María de Quesada: “La presión que ejercen las redes sociales en relación con los suicidios de jóvenes es muy negativa, hace falta educación”
'La niña amarilla' es un libro sobre la conducta suicida durante la adolescencia. Su autora, Maria de Quesada, es licenciada en periodismo y presentó la obra el pasado miércoles 22 de septiembre en el Jardín Botànico de València. En sus páginas relata su experiencia, la de un intento de suicidio en 1995, y además da voz a otra veintena de historias ocultas tras el tabú y el estigma que rodean esta realidad en España y en el mundo. Cada capítulo es un relato real en primera persona que intenta traer luz y amor a la conducta suicida en la adolescencia y en la juventud. De Quesada explica en una conversación con elDiario.es cómo se gestó el libro, así como los mitos y tabús en torno a los conductas suicidas o cómo pueden influir Internet y las redes sociales en las ellas.
¿Cómo le surge la idea de crear este proyecto?
Surge desde mi propia experiencia personal cuando a los 15 años intenté suicidarme. Esa experiencia la silencié cómo hacen muchas personas y el hecho de silenciarlo no evitó que dejara de existir en mí, siempre estuvo y siempre me acompaña. Lo que pasa es que yo intentaba taparla. En el año 2017, viviendo en Estados Unidos y haciendo una formación de yoga, un compañero me compartió una experiencia muy similar a la mía. Eso enseguida me tocó el corazón y quise participar y contarle que a mí también me había pasado, pero no pude, no me salía ni la voz. Ahí fue cuando me di cuenta de que yo sí que quería contar esa historia empezando por la gente que quería: mi pareja Samuel, con la que tengo dos hijos y después de 13 años de relación no se lo había contado, a mis amigas de toda la vida, a las de la carrera como Alicia, Cristina, Águeda... no se lo había contado ninguna.
Fui haciendo esto, contándolo con un ejercicio de ir aceptando esa situación. Y me di cuenta de que me fui liberando, pero sentía que podía hacer algo más. Entonces se me ocurrió que podía escribir mi historia, pero no sabía muy bien si en un blog, en una web, en un medio, como un artículo. Después pensé que era simplemente una más de tantas que hay y, al pensar eso, se me ocurrió buscar más historias y fue cuando me vino a la cabeza la idea de publicar un libro autoeditado porque pensaba que esto no le iba a interesar a nadie. Sin embargo, luego me encontré que todo me resultó como un camino trazado muy fácil.
¿Cómo localiza el resto de historias que aparecen en el libro?
Creé una página web y empezaron a llegarme. Apareció mucha gente interesada en el proyecto, que quiere hacer algo más, participar de cualquier forma, creando asociaciones. Esta respuesta me abrumó y me di cuenta de que esto es un grave problema social y que nadie habla de él. Empecé a investigar, a ver números, a leer artículos y me di cuenta de que en los medios de comunicación se comunica aún de una forma poco preventiva, pocos medios son responsables a la hora de comunicarlo, entonces investigué más y, mientras escribía el libro, me iba formando yo sola y aprendiendo sobre prevención desde el punto de vista de los medios de comunicación sobre todo, porque soy periodista, pero también desde el punto de vista psicológico: las señales de alarma, los mitos en torno al suicidio que no ayudan al tabú, la voz de los supervivientes, todo.
Entonces empecé a descubrir un mundo que, la verdad, me fascina, porque la buena noticia es que el suicidio se puede prevenir, aunque no estamos haciendo nada por prevenirlo. Pero es una buena noticia porque podemos hacer mucho por la gente que cada día se está quitando la vida. A partir de ahí, llegó una editorial que me ofreció publicar el libro y acepté porque creo que así puede llegar a mucha más gente. Y hasta hoy, el 9 de septiembre salió a la venta y lo acabamos de presentar.
¿Cuántos casos se relatan y por qué el nombre de 'La niña amarilla'?
Son un total de 23. Y el nombre del libro la verdad es que lo soñé, mientras estaba en el proceso de empezar a escribir la historia me apareció como la portada de un libro. Como te he comentado no tenía muy claro dónde iba a publicarla y de repente me apareció en un sueño una portada amarilla, una niña, y así me surgió sin tener ni idea además de que el color amarillo es el color de la prevención del suicidio. Además, es un libro sin ánimo de lucro, todos los fondos van a la asociación La Niña Amarilla para la prevención del suicidio. Estamos haciendo talleres en universidades y en la Unió de Periodistes Valencians para dar formación a los periodistas para comunicar bien los casos de suicidio. Queremos llevar a la prevención a todos los foros sociales.
¿Existe algún elemento común en esas 23 historias personales?
Sí, hay una baja autoestima. Cuando esto sucede, cuando hay poco amor por ti mismo es difícil encajar una situación, cualquiera que sea, que te afecta emocionalmente, sea una discusión, un abuso, un maltrato, todas estas cosas que acontecen en la vida y que si eres una persona con baja consideración por ti misma tienes esa tendencia a la autodestrucción porque piensas que no sirves, o que no mereces, y ahí es donde hay un punto en común. Creo que todas las personas sufren y que todas las personas en este caso son supervivientes, que también es una buena noticia porque han podido superarlo, siempre hay una luz: una persona, una situación, una pasión como la música, la literatura, cosas que a esas personas les ayuda a superarlo. Eso es importante destacarlo porque siempre hay algo que una persona puede encontrar para agarrarse a la vida en un momento difícil.
¿Este libro lo pueden leer los niños?
No es un libro infantil, pero yo se lo voy a leer a mis hijos. Ellos ya saben algunas historias porque tienen que saber que la gente sufre que ellos pueden sufrir y aquí se cuentan historias de niños con pensamientos suicidas, niños de 9 años que ya piensan en desaparecer. Entonces esto también les puede pasar a mis hijos o a cualquiera, sea por las redes sociales, sea por el colegio, o sea por lo que sea. Pero a lo que voy es que si a ti te está pasando algo y tú puedes llegar a comunicárselo a alguien tú puedes salvarle la vida. Lo que quiero a través de 'La niña amarilla' es que los adolescentes se vean reflejados, que mucha gente sufre y que pueden hablar.
Es como crear un puente de comunicación en una edad difícil, pero hay que crear ese puente y solo se puede crear mostrando nuestra vulnerabilidad. Yo como madre, si mis hijos me ven llorar es algo normal, porque sufro, lloro y me pasan cosas. A nuestros hijos no les ayuda que les digamos “no llores, hay que ser fuerte” y cosas así. Todo esto es muy antiguo y ahora lo que tenemos que hacer es mostrar nuestra vulnerabilidad como seres humanos para que ellos puedan mostrar la suya.
Hablaba de mitos y señales de alarma. ¿Qué ejemplos pondría?
El mito más extendido es que hablar de suicidio causa efecto contagio. Eso está muy extendido, es bastante absurdo y ya desde hace 20 años la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda a todas las administraciones que hablen y prevengan el suicidio porque si no se habla sobre él es muy difícil poner soluciones. En los medios de comunicación ha pasado lo mismo, lo hemos silenciado porque se nos ha dicho que lo hagamos. Entonces a esto hay que darle la vuelta y crear el efecto contrario que es hablar para prevenir. Otro mito muy extendido es que todas las personas que se suicidan tienen enfermedad mental, eso no es cierto.
Hay personas que sí la tienen, es un factor de riesgo elevado, pero yo no he tenido ninguna enfermedad mental y he intentado suicidarme. Conozco muchas personas que también les ha pasado que en un momento puntual han tenido un desajuste y han sufrido y han tenido esos pensamientos y esa conducta. Hay que empatizar y pensar que nos puede pasar a cualquiera para empezar a poner solución. Otro mito es que es para llamar la atención, pero un intento de suicidio es una señal brutal de sufrimiento y hay que ayudar a esa persona que está con todas las alarmas buscando un profesional y poniendo los medios necesarios para ayudarla.
Ahora se empieza a hablar del tema y nos llevamos las manos a la cabeza cuando vemos que el suicidio es la principal causa de muerte no natural entre los jóvenes, cuando es una realidad que siempre ha estado ahí. ¿Qué ha fallado?
El tabú del que hablaba antes. Realmente no se nos hablaba de suicidio porque no interesaba, hemos girado la mirada a otros lugares y no le hemos prestado atención. En primer lugar las administraciones que no sacaban los datos y siguen sin hacerlo. Aquí sacan estadísticas cada dos años cuando en otros países es mensual, por ejemplo en Japón. También falta investigación, inversión, y sobre todo, un plan de prevención directamente. Entonces nos llevamos las manos a la cabeza porque no se nos ha informado. Ahora en los medios, como consecuencia de la pandemia, la salud mental está más presente en la agenda política y social y nos ha traído estos números que ya estaban, pero que parecía que nos daba igual porque no los sabíamos. Pero ahora la gente es más consciente de que le puede tocar a cualquiera y eso es fundamental para que podamos ser todos parte de la solución y parte de la prevención.
¿En qué situación está el primer plan de prevención del suicidio que aprobó la Conselleria de Sanidad valenciana en 2017?
Fue el primer plan que se hizo en España y es muy completo. Lo impulsó Carmen Montón, pero con el cambio de consellera se quedó colgado en la web de Sanidad y no se ha implantado, no se han puesto los recursos. Ahora después de casi seis años y de la pandemia está empezando a haber otro tipo de acciones. Por ejemplo el Ayuntamiento de València puso en marcha el plan Ciutat Saludable con una serie de charlas el año pasado sobre prevención y también se está haciendo formación a cuerpos de seguridad, policías, bomberos o profesorado, que es fundamental. Aquí sí que se está empezando a ver un cambio pero necesitamos que sea mayor y que sea estatal. A nivel autonómico se están haciendo cositas, pero falta que todo se coordine y se estructure para que tenga sentido en todo el país.
¿Qué medida considera que sería la más urgente, la primera que habría que aplicar?
Por un lado aumentar los recursos sanitarios de psicólogos y psiquiatras, que ahora estamos a un tercio del resto de Europa. Tenemos seis psicólogos por cada 100.000 habitantes y en el resto de Europa tienen 18. Y por otro lado que se fomente la educación, que se empiece a hablar de suicidio en los foros sociales: en las escuelas, institutos, universidades. La gente joven tiene que hablar de estos temas y se necesita hablar de estos temas. Por lo tanto, prevención y recursos sanitarios deben ir siempre unidos.
¿Qué factores cree que influyen en esa elevada tasa de suicidios entre los jóvenes?
Como decíamos, es la principal causa de muerte no natural entre personas de 15 a 29 años. Yo creo que ya de por sí la adolescencia es una etapa vulnerable. En este mundo en que vivimos de redes sociales donde hay mucha exposición y mucha presión muchas veces viven muy expuestos y esa presión que ejercen las redes sociales en muchas ocasiones es negativa en un momento en el que estás formando tu personalidad. Nosotros no teníamos redes sociales y no teníamos esa presión, pero ellos tienen mucha más. Yo creo que hace falta educación, que entiendan cuál es la diferencia entre el mundo virtual y el mundo real, que entiendan qué es el éxito para cada persona porque en este mundo capitalista que vivimos la competitividad, la comparación o la importancia del cuerpo confunde mucho a estas edades y hace falta hablar mucho más. Igual que hablar del mundo virtual, hablar de temas que a ellos les tocan como el acoso escolar, el abuso, el maltrato, temas que les afectan.
¿Situaciones como el acoso escolar que siempre han existido potencian sus efectos negativos con el uso de las redes?
Efectivamente el acoso es una realidad que existe desde hace muchos años y ahora existe algo que, leí el término este año y me asustó, que se llama cibersuicidio. Es cuando una persona se suicida por la presión que tiene en redes sociales y el acoso que le hacen, o cómo se siente ante el mundo virtual. Y de hecho hay muchas páginas web que incitan al suicidio. hay millones de páginas con métodos y tutoriales. Tenemos toda esa información ahí.
Lo que hay que hacer ahí es llenar Internet de prevención. Igual que Google cuando pones suicidio te saca el Teléfono de la Esperanza, hacer una doble inversión en esto para que cada vez que alguien busque algo relacionado con los suicidios o los métodos, salgan millones de páginas para ayudarla. Luego, mucho más control por parte de las redes sociales para eliminar las cuentas pro suicidio, porque no lo hacen. Yo a la semana denuncio de 10 a 15 cuentas en Instagram con personas autolesionándose o incitando al suicidio. Eso hay que cortarlo.
¿Podemos decir que ahora hay más casos que hace unos años o son los mismos pero antes no se hacían públicos como ahora?
No sabría decirte porque el tema de que el tabú se vaya abriendo también permite que conozcamos más y que se hable más del tema. Tampoco se trata de demonizar ahora Intenet, pero sí que creo que hace falta más educación. Si tienes pensamientos suicidas y estás viendo esas cosas por la red tienes que tener la suficiente capacidad como para no caer en eso y es difícil a ciertas edades, con lo cual necesitamos más control y educación.
¿Cómo deben los medios tratar los casos de suicidio?
Siempre con mucho respeto, con responsabilidad, siguiendo las directrices del Ministerio de Sanidad y la OMS. No hay que hablar de métodos, no hay que publicar el lugar de los hechos, notas suicidas, no ahondar en causas porque son muchas y muy complejas, no relacionarlas con una enfermedad mental porque eso estigmatiza. Poner los teléfonos de prevención, dar voz a supervivientes, hablar con psicólogos o psiquiatras. Y desde luego, olvidarse de la inmediatez, cuando hay un suicidio y se tiene que publicar porque es un personaje público, eso hay que tratarlo con mucho amor y no se puede hacer con prisas para ser el primero porque lo más seguro es que lo saques mal y ahí sí que puedes crear efecto contagio. Hay que cuidar mucho esa información antes de darla.
Teléfonos de ayuda:
- Teléfono de la Esperanza: 717 003 717
- Emergencias: 112
- Asociación Barandilla: 91 18 53 85
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