“Conviviendo por encima de nuestras posibilidades”. Esa es la frase con la que contestaba la pregunta 'qué tal' en los primeros días de este encierro por prescripción médica que nos ha tocado.
Amén de muchas otras cosas, la situación ha trastocado por completo los ritmos cotidianos de vida familiar hasta un límite que quizá no somos capaces aún de valorar.
Pero mientras nos llegan estudios, análisis, estadísticas o tratados, hay que gestionar el día a día tratando de que no nos coma y de que no se rompa ese nosequé que permite que en casa haya, además de lo de siempre, momentos de felicidad, de tranquilidad o de diversión.
Ahora nos vemos todos todos los días y a todas horas, no hay escapatoria.
Siempre es importante, pero en una situación como esta es vital entender y sobre todo, asumir, que la responsabilidad y la carga de trabajo de esa gestión diaria tiene que estar repartida entre todos los miembros de la familia (hijos o hijas incluidos).
No hay excusas (en realidad nunca las ha habido) ni pretextos y además es una ocasión excepcional para que nuestros hijos vean, valoren y practiquen (esto es importante) lo que supone diariamente eso tan manido de “llevar la casa”.
Si el dichoso confinamiento logra que asumamos que el día a día de la familia es una tarea cooperativa, seguramente habremos dado un paso de gigante en el camino hacia la igualdad y en algo tan complicado como desmontar los llamados roles de género, ese invento que aún hay quien utiliza como excusa para comportamientos no igualitarios (y para justificar su estatus, claro).
Yo sigo con ello: metiendo la pata de vez en cuando, aprendiendo de cada uno de los miembros de mi familia y sobre todo, desaprendiendo mucho de lo que creía importante.
Ánimo, a todos y a todas.
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