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La vida en las ‘casas baratas’ del Bon Pastor, convertida en museo: “El barrio no pierde la esencia, pero lo añoras”

Carrer Barnola, en 1970.

Marta Aresté Mòdol

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Dos hileras de casas de arquitectura sencilla, en la que cada una parece el reflejo de la otra: dos ventanitas y una puerta en medio es lo que las caracteriza. Son las ‘casas baratas’ del Bon Pastor, un símbolo de lucha vecinal de Barcelona, que desde este sábado son homenajeadas con la apertura de un museo. En él se podrán visitar dieciséis de las 750 casas, que han sido reformadas y se han llenado con mobiliario que perteneció a los vecinos, para mostrar cómo era la vida en estos hogares en diversos momentos de la historia. Así, la renovación del espacio ha implicado la colaboración de todo el vecindario, que ha aportado fotografías, electrodomésticos y también vivencias y recuerdos que llenan las paredes de estas casas. 

Este viernes, vecinos del barrio han podido visitar la instalación antes de su inauguración oficial. “No tengo recuerdos duros de mi vida aquí. Éramos muy felices. Da gusto pasear y ver las casas rehabilitadas”, decía Cristóbal Baños, vecino de 71 años, nacido en una de las casas del barrio. La jornada se ha vivido con emoción entre aquellos que miran al pasado con ternura y se sienten orgullosos de ser, vivir y participar en en la vida y esencia del Bon Pastor. 

Las ‘casas baratas’, construidas entre 1928 y 1930 para recibir miles de personas migrantes que acudieron a Barcelona en busca de trabajo, son ahora parte de una de las muestras del Museu d’Història de Barcelona (MUHBA). Salvador Angosto, primer presidente de la Asociación de Vecinos y Vecinas del Bon Pastor en 1974, ha explicado que “después de muchos años, no solo hemos conseguido entrar en la ciudad, sino que ahora somos parte de ella”. 

Son dieciséis las viviendas obreras que pasarán a formar parte de la memoria histórica del barrio y de Barcelona. Los objetivos del MUHBA y la Asociación de Vecinos y Vecinas del Bon Pastor pasan porque las casas, de apenas veinte metros cuadrados, mantengan el aspecto humilde que las caracteriza, tanto por fuera como por dentro. El teniente de alcaldía de Cultura, Educación, Ciencia y Comunidad, Jordi Martí, ha insistido en que “el museo es un reflejo de la historia y la vida de la ciudadanía, algo que no se podría conseguir con una sala de exposiciones en el centro de la ciudad”.  

Las casas baratas, un reflejo de la historia de Barcelona

El aumento de población de principios del siglo XX en la ciudad provocó también el auge del barraquismo, sobre todo en zonas como el litoral o en la montaña de Montjuïc, donde en 1914 se contabilizaron hasta 800 barracas. Para reducir las cifras y compensar la falta de viviendas, el Patronat Municipal de l’Habitatge decidió construir varios bloques de ‘casas baratas’ en cuatro polígonos industriales diferentes, entre ellos, el barrio del Bon Pastor. 

Las ‘casas baratas’, propiedad del Patronato de Vivienda, no contaban con apenas condiciones de habitabilidad. Después de años de negociaciones, el Ayuntamiento empezó a reubicar a las 750 familias en Viviendas de Protección Oficial (VPO) de nueva construcción. Los últimos en dejar atrás su vida en las ‘casas baratas’ acaban de estrenar sus nuevos hogares apenas hace unas semanas. Son los pisos en los que se encuentran ahora personas como Cristóbal Baños, después de que su casa haya sido convertida en museo. 

Los vecinos coinciden en que el aire de proximidad que se respiraba cuando vivían ahí sigue siendo el mismo. Amparo Asensio tiene 75 años y era vecina de la ‘casa barata’ nº 5 de la calle Ardèvol, una de las que es ahora parte de la exposición y que mantiene aún los azulejos de cuando ella vivía ahí con su marido. “El barrio no pierde la esencia, pero lo añoras. Éramos todos una familia, salíamos a la calle, charlábamos y nos daban la una, las dos y las tres de la madrugada”, recuerda Asensio, con la voz temblorosa, visiblemente emocionada por volver a los escenarios de su infancia y juventud.

Ahora, los antiguos vecinos del barrio pasean y recuerdan todo lo vivido con orgullo y nostalgia. “Las calles eran una parte más de la casa”, añadía Sonia Abellán, conocida en el barrio como la hija de la familia de los Carretero. “Recuerdo levantarme por las mañanas, desayunar con mi yaya y salir a jugar a la calle. Luego nos llamaban para ir a comer y volvíamos a salir. Era un pequeño pueblo donde teníamos todo el espacio del mundo para jugar”, comentaba la vecina. 

Entrando por el pasillo de la casa nº 18 se encuentra un cuadro enmarcado del escudo del club de fútbol Unión Deportiva Buen Pastor, fundado en 1932. Las casas que siguen en pie parecen un baúl de recuerdos que incluye desde fotografías de niños jugando a la pelota en la calle, a sofás con el tejido desgastado del roce de los pantalones. También sartenes y cacerolas de aluminio con el fondo gastado. Todo ello gracias a aportaciones de vecinos como Amparo o Cristóbal, que se emocionan al ver a sus familiares en los marcos de fotos de las estanterías. 

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