La portada de mañana
Acceder
Esperanza Aguirre, la ideóloga de un modelo sanitario que hace negocio
El PP usa el “sentido común” para disfrazar su renovado negacionismo climático
OPINIÓN | 'Privatizacionitis sanitaria: causas, síntomas, tratamiento', por Isaac Rosa

Cuatro trucos para limpiar las puertas lacadas en blanco sin dañarlas

Limpiar las puertas de vez en cuando ayuda a que se vean relucientes.

Edu Molina

15 de octubre de 2025 14:10 h

0

Las puertas lacadas en blanco son muy comunes en los hogares, ya que dan sensación de limpieza y ayudan a que los espacios se vean más amplios. Su acabado brillante hace que se vean elegantes y uniformes, pero también significa que necesitan un cuidado especial. Si no se limpian de la forma adecuada o se usan productos que no convienen, pueden salir manchas, rayas o perder su brillo. Saber cómo mantenerlas bien ayuda a que duren más y sigan teniendo buen aspecto.

Cuidar este tipo de puertas no es solo quitar el polvo de vez en cuando. También hay que estar atentos a manchas, huellas o zonas con grasa que aparecen con el uso diario. Hacerlo con métodos sencillos, usar materiales suaves y evitar cosas que puedan dañar la superficie permite que las puertas se mantengan limpias y brillantes por más tiempo, sin que pierdan su aspecto original.

Quitar el polvo y preparar una solución suave

Antes de mojar la puerta, conviene quitar todo el polvo que se va acumulando con el paso de los días. Lo más práctico es usar un paño de microfibra seco, porque recoge la suciedad sin rayar la pintura brillante. No sirve solo con un plumero, ya que las partículas pequeñas pueden quedarse en la puerta y dejar marcas cuando se pase el paño húmedo después.

Después de quitar el polvo, se puede preparar una mezcla sencilla: agua tibia con un poco de jabón neutro. Si prefieres algo más natural, un poco de vinagre diluido en agua también sirve. Lo importante es mojar ligeramente un paño suave y limpiar la puerta con movimientos circulares, sin frotar demasiado, para no estropear la pintura.

Este paso es básico, pero marca la diferencia. Si se hace con regularidad, la puerta se mantiene limpia y brillante y no hace falta recurrir a productos más fuertes ni complicados. Además, con un poco de paciencia se llega a las esquinas y molduras, donde se suele acumular más polvo.

Limpiar huellas y manchas superficiales

Las huellas de dedos y las pequeñas manchas aparecen rápido, sobre todo alrededor de las manillas y en las zonas que se tocan más. Para quitarlas sin riesgos, lo mejor es usar agua con un poquito de vinagre, diluido para que no sea agresivo con la pintura.

Se aplica con un paño suave y se frota con cuidado, apenas con un poco de presión, hasta que la mancha desaparece. No hace falta insistir demasiado, porque frotar fuerte puede dejar marcas o quitar brillo al lacado. Después, conviene pasar un paño limpio con un poquito de agua para quitar restos de vinagre y, por último, secar la puerta con otro paño seco. Hacer esto cuando aparezcan huellas ayuda a que la puerta siempre se vea limpia y evita que las manchas se fijen.

Tratar manchas resistentes con alcohol isopropílico

Algunas manchas son más difíciles, como restos de bolígrafos o pegamento de etiquetas. Para estas, el alcohol isopropílico funciona bien, pero hay que usarlo con cuidado. Se pone un poco en un paño limpio y se frota suavemente sobre la mancha, solo donde está la suciedad.

No conviene empapar la puerta ni frotar demasiado, porque el alcohol puede ser un poco agresivo si se usa en exceso. Luego, se pasa un paño con un poco de agua para eliminar los restos y se seca bien la zona. Si se hace con cuidado, se pueden quitar manchas complicadas sin estropear la pintura ni el brillo de la puerta. Es un truco útil para esas situaciones puntuales en las que la limpieza normal no basta.

Limpieza rutinaria con agua tibia y jabón líquido

Para la limpieza de todos los días, lo más fácil es usar agua tibia con unas gotas de jabón líquido suave. Con un paño bien escurrido se puede pasar por toda la puerta, quitando polvo, huellas y suciedad ligera sin riesgo de rayarla.

Es buena idea empezar por las zonas más visibles y luego ir a los bordes y las molduras, donde suele acumularse más suciedad. Se limpia con movimientos suaves y sin presión excesiva, para que la pintura quede uniforme y brillante. Al terminar, se seca la puerta con un paño limpio y seco, evitando que queden gotas que puedan formar manchas o decoloración. Con esta rutina sencilla, las puertas se mantienen limpias, brillantes y cuidadas sin complicaciones.

Etiquetas
stats