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PERFIL

Aragonès, un independentista con los pies en el suelo

El vicepresidente del Govern, Pere Aragonés. EFE/Quique Garcia/Archivo

Neus Tomàs

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Pere Aragonès se define a sí mismo como una persona de orden. Un carácter que para algunos es visto como esa virtud triste que decía Montaigne. En cambio, para sus defensores es la definición de un político que tiene los pies en el suelo, algo que en el movimiento independentista no siempre es fácil. El vicepresidente de la Generalitat ahora es lo más parecido que hay en Catalunya a un president aunque no tenga ni el nombre ni ostente el cargo. La inhabilitación de Torra le ha situado ahí, como la encarcelación de Oriol Junqueras le convirtió en el elegido para ocupar su lugar en el Govern y en el partido. 

Aragonès considera la discreción como un mérito y seguramente lo es en estos tiempos de titulares efímeros y controversias virtuales. En las redes le han acusado de ser del Opus Dei cuando en realidad se considera un “ateo practicante” o se le reprocha que sea nieto de un alcalde franquista obviando que su otro abuelo era republicano. Hace tiempo que decidió que no quería entrar en ese tipo de polémicas pese a haberse convertido en diana de algunos sectores del independentismo más radical.  

Licenciado en derecho por la Universidad Oberta de Catalunya y máster en Historia Económica por la Universidad de Barcelona, la trayectoria vital de Aragonès está ligada a ERC. Empezó a militar en la Juventudes cuando tenía solo 16 años. Su padre le dio un consejo que ha conseguido seguir: “Haz lo que quieras, pero que no te tenga que venir a buscar a la comisaría”. En el otoño del 2017, fue de los pocos que se salvaron en la cúpula de ERC. Junqueras le había preparado para que llegado el momento fuese él quien asumiese las riendas del partido. “Oriol me había dicho: ’Tenemos que reservarte porque tiene que quedar alguien cuando todos hayamos recibido”, le reveló Aragonès a la periodista Magda Gregori, autora de la biografía del vicepresidente. Junqueras decidió protegerle desde un principio y por eso no quiso que formase parte del núcleo de dirigentes que estaban implicados en la organización del referéndum del 1-O. Eso fue lo que le salvó.

El 28 de diciembre del 2017, Oriol Junqueras y Marta Rovira le comunicaron en un locutorio de la cárcel de Estremera que si le pasaba algo a la secretaria general tendría que quedarse él al frente de ERC. Tres meses después, Rovira se instalaba en Ginebra y a Aragonès no le quedó otra que dar el paso al frente. Solo había puesto una condición y era que le ayudasen “entre todos”.

Aragonès tiene 36 años pero lleva ya unos cuantos ocupando cargos institucionales. Fue concejal en el Ayuntamiento de Pineda de Mar desde el 2011 hasta el 2017 y durante diez años, entre 2006 y el 2016, fue diputado en el Parlament. Fue entonces cuando Junqueras le nombró su mano derecha en la vicepresidencia económica del Govern. Si le preguntan si es más de Marx o de Keynes no tiene ninguna duda. “Keynes, porque, a diferencia de Marx, puso en práctica sus teorías y sus propuestas se han ido implementando. Marx nos puede servir para hacer el diagnóstico, pero no para la receta”, explica en su biografía. 

Llega al despacho sobre las 8.15, saluda al equipo y ojea la prensa en papel aunque antes ya ha hecho un repaso a las ediciones digitales. Toma el primer café del día, siempre sin azúcar, y se conecta a la reunión diaria de seguimiento del COVID. Él fue uno de los primeros políticos que se contagió del virus. En su caso no pasó de malestar general y trabajó bastantes días encerrado en una habitación de su casa, aislado de su mujer y su hija Claudia. 

Pese a que podría instalarse en el Palau de la Generalitat, ha decidido que seguirá en el departamento de Economía. Cree que una de sus virtudes y sus defectos es la paciencia. La ha necesitado durante esta legislatura y la seguirá requiriendo de aquí a las elecciones. Define a Quim Torra como una buena persona que se ha encontrado haciendo política en un contexto complicado y pese a las tensiones evidentes entre JxCat y ERC, ambos han conseguido que estos dos años sus diferencias, que las ha habido, no les afectasen en el ámbito personal. 

Frente a lo que se ha denominado como el independentismo mágico, Aragonès receta trabajo y tenacidad para ampliar apoyos, “nuevas complicidades y nuevas aportaciones”, y ese es el mensaje que intenta transmitir cuando se le pregunta cuál es su objetivo. El otro es evitar “la cronificación del conflicto”. Por eso batalló durante semanas hasta conseguir que el Gobierno central se aviniese a crear una mesa de diálogo. “El día a día para cambiar las cosas a veces es duro. Pero estamos aquí para cambiar las cosas”. Realismo frente a la épica. De esto irá también la campaña electoral en la que él será el candidato de ERC. 

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