¿Qué alimentos no debes guardar nunca en la nevera?

Qué alimentos no meter nunca en la nevera.

Marta Chavarrías

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Podríamos pensar que, para que un alimento se conserve durante más tiempo, tiene que ir a la nevera. Todo, desde el pan hasta los tomates, lo ponemos en el frigorífico pensando que así ofrecemos a esos alimentos más días de vida útil. Y sí, la nevera hace una labor muy importante a la hora de conservar alimentos porque permite que algunos no se echen a perder tan rápido. Gracias al frío, se genera un poder conservante que hace que las bacterias pierdan fuerza y ralenticen su propagación.

Esto es especialmente útil en productos frescos y muy perecederos como el pescado, la carne o la leche abierta, que es mejor conservar entre los 4ºC y los 7ºC para, precisamente, inhibir el crecimiento de microorganismos patógenos.

Sin embargo, hay algunos alimentos que no necesitan estar allí porque no se conservan bien a temperaturas de refrigeración. Es más, puede que suceda todo lo contrario y en la nevera se deterioren más pronto, lo que favorece la aparición de problemas como la pérdida de sabor. Por tanto, es importante comprender que la refrigeración no siempre es necesaria.

Qué alimentos es mejor no poner en la nevera

El ambiente frío y húmedo del interior de la nevera, en algunos casos, lo que puede provocar en realidad es todo lo contrario a lo que estamos buscando: un deterioro mucho más rápido para ciertos alimentos. Hablamos de productos como:

  • Cebollas y ajos: estos alimentos no se llevan nada bien con la nevera. En ambientes con mucha humedad, las cebollas y los ajos enteros la absorben y empiezan a ablandarse y a brotar moho. Para la mayoría de las cebollas enteras, sean del tipo que sean, es mejor dejarlas en un lugar donde estén bien aireadas, lejos de la luz solar directa (de lo contrario, brotarán) y mejor solas, en lugar de colocarlas junto a otras verduras. En el caso de que tengamos una cebolla cortada, entonces sí es mejor guardarla en un recipiente hermético en la nevera.
  • Patatas: el almidón de las patatas se convierte en azúcar a temperaturas más bajas, lo que da como resultado un sabor dulce y una textura arenosa, incluso después de cocinarlas. Es posible que notemos que, en la nevera empiezan a volverse más secas e incluso un poco granuladas. Lo mejor es almacenarlas enteras en un lugar fresco y oscuro más cálido que la nevera.
  • Tomates: es común caer en el error de guardar los tomates en la nevera. Sin embargo, debemos tener presente que el frío y la humedad hacen que pierdan textura y sabor y se rompan las membranas de las paredes celulares, por lo que se detiene su proceso de maduración; como demuestran algunas investigaciones, según las cuales enfriar los tomates por debajo de los 12ºC limita su capacidad de generar sustancias que contribuyen al aroma y el sabor. Lo mejor para este alimento es que lo dejemos en la despensa o en algún lugar seco y fresco, alejado de la luz solar directa. Eso sí, como es sensible al etileno –un gas que acelera la maduración–, lo pondremos lejos de alimentos que producen este gas, como plátanos, manzanas o peras. Solo lo guardaremos en la nevera cuando esté muy maduro.
  • Chocolate: si lo ponemos en la nevera veremos cómo aparece una capa blanca en la superficie que hace que cambie el gusto y su textura. Esto se debe al sistema de condensación del agua de la nevera, que lo cristaliza. Lo ideal es guardarlo a temperatura ambiente en bolsas de plástico con cierre, lejos de la luz, y evitando tanto como podamos las altas o bajas temperaturas.
  • Plátanos: les ocurre algo similar a los tomates, que el frío de la nevera retrasa su proceso de maduración, por lo que necesitan estar a temperatura ambiente para continuar con el proceso. Una excepción son los plátanos ya muy maduros, que sí pueden guardarse en la nevera para evitar que se estropeen. Debemos tener en cuenta que, aunque la piel se vuelva marrón o negra, el interior está en perfecto estado.
  • Pan: las bajas temperaturas hacen que todo el pan, también el de molde, pierda su sabor y se deteriore más rápido, volviéndose más seco y duro. Es mejor guardarlo en un lugar fresco pero seco, mejor si lo hacemos en una bolsa de tela o papel, o conservarlo en el congelador ya cortado si no vamos a consumirlo pronto.
  • Miel: con el frío, la miel se cristaliza y pierde muchas de sus propiedades. Podemos guardarla a temperatura ambiente sin problemas ya que, gracias a la gran concentración de azúcares en su pH, se conserva óptimamente en un bote bien cerrado.
  • Frutas tropicales: el mango, el aguacate o el kiwi, al ser frutas acostumbradas a los climas cálidos, no toleran bien el frío de la nevera, que acelera su descomposición e impide que maduren, lo que se traduce en una pérdida de sabor. Solo si están muy maduras y no vamos a consumirlas inmediatamente pueden ponerse en la nevera.

En todos estos casos, los estantes de nuestra despensa pueden ofrecernos el ambiente perfecto para que se conserven bien sin caer en la tentación de abrir la puerta de la nevera.

¿Por qué metemos los huevos en la nevera?

Una duda frecuente y recurrente que solemos tener es por qué los huevos en el supermercado están a temperatura ambiente y nosotros los ponemos en la nevera cuando llegamos a casa. Estamos hablando de un alimento que, por su naturaleza, es muy sensible a la contaminación y multiplicación bacteriana y a los cambios de temperatura, que provocan condensaciones sobre la cáscara. La humedad, además, facilita la multiplicación de gérmenes, la desintegración de la barrera protectora del huevo y, por tanto, su contaminación.

De ahí que, para evitar estos cambios de temperatura, lo más recomendable sea conservarlos en la nevera, donde la temperatura es constante, separados de otros alimentos y preferiblemente en su envase original para evitar contaminaciones cruzadas con otros alimentos. Solo podríamos dejarlos a temperatura ambiente en el caso de que garantizáramos que no se producen cambios bruscos y que se mantienen a una temperatura constante de unos 20ºC.

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