Desconocer el País Valenciano
“L’ampla geografia del país es nutrícia,
com l’antiga deesa de malucs i pits grans.
Versaires que la canten cauen al dèdal pànic
del polícrom barroc que els attorrolla el cant.
De vell no tornarem al clam admiratiu
amb un intent ferèstec d’ésser originals.“
Joan Valls Jordà. Alcoi, “Difícil és donar un nom a cada cosa” 1986
Circula la corriente de opinión por la que triunfan las grandes infraestructuras y los trazados de comunicación y transporte: ampliación y accesos al puerto de València y el Corredor Mediterráneo para trenes. En paralelo el País Valenciano necesita la revolución pendiente de las pequeñas y medianas empresas frente a la prepotencia de las grandes compañías, apenas un 0,02% del total. Si se ve el ranking de las grandes empresas consideradas valencianas, la mayor parte del sector de la Alimentación –Mercadona (empresa familiar) y Consum (empresa cooperativa) las primeras–, en conjunto son escasamente definitorias del tejido empresarial valenciano compuesto por 345.000 empresas de reducida dimensión que representan el 99’8% de la estructura económica del territorio.
Desconocimiento
Las pymes son fundamentales para las grandes empresas y generan el 65% del empleo. Estos datos y algunos más convierten a las pymes en protagonista principal en las estructuras productivas que, sin justificación alguna, han sido colonizadas por las grandes compañías. Las que han acaparado la voz y la representación de una trama económica mucho más amplia, que carece de capacidad de diálogo para reivindicar sus derechos e intereses ante la sociedad y hacia sus representantes legítimos: las administraciones y el estamento político. Las pymes son actores relevantes de las economías modernas. En el reconocimiento de esta faceta mayoritaria del dinamismo económico han fracasado los últimos gobiernos de signo progresista (PSOE, Compromís y Podemos) del Consell de la Generalitat Valenciana conocidos como del Botànic. Su desconocimiento del entramado económico-empresarial del País Valenciano y el deslumbramiento les han confundido ante el poderío conseguido y ejercido por los líderes de las grandes empresas (AVE y CEV). La claudicación en la política que necesitan las unidades de negocio para conseguir su regeneración ha contribuido a que pierdan el poder. Frente a contrincantes –PPy Vox– de dudosa capacidad de gestión, consiguieron promocionarse como alternativa de cambio. Las pymes, mayoritarias y significativas para el futuro del País Valenciano, han de recuperar la importancia y el respeto que consiguieron, desde 1977, fundación democrática de la patronal valenciana CEV y perdieron,en la llegada al poder del Partido Popular con Eduardo Zaplana, en la Generalitat (1995), y Rita Barberá en el Ayuntamiento de València (1991).
Rostro humano
Como vocal de la Junta Directiva de de Cepymev, Confederación de la Pequeña y Mediana Empresa Valenciana, asistí en 2013 a su fusión por absorción con CEV, fraguada en la presidencia de José Vicente González, proclive a las estructuras de poder y reacio a la pluralidad empresarial y al diálogo. Está probado que las empresas de reducida dimensión contribuyen a conseguir la consolidación de la economía con rostro humano. Forman parte integral para el proceso de regeneración de la economía de mercado. Se involucran en el crecimiento de la productividad, mediante la innovación y el cambio tecnológico, para que a través de ellas millones de personas se incorporen al flujo económico. Si bien es cierto que se extinguen muchas de ellas con un ciclo vital rápido, nacen bastantes más que mueren con un balance vegetativo positivo. Son el instrumento insustituible para mantener el ritmo de crecimiento de la economía. En las pymes valencianas predomina el compromiso social trabajo- propiedad y con el territorio donde están situadas y arraigadas. Hacen gala de un clima organizativo dialogante para conseguir los objetivos de crecimiento y rentabilidad a largo plazo. Se insertan en la nueva economía de la digitalización y el conocimiento. El impacto de la economía del conocimiento sólo se puede comparar al de la Revolución Industrial, cuando se produjo el relevo de la empresa agraria de adscripción rural por la Industrial y urbana. La economía valenciana acusa bastante retraso acrecentado por el abandono de los poderes públicos incapaces de implementar el crecimiento económico basado en la productividad competitiva y en la obtención de riqueza para superar el reto del desempleo .
Solos
La ausencia de políticas eficientes de reestructuración industrial con entidades y programas de promoción eficaces para las industrias confirma el error de suprimir el Instituto de Promoción Industrial –Impiva– sin sustitución alguna, como sucedió con el Instituto Valenciano de Exportación –Ivex–. A esta inferioridad competitiva se sumó el falseamiento de los principios fundacionales del Parque Tecnológico del País Valenciano ubicado en Paterna y la hecatombe ruinosa de Feria València. Así se consolidó el fracaso y el vacío de instrumentos y entidades que, además de dejar a las empresas valencianas huérfanas de organismos promocionales, han impedido una vía de conocimiento, aprendizaje y práctica profesional para que el País Valenciano disponga de técnicos especializados de acuerdo con sus características y necesidades. Esta carencia tardará muchos años y varias generaciones para recuperarse, si los actuales gobernantes– el Consell de Carlos Mazón– fueran conscientes del handicap y estuvieran dispuestos a remediar sus efectos nocivos. La excepción está en la actividad turística cuyo espejismo concentrador –sol y playa, Benidorm, la cuchipanda, crucerismo portuario, intereses inmobiliarios– ha conducido a prácticas corruptas y de nepotismo por parte de colectivos hegemónicos afines a los partidos políticos que detentan el poder en detrimento de las necesidades de la mayoría del sector turístico.
València no es país
Hay dos países, uno tópico y manido, opaco y falso en definitiva. Otro auténtico y arraigado que responde a la verdad. Solo hay un territorio que definen y nutren los pueblos y las comarcas, de dentro hacia afuera. Se ha impuesto el estereotipo de bonanza, buen rollo y felicidad gratuita. Por el que finalmente y sin mucha reflexión –en València se acaba escogiendo lo más fácil, fiando siempre al menor esfuerzo–. Esta imagen consustancial y hueca lleva a continuas imprecisiones de quienes describen lo que pasa por aquí. Hablan de “València” para referirse a la comunidad autonómica que reúne a cinco millones de almas. O “Levante”, feliz o incomprendido, cuando la denominación es más geográfica y difusa. Los arcaicos ,con razón exclusivamente callejera y urbana, sienten la llamada del imposible Regne de València. Desde la Transición quedó muy claro que no puede haber más reino que el de España por conveniencia constitucional. El informado Enric Juliana, director adjunto de La Vanguardia acaba refiriéndose a “la importancia de València” cuando evitaba el sintagma nominal Comunidad Valenciana, sin atreverse a mentar la denominación precisa, democrática y moderna de País Valenciano. La zafiedad intelectual ha decidido que llamar a las cosas por su nombre tiene rango ideológico. Por tanto se confabula para que el nombre con el que empezó todo esto en 1979, País Valencià, sea, al parecer de la perversidad, “de rojos”, sin alcanzar a explicar por qué.
No sólo infraestructuras
Asistimos al intento sistemático de tergiversar los hechos y la verdad vivida. De desfigurar la realidad. Ahora, sobrepasadas cuatro décadas, bastantes valencianos supervivientes han de ignorar su pasado y renunciar a su país y a su historia: primer Consell del País Valencià preautonòmic (1979-1982) y Estatut d’autonomia de la Comunitat Valenciana (1982), también llamada en su preàmbulo Regne de València i País Valencià. El territorio, de Vinaroz a Guardamar, que de vez en cuando aparece y vuelve a emerger contra el parecer de voluntades adversas, no es el que se pretende encerrar tras cuatro tópicos de actualidad interesada y limitante: el Puerto de València y la ampliación norte; el Corredor Mediterráneo ferroviario, que cuando llegue será tarde y evidentemente mal; la baterías de Volkswagen en Sagunt; la constante amenaza de crisis en Ford desde la instalación de la factoría en Almussafes (1973); la falacia del turismo de sol y playa que en caótico desorden es mayor amenaza que solución para los 470 kilómetros de litoral autonómico y 270 kilómetrosde playas; el eterno estertor en pos de unas infraestructuras que cuando llegan son insuficientes: las artificiales ciudades de les Arts ( contenedor del teatro de la Ópera) y de las Ciencias, embrión sin desarrollar de lo que debió ser a semejanza de la Villette de París se concibió con su torre de comunicaciones; el Ágora reinventada por Caixabank a riesgo de que se le caigan los muros tal como ocurrió con reciente temporal de viento; L’Hemisfèric sala surrealista de proyecciones con disparatado coste o la añorada Copa del Amèrica de Vela que la alcaldesa Catalá sueña con arrebatar a Barcelona.
Economía y cultura
El periodista catalán afincado en Madrid Enric Juliana ha deleitado recientemente a la parroquia doméstica, sobre “la importancia de València” en términos sociales, culturales, económicos y políticos. En su intervención oral y escrita dice lo que dice porque conviene y lanza apreciaciones válidas emitidas desde Madrid por un directivo de rotativo catalán con la misión de escudriñar al resto de España y de manera especial el País Valenciano. Complemento imprescindible para el proyecto de la gran Catalunya con capacidad de trascendencia y desarrollo más allá de la caduca concepción territorial española en fase de replanteamiento y transformación. València es importante, como repite Juliana, pero no sólo por el Puerto y el tren de ancho europeo, sino por la idiosincrasia de un pueblo acostumbrado a sobrevivir a pesar de sus gobernantes. Se encuentra a 330 kilómetros de Madrid, razón estratégica que justifica su emplazamiento central y privilegiado en el litoral mediterràneo español. Por ser puerto de Madrid recibirá 1500 millones de euros para la ampliación norte que respaldan PSOE y PP para que revalide el segundo puesto en el ranking entre los puertos españoles, por delante de Barcelona. Los ideólogos simplistas se inventaron que ERC y la izquierda ahora en Sumar, vetaron la ampliación portuaria, dicen, para favorecer al puerto de Barcelona, que nunca compitió con el de València. Los puertos de València y Barcelona, si la cerrazón política y doméstica lo permitiera, son complementarios. Del mismo modo que las Cámaras de Comercio catalanas y valencianas antaño fueron entidades colaboradoras con resultados espectaculares para ambas partes. La sinergia siempre favorece y multiplica resultados para los territorios.Pero a Madrid no le interesaba esa potenciación mutua entre Catalunya y el País Valenciano. Tampoco en el Corredor Mediterráneo ferroviario, retrasado y paralizado por razones políticas. Recuerda Juliana que fue José María Aznar quien ordenó en 2002 que se paralizara la financiación europea para el Corredor Mediterráneo que vincula Catalunya con València camino del resto de Europa. Las cosas cambian y no habría ampliación del puerto sin Corredor Mediterráneo, como no se hubiesen instalado la Ford en Almussafes ni IBM en Puebla de Vallbona sin la Autopista del Mediterráneo.
Todo es política
La vertiente política es conocida: Junts y la patronal catalana Foment se alían frente a la desgastada ERC con el objetivo de rehacer el Eje y la Cuenca Mediterráneos. ‘València es importante’ mientras el PSOE de Sánchez-Illa añora a un Maragall o a un Ernest Lluch para consolidar su baza. En el País Valenciano la suerte está echada desde que Carlos Mazón se abandonó en brazos de Vox con premeditación y sin consultar a Feijóo tras el 28M. La compleja apuesta socialista y el frente más a la izquierda –Sumar, Compromís, Podemos, IU– se debaten ante la duda, la sensación de fracaso y la inevitable renovación que han de llevar a término con urgencia. Se han perdido siete meses y el ágil efecto botepronto para liderar a los votantes y allegados, que tan hábilmente instrumentaliza el PSOE liderado por Sánchez desde Ferraz. El valencianismo progresista, en cuidados intensivos desde la contradicción interna a la competencia con Sumar. No es fácil asumir derrotas ni asimilar servidumbres.
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