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La Casa Batlló de Gaudí emplea a más de 50 personas con autismo: “Es un pequeño milagro”

Montse, a la izquierda, en la tienda de souvenirs la Casa Batlló

Meritxell Rigol

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La Casa Batlló, de Antoni Gaudí, no solo fascina por arquitectura, con su fachada ondulada y su trencadís. De un tiempo a esta parte, este icono del modernismo en Barcelona, uno de los más visitados de la ciudad, se ha convertido también en un referente por quienes hacen posible sus visitas. Desde el control de accesos a las explicaciones, y del servicio de fotografía al de tienda, buena parte del equipo está conformado por personas con trastornos del espectro autista (TEA). 

Son más de 50 los empleados de la Casa Batlló con este trastorno conocido comúnmente como autismo. Algunos de ellos explican que han encontrado aquí su primer puesto de trabajo que no fuera temporal. Otros, el primero que sienten compatible con su salud. 

“Me parecía un privilegio trabajar en un lugar así, en una joya del modernismo; lo que no sabía al empezar era cómo lo llevaría en momentos de mucha afluencia de visitantes, pero me he ido acostumbrando”, cuenta Joan Boter, uno de los profesionales de atención al público. “Hay días mejores que otros, pero me he sabido adaptar”, continúa este empleado.

Que la gente salga satisfecha de cómo les han tratado es algo que le gusta especialmente de su trabajo. Boter explica que ha ido aprendiendo italiano y francés, de tanto oírlos, y esto se ha convertido en una motivación añadida. Boter se describe como un apasionado del arte y, de hecho, está terminando el grado universitario de Historia del Arte. 

Hace dos años que Boter tiene trabajo en el equipo de visitas de la Casa Batlló, desde que la propiedad de edificio decidió contratar la gestión de sus servicios a Specialisterne, una organización social dedicada a promover la inserción laboral de personas neurodivergentes, entre ellas, con trastornos del espectro autista (TEA), déficit de atención con hiperactividad (TDH) o síndrome de Tourette.

“La más joven de este equipo tiene 19 años; la mayor 58. Hay personas que tienen su primer empleo y personas que después de pasar por distintos trabajos aquí por fin se sienten parte de un colectivo que les apoya y comprende” explica Txell Dalmau, coordinadora de las trabajadoras y trabajadores de Specialisterne en la Casa Batlló.

De entre los distintos niveles de autismo, un trastorno con una amplia variedad, la mayoría de los que se emplean en Casa Batlló están en los más leves. Esto significa que puede presentar dificultades en la comunicación y la interacción social, pero que se pueden solventar con algo de ayuda. De las empleadas de la casa, las hay con una discapacidad reconocida –sus cuotas de la Seguridad Social están bonificadas– y otras que no.

Boter había tenido algunos trabajos temporales, entre los que destaca el empleo en una heladería. Pero esta es la primera ocasión en la que trabaja de forma continuada y, también, la primera vez que se siente confortable haciéndolo. “Cuando vas a sitios en los que no entienden mucho tus necesidades, por puro desconocimiento, no le ponen cuidado, mientras que aquí saben que por nuestras características necesitamos determinadas cosas e intentan regular las situaciones de malestar que puedan pasar, cosa que te da confianza”, valora.

Uno de los recursos con los que cuenta el equipo es intentar que los empleados conozcan con mucha antelación los cambios de rutina, algo que angustia especialmente a las personas con TEA. “La adaptabilidad suele costarles y por eso nos dan margen para avisar al personal e irlo formando de forma paulatina”, ejemplifica Dalmau. También cuentan con una asistente laboral por si en algún momento de la jornada tienen dificultades para gestionar situaciones de estrés o angustia. Esa figura, presente en el edificio, les ayuda a gestionar los problemas. “Hemos aprendido qué necesitan y cómo les podemos ayudar”, afirma Dalmau. 

Suelen ser sencillas medidas las que marcan la diferencia, apuntan. Parar un rato, tener tiempo para prepararse mentalmente, por ejemplo, para soportar el ruido si hay obras previstas… Irse a casa si ese día hay un desborde de faena, contar con recursos de comunicación cuando algún visitante se ha pasado de la raya. “Poder decir ‘no me encuentro bien’, y ver cómo se puede arreglar, es algo que tendría que ser posible en cualquier trabajo”, reclama Boter. 

Ocho de cada 10 personas con TEA, sin empleo

Montse Bizarro es una de las responsables de la tienda de la Casa Batlló. También tiene TEA. Antes fue periodista en el sector de las agencias de comunicación. “La parte escrita la llevaba muy bien, pero había muchas reuniones, muchas llamadas, y toda esta parte me quemó mucho, necesitaba un cambio; vi esto y me apunté, aunque no pensaba estar mucho tiempo aquí”, reconoce. 

La comunicación es un sector que le gusta. El problema era el ambiente laboral y que la forzaban a exponerse a situaciones que le generaban mucho malestar. “Tienes siempre que callar; si tienes ansiedad, si no te encuentras bien… y de tanto guardártelo dentro, explotas”, lamenta. 

Afirma que poco a poco fue perdiendo la fe de encontrar un empleo en el que la escucharan y ayudaran, y reconoce que se ha sorprendido de lo que ha encontrado en este proyecto. “Conocí a gente similar a mí y tener acompañamiento me ha ido muy bien, porque poco a poco puedes ir sacándote miedos y mejorando”, afirma. 

Un sector tradicionalmente más favorable a la inserción laboral de personas con trastornos del espectro autista ha sido la informática. Un ámbito profesional en el que las características asociadas a las personas con TEA, como la honestidad, la fijación por los detalles y la baja tolerancia al error, resultan “más valiosas que no la competencia de comunicación y la sociabilidad”, afirma José Segundo, director general de Specialisterne. En los servicios de atención al público, en cambio, las habilidades sociales son muy importantes. Y, son, precisamente, competencias en las que las personas con autismo tienen dificultades.

Por eso en la Casa Batlló se ven como una muestra de los escenarios posibles siempre que se cuente con los apoyos necesarios. “La falta de información sobre la neurodivergencia lleva a tener miedo a lo desconocido”, lamenta Segundo, y limita las oportunidades de inserción de las personas con TEA. Según Autismo Europa, por lo menos ocho de cada 10 personas con TEA están desempleadas.

Apoyos para aprovechar capacidades

Llega Semana Santa y, con ella, la preocupación por la cantidad de gente que habrá visitando la Casa Batlló. “Los prejuicios llevarían a pensar que es cuando habrá más bajas y ataques de ansiedad, y en general cuando hay más afluencia de visitantes la tendencia que hemos visto es que dan el 200% como profesionales, y crecen”, afirma Dalmau.

De su nuevo trabajo, a Montse Bizarro le interesa más la relación con su equipo que con la clientela que pasa por la tienda. “Intento ser simpática y lo que haga falta, pero me motiva más entender al equipo: cómo son, cómo ayudarles, cómo sacar lo mejor de cada una”, afirma. Hay quienes requieren hacer tareas más repetitivas. A algunas les va bien ordenar armarios. Otras son más buenas a cargo de la sección de joyería, por ejemplo. De sí misma, destaca que es constante y detallista. “Puedo estar horas y horas haciendo algo y lo haré bien”, asevera. 

Como ella, numerosas mujeres que habían llegado a Specialisterne se interesaron por trabajar en este espacio cultural. De hecho, el director de esta organización reconoce que han sido significativamente más las mujeres que se han mostrado motivadas por estos empleos que no por los que más habitualmente han ofrecido, vinculados al sector informático. Pese a ello, también en el proyecto de la Casa Batlló hay más hombres contratados. 

De hecho, es problemático que los casos de TEA, que suelen presentarse de forma diferenciada respecto a los hombres, sean aún infradiagnosticados entre las mujeres y que sean diagnosticados más tardíamente. A la vez, las mujeres tienden más que los hombres a intentar enmascararlo, con los impactos que “adaptarse” a niñas y mujeres neurotípicas genera en su salud mental.

La Confederación Autismo España detecta que contar con empleo, además de facilitar el acceso a una vida económicamente autosuficiente, tiene el valor de impulsar la participación social y comunitaria de las personas con TEA y de mejorar su autoestima. 

Joan Boter reconoce que sacar adelante turno tras turno de visitas en ocasiones implica situaciones difíciles. “La gente que viene y sus necesidades son impredecibles”, dice. Pero, también, encuentra satisfacciones durante la jornada. Lo que más valora de esta experiencia laboral es el compañerismo creado, “un pequeño milagro”, describe. Considera positivo que tras la pandemia se hable más de salud mental, algo “muy delicado” para el conjunto social, sitúa, pero que, remarca Boter, además implica que muchas personas se sientan “desplazadas”. “Hace falta verlo y querer incluir a esta parte de la sociedad”, reclama.

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