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ANÁLISIS

Los minions de Vox

Anna Grau se ha inspirado en el desnudo de Rivera para su cartel electoral.

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Las encuestas no se ponen de acuerdo sobre quién ganará las elecciones en Barcelona. Las diferencias entre Ada Colau, Jaume Collboni y Xavier Trias son tan estrechas que es imposible saberlo. Al estar tan ajustado y teniendo en cuenta los márgenes de error sería más honesto no concretar concejales. Pero las estrategias electorales y las legítimas líneas editoriales de los medios que las publican optan por otorgar cifras de regidores con el propósito de condicionar también el voto de ese 30% de indecisos que todavía se declaran como tales a nueve días de la votación.

Llegar primero no es tener asegurada la alcaldía de la capital catalana, como se comprobó hace cuatro años, cuando ERC ganó pero quien se hizo con ella gracias al apoyo de Manuel Valls fue Colau. De ahí que sean especialmente interesantes los flirteos que estos días están protagonizando PSC y Junts o las aproximaciones entre comuns y republicanos. 

Eso es por arriba. Pero hay otra batalla, más soterrada y mucho menos civilizada, que se está librando en la parte baja de los sondeos y que protagonizan unas derechas cada vez más radicalizadas que luchan a cara de perro para obtener representación. 

Ciudadanos, que está en descomposición en el consistorio (de cuatro concejales apenas conserva uno), y Valents, que tiene dos (y ha reclutado a una de los naranjas), pueden quedarse fuera del Ayuntamiento. Tampoco está nada claro que el PP logre representación. Vox es quien podría quedarse con los vestigios de este espacio puesto que es la que está más cerca de llegar al 5% de los votos necesarios para lograr representación. Incluso en uno de los sondeos, el publicado por La Vanguardia, rozaría el 9%, un porcentaje que en escaños podría traducirse en cuatro concejales. 

El PP, pese a que tampoco sabe si conseguirá mantener sus tres regidores, ha optado, de momento, por mostrar una posición más institucional alejada de las salidas de tono. Probablemente el perfil de su candidato, Daniel Sirera, contribuye a no dejarse llevar por el tono bronco y muy poco educado que está exhibiendo en los debates la candidata Anna Grau y en menor medida la de Valents, Eva Parera.

Tanto Ciudadanos como Valents, la formación heredera del proyecto originario de Manuel Valls que ha derivado hacia una derecha populista, estuvieron alentando las manifestaciones contra dos casas okupadas en el barrio de la Bonanova (el que tiene la renta más alta de la ciudad). Parera, que empezó en política en Unió Democràtica, pasó por el PP fugazmente en las últimas elecciones autonómicas, y ahora intenta mantenerse en el Ayuntamiento, ya intentó en otro barrio una estrategia de crispación similar a la de la Bonanova. Fue en Sants para pedir que se derribe Can Vies, una casa okupada que se reinventó tras el desalojo del 2014 y cuya convivencia con los vecinos no ha dado problemas. Mucho del tejido social que allí se concentraba se trasladó a Can Batlló, un centro autogestionado y bien integrado en el barrio. 

A su vez, Anna Grau repite en cada debate y en muchas de sus intervenciones públicas las palabras Bonanova y ocupación como si de tanto decirlo los votos regresasen por arte de magia al saco de Ciudadanos, el más agujereado de todos. Una parte, los que en el momento álgido del procés emigraron del PSC al partido naranja, han ido regresando a los socialistas, como tienen detectado en el partido de Salvador Illa. Tanto él como Collboni se guardan mucho de ponerlos de nuevo en riesgo y los cuidan cual hijos pródigos que han regresado a casa con un programa económico y un discurso sobre la seguridad o la lengua que no les aleje de nuevo. 

Otra parte del voto naranja se va a Vox, en Barcelona y en otros municipios donde la extrema derecha lleva tiempo alimentando discursos racistas en barrios de ciudades gobernadas por el PSC. Barrios en los que solo el trabajo de los mediadores municipales y la implicación de servicios sociales infrafinanciados logra frenar su avance. En estas elecciones entrarán por primera vez en muchos de estos ayuntamientos. Si se cumplen los sondeos, en la mayoría será de manera testimonial. Siempre es muy mala noticia que la extrema derecha avance aunque probablemente si se mira su progresión en otras comunidades o municipios podría ser mucho peor.

Grau y Parera son lo más parecido a Isabel Díaz Ayuso en Catalunya puesto que han optado por su misma estrategia y no lo esconden: intentar frenar a Vox a base de copiarle buena parte de su discurso. “Me encanta que me llamen la Ayuso catalana”, ha declarado la candidata de Valents. El problema para ambas es que el electorado barcelonés no es el madrileño. De los tres aspirantes con opciones de llegar a la alcaldía no hay ni uno que se defina de derechas. Quien podría hacerlo, Xavier Trias, replica rápidamente cuando se le intenta colocar esa etiqueta que él es “un socialdemócrata”. 

Si algo ha quedado demostrado desde la recuperación de los ayuntamientos democráticos es que para ganar en Barcelona hay que presentarse como progresista. Aunque solo sea un poquito o incluso aunque no sea del todo verdad.

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