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Terapia de grupo para superar los traumas del 1-O

Policía Nacional requisa urnas durante el desalojo de la escuela Ramon Llull en Barcelona / ROBERT BONET

Carla Benito / Sandra Vicente

Terrazas de bares, patios de escuelas, centros de trabajo... son muchos los lugares aún donde los hechos del 1 de octubre se debaten y se analizan. Se hace desde el punto de vista emocional de aquellos que lo vivieron y necesitan compartirlo pero, ¿sabe la sociedad por qué necesita exteriorizarlo? El contexto político catalán no ha parado de evolucionar y en ningún momento ha llegado a estabilizarse. Vivir en alerta continua crea situaciones de angustia e incertidumbre que dan más visibilidad al trauma colectivo.

La diferencia con otras situaciones de violencia que se han vivido últimamente, como los atentados de agosto en Barcelona y Cambrils, es que de esto “no te puedes distanciar” ya que el contexto político catalán “es un problema que afecta a todos y del que nadie puede sentirse indiferente”. Así lo considera José Ramón Ubieto, psicoanalista clínico y profesor de psicología de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Para Ubieto, esta necesidad de no sentirse indiferente lleva a todo el mundo a posicionarse. Aquí, los que no habían tomado partido anteriormente se sienten presionados, lo que lleva a un “conflicto de lealtades”, es decir, entrar en situaciones de enfrentamiento con personas cercanas con las que nunca había habido ningún choque.

Sentirse partícipe, obligado a posicionarse y en constante lucha para seguir la actualidad política, hace que no se pueda tomar distancia en ningún momento. Irene Santiago, directora psicosocial de Irídia, Centro de Defensa de los Derechos Humanos, entiende que la situación política es muy relevante pero para prevenir la salud psicosocial de las personas hace referencia a la importancia de los cuidados. Y los cuidados empiezan por escucharnos: en el debate y en contrastar opiniones. Ubieto también dice que “la manera de resolver la dicotomía y las polarizaciones pasa por generar grupos de discusión que empiecen hablando de sentimientos”. Sabiendo cómo nos sentimos es mucho más fácil  hablar luego de cuestiones racionales. Con las condiciones pertinentes y partiendo de la empatía se podrá entender al otro y por tanto crear de nuevo vínculos que se podrían haber dañado.

Esta estrategia de los círculos de debate es recomendable aplicarla también en los niños y en las escuelas, ya que han sido estas uno de los epicentros de la violencia vivida estos días. Así, las escuelas han sido uno de los espacios primordiales en los que los equipos de psicólogos y juristas han estado llevando a cabo varias iniciativas ciudadanas desde el 2 de octubre, focalizadas en preservar la salud emocional de la población. Es el caso del grupo Som Defensores, que creó para el día 1 una bolsa de voluntarios y observadores que fueron identificando todas las vulneraciones de derechos. A partir de aquí, Irídia, en coordinación a la Oficina por la No Discriminación del Ayuntamiento de Barcelona y otros agentes, ha trabajado en escuelas y barrios para hablar directamente con aquellas personas afectadas por la violencia policial.

El hecho de que esta violencia se diera en escuelas y hayan trascendido las imágenes de ancianos acercándose a votar incrementa la sensación de violencia y el desconcierto colectivo, ya que estos dos colectivos, de los más vulnerables de la sociedad,  son los que han sufrido las consecuencias de lo sucedido. No hace falta que un niño hubiera estado presente durante la actuación policial para sufrir posteriormente el impacto de lo que pasó en su escuela,por ello Ubieto recomienda sacar las escuelas de la escena política para que vuelvan a recuperar el concepto de inocencia y pureza que las caracteriza.

Que abuelos y niños estén en el punto de mira como afectados, complica generar una explicación racional colectiva. Volviendo al símil a los atentados, Ubieto cuenta que en ese caso era mucho más fácil de entender “o de creer que se entiende” ya que “ se puede partir de la base de que hay una guerra entre occidente y el islam y echarle la culpa al extranjero”. En el 1-O es más difícil de explicar porque “toman partido familias, niños y abuelos y es mucho más difícil de entender qué ha hecho el abuelo para merecer que le peguen”.

Para explicar lo inexplicable, o al menos entenderlo, se están iniciando metodologías grupales para superar las situaciones vividas de manera colectiva. Crear grupos de apoyo mutuo es, según Irene Santiago, una de las herramientas más resilientes y de apoderamiento que las personas pueden crear ante situaciones ambiguas donde las emociones sean difíciles de gestionar. Después de la euforia que algunos hubieran podido vivir el 1-O, el miedo o la angustia sentida por la represión, la impotencia o la frustración, ahora también hay gente que se encuentra ante la decepción de un referéndum del que finalmente no se han aplicado sus resultados.

Santiago ve que, más allá de lo que pasó el mismo 1 de octubre, Catalunya arrastra desde el día 20 de septiembre, con la detención de políticos y todo un día de movilización en la calle, una escalada del conflicto. Un conflicto que ha seguido después. “Este contexto desgastante hace que estemos en un estado de alerta continúa”, comenta. Para el grupo de psicólogos coordinados en la Oficina por la No Discriminación es importante transmitir la idea de que, aún estando fuera de la normalidad, “se puede continuar”.

Sea de manera colectiva, en grupos de apoyo mutuo, o de una manera más íntima y reducida, es importante, para Santiago, entender que “podemos aprender de lo que ha pasado y de lo que hemos vivido”. Si lo hacemos así, sigue Santiago: “si enfocamos el trabajo psicosocial hacia la resiliencia y el fortalecimiento, generaremos herramientas y aprendizaje que nos ayudarán”. También apunta que aunque no haya trauma visible, sin hacer del miedo una patología, es necesario hablar. “Hay gente que siente que tiene una responsabilidad política y por eso no crea espacios donde cuidarse, prefiere seguir trabajando, pero hacer las dos cosas no es incompatible”, comenta Santiago. Además, sugiere que se puede hacer trabajo político “de una manera más cuidada”.

Aquellos que ya se han integrado dentro de grupos de apoyo mutuo ven, como apunta Ubieto, que, cuando se habla de algo, el problema parece menos grave. En cambio, el silencio genera la idea de que damos por perdido el conflicto y de que no tiene solución. Ante esta incertidumbre se genera el miedo. Por esto, tanto Ubieto como Santiago recomiendan plenamente crear espacios de debate, confianza y resiliencia para poder enfrentarse de cara a las consecuencias psicológicas de lo sucedido el día 1-O.

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