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¿Sabes el cuento de los dos suicidas?

Lídia Pujol

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ACPS (Asociación Catalana para la prevención del suicidio) presenta el concierto de Lídia Pujol y Pau Figueres el martes día 10 de septiembre a las 20.30 en la sala B de Luz de Gas

El vínculo, escuchar y ser escuchado, es vida.

Una vida que no es capaz de relacionarse con los demás de ninguna manera, tal vez no puede, ni quiere, ni sabe ser vivida. Una vida que el entorno no escucha de tan adentro que llama, se queda sola, y una vida sola, no puede nada contra este mundo de pobreza, vergüenza, culpa, enfermedad y abuso.

El suicidio y el incesto están profundamente arraigados en la humanidad, y me pregunto por qué no los sabemos tratar, por qué pertenecen todavía al ámbito del secreto y la privacidad. Soy de las que piensan como Clarice Lispector que la palabra salva, pero no sólo la palabra, a mí quien me ha dado la mano cuando las palabras y los hechos de tan dispares me volvían loca, ha sido la música. Puedo decir con todo el peso de la palabra que la música salva.

Vengo de un congreso de teólogas feministas europeas (ESWTR) en la ciudad de Dresde, donde se gestó la revolución pacífica que desembocaría en la caída del muro de Berlín. Visitamos una cárcel de la Stasi especializada en incomunicación y terror psicológico. Los prisioneros estaban absolutamente incomunicados, tenían un número por nombre y les estaba prohibido cantar. Había que homogeneizar, perder de vista la unicidad, privar al individuo de relación y poner un muro, también, a la imaginación y al sueño. ¿Qué queda de todo aquello aquí y ahora? ¿Cuáles son nuestros muros?

Para modificar lo que no nos gusta hay que reconocer primero su existencia. Hay que construir puentes de palabras que, a fuerza de ser dichas y escuchadas, tomen la necesaria solidez para formar parte de la realidad. ¿Qué es ser un adulto, si seguimos depositando nuestra confianza en el poder jerárquico y no en la relación de iguales? ¿Por qué estos dos temas tan reales y numerosos, como el incesto y el suicidio, no son acogidos con verdadera sostenibilidad? La ley contra el abuso prescribe y la familia calla. ¿Donde están la autodeterminación y la madurez de asumir el riesgo y la responsabilidad por nuestros actos?

Decía el hombre de la cruz: Perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen. Sí, me doy cuenta de que las cosas tienen más lecturas que la oficial y muchas escapan a nuestra comprensión. Fue también aquel hombre que rechazó la propia familia de estructura patriarcal, para abrazar una nueva familia de hermanos. Padre sólo hay uno y está en el cielo. Aquí, en la tierra, aquel que tiene más poder que los demás, o lo ha tomado a la fuerza o manipulando vulnerabilidades con dioses y padres inventados. Sea como sea, sin embargo, este mundo de dominantes y dominados es cosa nuestra y precisa de nuestra atención y acción comprometida constante. La ley y la educación deben tener por sagrada prioridad la vulnerabilidad del niño, porque la capacidad de decidir del adulto que puede llegar a ser, ineludiblemente es, también, responsabilidad nuestra. La violencia de género, en mi opinión, representa el muro físico del uso de la fuerza. El abuso de la niñez y el suicidio ponen muros al pensamiento, a la palabra y al sueño. Para dominar a un pueblo no es suficiente el uso de la fuerza, hay que dominar el pensamiento y, sobre todo, los sueños.

Hace unos años escribí un cuento, El cuento de los dos suicidas. Quería sacudir los tabúes que tenemos con temas capitales. Una vez más, quería llamar la atención sobre lo que entendemos por amor. Iban dos suicidas por la vía del tren. Al ver el de la locomotora manchar el cielo, con mirada de despedida se besaron. En el último momento uno de ellos se arrepintió y saltó al otro lado de la vía y, el otro, sin tiempo ya para nada, murió, con una ultima mirada de incomprensión en los ojos, porque el que tenía el sida no era él... Dar la vida para salvar a otro es el acto de amor más grande que puede hacer un ser humano, pero el desconcertante final de la historia quería revelar que este no es el caso. En este cuento, una vida no salva al otro, y quien finalmente la pierde es precisamente quien lo debía conservar. En el último momento, el anhelo de vida hace saltar al “condenado” de sida al otro lado de la vía pero el otro, el que la pierde, nos explica algo con su mirada de incomprensión. El “superviviente” en la muerte por suicidio de un ser querido, no puede más que acoger el dolor de la pérdida y la incomprensión. Recibir la palabra y la música que, con el vínculo, salvan.

En otra ocasión, no quise grabar para un disco de niños, sin haber modificado la letra antes, la canción tradicional El Mariner. En la canción, el protagonismo de la chica es su belleza y el valor de él, el poder y la riqueza. Recuerdo las inocentes palabras del director musical haciendo referencia a mis inquietudes: “¡Pero si es un final feliz! ¡El marinero que la rapta resulta ser el Rey de Inglaterra!” Finalmente lo cambié por: “Como si fuera rey del mundo y las estrellas, si de verdad me quieres devolvedme en tierra. Los amores no saben de reyes ni reinas, si me quieres me has de ganar con la ternura...” En la canción tradicional ni la doncella ni el marinero son queridos por sí mismos, sino por su belleza o poder. Hay que enseñar que la gran riqueza de ambos es que no hay nadie como ellos en el mundo. El resto son etiquetas que marcan el precio de las cosas, pero ser persona es hacer camino, es proceso, un mañana que siempre es una nueva posibilidad.

Cuando la madre abraza al bebé como si todavía estuviera en su interior y lo protege, inseparablemente, y precisamente porque ya no está dentro suyo, debe hacer un profundo y costosísimo paso atrás para diferenciarse de él y regalarle el reconocimiento de su originalidad. Hay que enseñar desde el primer momento de vida que es reconocer al otro diferenciado de mí con este verdadero trabajo de amor. Con este regalo quizá será más fácil decidir libremente la arriesgada opción de amor en lugar de caer en la tentación de llenar la incertidumbre con un saco de caramelos que, sin duda, nos picará los dientes. Por muy hijo mío que sea no podemos absolutizar esta “propiedad”. Ni la madre puede acompañar al hijo por la vía del tren en este cuento de los dos suicidas. Todos sabemos que la familia es el primer muro que tendremos que derribar porque “adulto” es aquel que consigue ver en su padre, a un hermano. Sin esta diferenciación profunda y transversal, somos peligrosísimamente vulnerables a los vendedores de seguridades, protección y tutelaje.

Porque “mañana” siempre es otro día: la esperanza

Después de 3 años de presentar con éxito en Cataluña y España el espectáculo titulado ¿Sabes el cuento de los dos suicidas?, Silvia Comes y yo grabamos el disco. El título debía ser el cuento de los dos suicidas, pero el señor Doval, director de la discográfica PICAP, no lo encontró conveniente. El suicidio no vende, dijo. Cuando hablo con la directora de la Fundación Vicki Bernadet por los abusos a menores dentro de su entorno de confianza, me dice lo mismo, el abuso no vende. Pero así como la discográfica no quiso ni hablar de ello y por eso el disco salió sin título, ella y todo su equipo hablan tanto como pueden en las escuelas, en las universidades y la propia sede de la Fundación. Con la misma esperanza, la ACPS quiere conseguir que la sociedad sea consciente y se enfrente a la problemática de la muerte por suicidio en todo su conjunto y conseguir que el índice de suicidio disminuya en nuestra sociedad. Quiere normalizar la problemática hablando y conseguir el cambio teniendo en cuenta que es una situación posible de prevenir y asistir.

El martes 10 de septiembre a las 20:30 h en la Sala B de Luz de Gas, Pau Figueres y yo queremos cantar la muerte por suicidio, porque allí donde no lleguen las palabras llegará la música. Cantarla y poner palabras para poder acompañar, consolar, amar, respirar lo que sin poderlo entender, es también nuestra realidad.

Podemos guardar silencio, pero debe ser un silencio profundamente atento por si de repente escuchamos alguna palabra o canción lejana que viene de muy adentro.

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