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Medio siglo de fanzines ‘underground’ en Barcelona: “Fueron el internet y las redes sociales de nuestra época”

Collage de fotos de Attack, una de las primeras bandas de Hardcore de Barcelona.

Pol Pareja

Barcelona —

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Un submundo cultural hervía bajo el radar en la Barcelona de los años 70 y 80, una ciudad que algunos creían gris. Eran los punks, los raperos, los que montaban raves, los skaters, los escritores de grafiti, los breakers, los que participaban en radios libres, los que dibujaban cómics contestatarios e irreverentes. 

Eran escenas muy distintas, pero su eclosión coincidió en el mismo tiempo y lugar. Había, además, otro elemento que las conectaba: la única información que se podía obtener sobre estos fenómenos circulaba de mano en mano en precarios fanzines autoeditados, hechos con fotocopiadoras y máquinas de escribir.

La serie documental Fanzilona, que se estrena este jueves en el CCCB y estará disponible en la plataforma CaixaForum + a partir del viernes, aborda durante ocho capítulos este momento de eclosión cultural underground en la capital catalana, cuando no había internet y todo parecía nuevo y rompedor.  

“Barcelona olía a imprenta”, explica frente a la cámara el dibujante Javier Mariscal, que rememora su llegada a la capital catalana con apenas 18 años, invitado por el cantante Jaume Sisa. Al poco tiempo, comenzó a participar en fanzines de cómics que trataban de sortear la represión tardofranquista, en los que había “historias sobre el mundo homosexual y mucha polla”, entre otras cosas.

El primero de ellos fue probablemente El rollo enmascarado, y le seguirían otras publicaciones como La Claraboia, Disco Express (donde se publicó la primera historia del mítico Makoki) y La Piraña Divina, el primer cómic monográfico de Nazario del que se tiene constancia. Más tarde aparecería la revista El Víbora, que aglutinó a la mayoría de dibujantes underground de la ciudad.

“La idea era documentar un mundo vibrante que difícilmente volverá a existir”, señala el artista Zosen Bandido, impulsor y codirector del documental. “Lo que más me interesaba de ese momento era la necesidad de los jóvenes de crear escenas nuevas”, prosigue, “en contraposición a que hoy en día, quien participa en esas subculturas, se las encuentra ya consolidadas”.

El documental, coproducido por Krik Krak y CaixaForum +, sirve para mostrar cómo era Barcelona antes de las olimpiadas, pero también ilustra la deriva de turistificación y gentrificación en la que entró la ciudad a principios del nuevo siglo, con el Fòrum de les cultures (2004) y la aprobación de la ordenanza de civismo (2006). Por esto, el capítulo final aborda la explosión del mestizaje (la llegada de Manu Chao a la ciudad, Dusminguet etc.) y los movimientos antiglobalización aparecidos a principios de los 2000.

En la cinta participan buena parte de los personajes relevantes en la eclosión de estos fenómenos. Algunos, como Mariscal o el director del Sónar Sergi Caballero, se han convertido en figuras conocidas, pero otros entrevistados siguen siendo a día de hoy anónimos para el gran público y en cambio fueron respetadísimos en todas las subculturas que aparecen en la serie.

Es el caso de la leyenda del grafiti barcelonés Inupié, el pionero del hip hop y después de la música electrónica Dj Zero, el diseñador y coleccionista discográfico Txarly Brown, la locutora de Radio Pica Stigmata…“Queríamos que salieran personajes transversales, que estuvieron en contacto con varios de los fenómenos culturales que se abordan”, precisa el impulsor del proyecto.

Zosen, que ha dirigido la serie junto a Miquel Ardèvol i Eric de Gispert, asimila el papel que tuvieron estos fanzines con las redes sociales de la actualidad. “Era nuestro internet, la manera de conectar con quienes compartían tus intereses y obtener información sobre cosas que no salían en los grandes medios”, explica en conversación telefónica.

Una cultura cobijada en casas okupas

El documental reivindica el papel que tuvieron los distintos centros sociales okupados repartidos por la ciudad, espacios que dieron cobijo a eventos de estilos musicales y subculturas que inicialmente no tenían acogida en las grandes salas ni tampoco en las programaciones públicas. 

“Si no hubiese sido por las casas okupas, muchas de estas propuestas no habrían ocurrido en ningún otro lado”, sostiene Zosen. Ahí convergían jóvenes de todas las tribus con ansia de conectar con sus iguales. “En una misma pandilla podía haber un heavy, un skin, un siniestro, un punk y un cumba”, apunta uno de los entrevistados. 

Otro de los catalizadores fue la emisora libre Radio Pica, una radio legendaria en Barcelona, alejada del circuito comercial y envuelta de misticismo: todo el mundo creía que emitía desde un barco que navegaba frente a la capital catalana (nada más lejos, realmente lo hacía desde el barrio de Gràcia) e informaba de todos los eventos de la cultura underground

La radio emitía música alejada del circuito comercial y servía como plataforma para que las bandas emergentes mandaran maquetas y lograran ser escuchadas. “Sabías qué pasaba o qué bolos había en Barcelona gracias a Radio Pica”, recuerda el diseñador y DJ Txarly Brown. “El primer día que la sintonicé aluciné”, añade otro entrevistado. 

“Se había acabado el rollo cumbayá y [en Barcelona] había una energía de cojones”, exclama en la serie Sergi Caballero. El actual director del Sónar participó de joven en algunas iniciativas que marcaron el devenir cultural de la ciudad, como el grupo artístico Los Rinos, junto a Pau Nubiola y Marcel·lí Antúnez, convirtiéndose en precursores del grafiti en la capital catalana en 1985, cuando apenas había llegado la influencia de Nueva York. 

“Le llamábamos terrorismo plástico”, rememora. “Pintábamos coches, cabinas, paredes, parkings… Y no teníamos nunca ningún problema”, dice.

Con el paso de los años, son varios los fenómenos recogidos en el documental que han acabado consolidándose y siendo abrazados por la cultura de masas. No hace falta mencionar la influencia que tiene el hip hop en la actualidad, el prestigio internacional de los festivales musicales barceloneses o recordar que el skate y el breakdance son ya deportes olímpicos.

¿Sería posible que pasara algo similar en la actualidad? El impulsor de la serie responde lanzando otra pregunta al aire: “¿Puede haber algo underground en la era de internet?”.

“Cualquiera que esté creando algo y lo suba a internet deja de ser underground, porque descubrirlo ya no implica ninguna dificultad”, opina Zosen. “Ahora ya todo depende del algoritmo”, concluye.

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