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'Dones en Xarxa' promueve los derechos de las mujeres y apuesta por su empoderamiento usando las TIC. Cree en el potencial de internet para alcanzar la igualdad efectiva.

Las grandes invisibles de la salud mental

Sara Berbel

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Las mujeres españolas sufren el doble de problemas mentales que los hombres. Se trata de un dato que pocas veces se tiene en cuenta cuando se habla de salud y, dado que el próximo 10 de octubre es el Día Mundial de la Salud Mental, creo que vale la pena reflexionar sobre él.

Lo cierto es que en la última década se ha producido un alarmante aumento de los trastornos mentales, siendo la patología que más crece en términos absolutos. Seguramente debido a ello algún medio de comunicación ha calificado la enfermedad mental como la epidemia invisible del siglo XXI. Se calcula que más de un 15% de la población sufre o sufrirá un trastorno mental a lo largo de su vida.

Las épocas de crisis agravan esta situación ya que, al sufrimiento que la enfermedad conlleva, hay que añadir la angustia de las circunstancias vitales y sociales, dos aspectos que se retroalimentan. Y en este contexto, son las mujeres quienes llevan las de perder. De hecho, las mujeres españolas tienen el doble de posibilidades de padecer una depresión a lo largo de su vida que los hombres. Los estudios establecen que ellas son más propensas a sufrir de depresión o ansiedad, más relacionados con la interiorización de las emociones, y los hombres tienden a sufrir trastornos antisociales y abusar de sustancias diferentes.

No podemos abordar esta situación basándonos simplemente en los desequilibrios hormonales a que el cuerpo femenino está sometido a lo largo de la vida sin tener en cuenta los “mandatos de género”, es decir, aquellas actitudes y comportamientos que las mujeres realizan porque así les ha sido inculcado desde que nacieron y es lo que se espera de ellas. La mayor dificultad para la realización plena en un mundo pensado para el triunfo social de los varones tiene, sin duda, mucho que ver con esta epidemia femenina. Una menor remuneración, mayores índices de pobreza, más vulnerabilidad ante la violencia de género, el rol de cuidadora a expensas de la propia salud, la dificultad de conciliación de la vida laboral y personal en unos horarios imposibles… todos ellos son factores que contribuyen a una mayor insatisfacción en la vida y a una más elevada propensión a la depresión y la ansiedad.

El problema se hace aún más acuciante cuando las mujeres ya han caído en la enfermedad y tratan de superarla o salir de ella. Aquí es cuando, con frecuencia, sobrevienen procesos de exclusión social más o menos explícitos. Los datos nos revelan que las mujeres con algun trastorno mental tienen menores índices de actividad laboral que los hombres y su índice de empleo es un 10% inferior. Por otra parte, todos los datos de los servicios de empleo muestran que se contrata más hombres que mujeres con trastorno mental, que se deriva a menos mujeres a los servicios de inserción laboral y que el resultado de la inserción es superior en hombres (EDAD, 2008).

Las personas con un trastorno mental no son, en general, consideradas como parte de la esfera pública, y esto afecta especialmente a las mujeres. No suelen participar en la elección de los principios básicos de la sociedad, con frecuencia están excluidas de las elecciones políticas y, en el ámbito laboral, la percepción social considera que dfícilmente pueden promocionarse en un trabajo, no pueden acceder a determinados cargos de decisión, contribuyen a generar tensiones o conflictos en el clima laboral, etc. Se trata de una serie de prejuicios no contrastados que son producto del temor o el desconocimiento y que configuran un estigma muy difícil de eliminar. Acabar con el estigma es tan o más imprescindible que subsanar las discriminaciones económicas objetivas ya que no será posible una igualdad real mientras se mantengan en el imaginario colectivo unas percepciones tan negativas y alejadas de la realidad.

¿Cómo conseguir esta igualdad de derechos y libertades para las mujeres con trastornos mentales en una sociedad acostumbrada a tratarlas como ciudadanas de segunda categoría? La solución no puede consistir en seguir aplicando las viejas teorías sino, como señala la filósofa Martha Nussbaum, reformulando las propias estructuras teóricas en relación a la justicia social. Una reformulación que dé cabida a las personas con trastorno mental, sin olvidar a las mujeres, desde el inicio de la planificación y el desarrollo de las estrategias políticas y sociales, en el ejercicio de su plena ciudadanía.

Sara Berbel Sánchez. Doctora en Psicología Social.

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