores”, indicando que “no se ha detectado ninguna infección fruto de visitas, que cumplen ”estrictos protocolos de seguridad“, (20 Minutos, 2020) . 

No olvidemos que al hablar de nuestros mayores no hablamos de seres inertes, sino de personas. Con sentimientos, con anhelos, con ilusiones. Que ríen, que lloran, que sufren. Esta condición, durante la pandemia de la COVID-19, se está olvidando. Evitemos que esta Navidad deje de tener luz para muchas personas. 

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