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La crisis humanitaria en Gaza ha alcanzado un punto de fractura que ya no admite matices. Desde octubre de 2023, tras la ofensiva militar israelí, los bloqueos de las fronteras y destrucción masiva de infraestructuras, más de dos millones de los palestinos dependen de las ayudas humanitarias para sobrevivir. Pero incluso estas ayudas en las condiciones de guerra prolongada por Israel, apenas logran abrirse paso. Los camiones que aportan ayuda humanitaria se han frenado, en varias ocasiones en fronteras cerradas, los precios se disparan en un mercado inestable y las organizaciones que trabajan sobre el terreno se enfrentan a diversos desafíos. “Tenemos muchos obstáculos debido a la situación y al bloqueo para entregar suministros”, dice Tamador Akel, directora de emergencias de la organización palestina PARC (Comité Palestino de Ayuda Agrícola), una de las entidades locales que sigue operando dentro de la Franja pese a las condiciones extremas.
Tamador Akel viajó a Valencia el pasado mes de octubre para participar como ponente en la jornada “Soberanía Humanitaria: hacia una participación transformadora y una localización real”, organizada por Asamblea de Cooperación por la Paz (ACPP). “La situación humanitaria es mucho peor de lo que se muestra en las noticias” advierte Akel. Su afirmación se basa en el día a día de los 72 trabajadores y más de 300 voluntarios que PARC mantiene en el terreno, distribuidos en doce puntos de intervención entre el norte y el sur de la Franja. Operan en un entorno de desplazamiento masivo, 1,7 millones de personas forzadas a abandonar sus hogares, la destrucción total con el 80% de las viviendas arrasadas y escasez extrema de alimentos, agua potable y artículos básicos. “Casi 2 millones de personas han sido desplazadas por fuerza, la mayoría han perdido sus casas y han sido desplazados más de 10 veces”, reclama Akel.
Esta crisis se intensifica aún más debido a los bloqueos impuestos por el Estado israelí para el transporte de ayuda humanitaria. “Debido al bloqueo y el cierre total de las fronteras, después de romper el primer alto al fuego, desde marzo hasta principios de octubre hubo una falta completa de ayuda y asistencia humanitaria para los desplazados internos en Gaza” , advierte. Además, la escasez de materiales también complica más la labor de PARC. “Cuando redactamos un proyecto, quizá el precio de un artículo era de 100 euros, pero por los cambios en el terreno, cada día ese precio se duplica”, relata Akel. A esto se suma los riesgos de la seguridad de los empleados. “Es un área muy insegura para trabajar, aunque somos una organización local y conocemos el lugar”, dice. Antes de la guerra, Akel “podía ir de su pueblo a Ramala en una hora”, ahora, tras el 7 de octubre, tiene que cruzar tres puestos de control, lo que puede multiplicar su tiempo de viaje hasta tres horas y complicar aún más su trabajo. “Eres como un pájaro aleteando, pero no tienes libertad, no puedes pensar con claridad: ‘vale, tengo que ir a trabajar, entonces voy’, pero no es así”, dice.
En esta guerra de Israel contra los territorios palestinos, las mujeres y los niños son las principales víctimas de la guerra en Palestina, enfrentando una crisis humanitaria brutal, con una infancia marcada por la pérdida, la desnutrición y el trauma. “En esta situación, las personas más afectadas son las mujeres, ancianos y niños”, subraya Akel. La prioridad para PARC durante la emergencia es garantizar que las mujeres, especialmente las mujeres cabezas de familia y solteras, estén representadas y escuchadas dentro de los mecanismos comunitarios de respuesta. “En primer lugar, intentamos asegurar su inclusión en nuestras actividades y en nuestras intervenciones” explica. “Nuestros comités locales y el Comité de Protección Comunitaria deben tener equilibrio de género, para que las mujeres estén presentes, participen y puedan expresar sus necesidades”, añade. “En segundo lugar, les damos prioridad a aquellas que tengan personas con discapacidad.
Una guerra en Gaza que no cesa y genera muchos incertidumbres
A pesar del alto el fuego entre Israel y Hamás, la tensión y la incertidumbre siguen dominando la realidad en Gaza. “Esperamos que dure”, dice Akel. Pero hace solo tres días la tregua estuvo a punto de romperse por las violaciones de Israel. “Tenemos esperanza, pero también temor”, advierte. Esa ambivalencia refleja el miedo compartido por muchas organizaciones que operan sobre el terreno y también los civiles. Akel recuerda que de las principales dificultades tras la primera pausa en los combates fue, precisamente, “el bloqueo de la ayuda humanitaria: no se pudo implementar intervenciones porque faltaban alimentos, kits de higiene, agua, refugios”.
En este contexto, el apoyo internacional es un elemento clave para la población gazatí, que observa con especial atención las posiciones de países como España. “Es importante para nosotros ver este apoyo sólido hacia los palestinos, especialmente desde el gobierno español”, afirma Akel, convencida de que este tipo de reconocimiento “puede influir de manera significativa tanto en la situación sobre el terreno como en la consolidación del alto el fuego”. Más allá del impacto político, ese respaldo tiene un efecto emocional inmediato, “permite a la gente sentir que no está sola”. Pero, advierte, ese acompañamiento debe profundizarse. “Necesitamos más: más del gobierno español, de la sociedad y de otros gobiernos”, insiste, subrayando que el esfuerzo internacional actual, aunque valioso, sigue siendo insuficiente frente a la magnitud de la crisis.
Dos décadas de cooperación entre ACPP y PARC
La visita de Akel a Valencia forma parte de la colaboración de más de dos décadas entre PARC y ACPP. El Comité Palestino de Ayuda Agrícola (PARC), fundado en 1983 por agrónomos palestinos en Cisjordania, nació para apoyar a las familias agricultoras con menos recursos. “Con PARC empezamos a trabajar en 1999”, explica Amaia Camacho, referente de la área de Oriente Medio en ACPP, destacando que esta alianza permite combinar “proyectos de desarrollo sostenible” con “asistencia de emergencia”, como la desplegada tras los ataques de octubre de 2023, y responder también a la creciente crisis en Cisjordania.
La Asamblea de Cooperación por la Paz trabaja en cooperación internacional, acción humanitaria y educación para la transformación social, y colabora con organizaciones locales en Palestina para visibilizar la situación y reforzar la asistencia. Para Silvia Tusón, coordinadora de ACPP en el País Valencià, esta colaboración es estratégica: “Trabajamos con organizaciones de base porque nadie conoce mejor su propia realidad que quienes la viven. Las socias locales son esenciales para construir cambios duraderos”. Tusón subraya además la importancia de la incidencia política y la sensibilización social, así como de las visitas como la de Akel: “Estas visitas son fundamentales para reunirnos con medios de comunicación y sociedad civil, para que se conozcan de primera mano las realidades que viven en Palestina y podamos, en la medida de lo posible, cambiar las reglas del juego”.