Perros y gatos, más allá del mito: cinco claves para que se lleven bien

Foto: Pixabay

Cristian Vázquez

A menudo los perros y gatos son presentados como los peores enemigos, pero no siempre es el caso. Quien lo asegura es Sophie Hall, investigadora de la Universidad de Lincoln, en el Reino Unido, y coautora de un trabajo científico -publicado por la revista especializada Journal of Veterinary Behavior en 2018- según el cual la convivencia amistosa entre las mascotas de ambas especies, pese a las creencias populares acerca de tratarse “como perro y gato”, es perfectamente posible.

Las conclusiones del trabajo se basan en las respuestas de 748 familias de Europa, Estados Unidos, Australia y Canadá, en cuyas casas habitan las dos especies de mascotas. Más del 80% de los consultados afirmaron que los animales conviven sin mayores problemas, y solo un 3% mencionó problemas en sus relaciones. Lo cual no quiere decir que no haya diferencias, como en cualquier convivencia: el 57% dijo que los gatos tuvieron algún gesto agresivo contra los perros, y el 18% que estos últimos amenazaron alguna vez a los felinos.

Pero menos del 10% de los gatos y apenas el 1% de los perros hicieron daño al otro animal. En cualquier caso, la gran pregunta es: ¿cómo lograr que se lleven bien?¿Hay que hacer algo o solo dejarlos estar hasta que se acostumbren uno al otro? Las siguientes son algunas recomendaciones para lograr que perros y gatos se adapten unos a otros de la forma más rápida y amigable que sea posible.

1. La presentación

La primera impresión, tal como suele ocurrir entre los seres humanos, es clave. La persona encargada de hacerlo debe estar tranquila, para transmitir esa calma a los animales. Por supuesto, la situación es diferente en función de cuál de los dos, si el perro o el gato, es la mascota que ya reside en la casa y debe acostumbrarse a compartirla con el otro. Si el perro no es un cachorro, para ese primer contacto se le puede colocar la correa, para poder controlarlo en caso de una reacción inesperada. Lo más aconsejable es darles tiempo para que, en primer lugar, se observen a distancia, y luego para se huelan. Esta última es su principal manera de conocerse.

Se debe tener en cuenta que, si bien un gato cachorro puede ver en el perro un compañero de juegos, lo normal es que -al menos en un primer momento- los felinos sean más reticentes que los caninos a entablar esa “amistad”. Según el citado estudio de la Universidad de Lincoln, son los gatos los que por lo general “imponen las condiciones”. Si ellos se sienten cómodos, es más probable que se establezca una buena relación. Las razones, según estos expertos, podrían ser evolutivas: la domesticación del perro habría comenzado hace unos 33.000 años, mientras que la de los gatos hace “apenas” 5.000.

2. La comida

El relacionado con la alimentación es, por supuesto, un aspecto fundamental. Por una parte, se recomienda servir la comida primero a la mascota que lleva más tiempo en la casa, para evitar que se sienta desplazada. Para el animal recién llegado, casi todas las reglas son nuevas, de modo que se adaptará con mayor facilidad. Por otra parte, también puede ser conveniente que la comida del gato esté en algún lugar elevado, para evitar que el perro se la coma. En este sentido, también se debe procurar que el gato cuente con espacios en los que, por instinto, se sienta cómodo: sitios altos y rincones y recovecos en los que pueda ocultarse.

3. Darles tiempo

En un primer momento, se recomienda que los dos animales estén en espacios separados y que poco a poco empiecen a compartir un mismo sitio, pero siempre con supervisión humana. Pueden tardar más o menos en aceptarse. El tiempo de adaptación dependerá de ellos, y se puede reducir la vigilancia también de manera gradual. Además, la edad de los animales es importante, ya que cuanto más joven sea uno de ellos, o los dos, el proceso suele resultar más sencillo. Todo lo contrario sucede, como es natural, cuando se intenta forzar la proximidad física entre ambos: pueden estresarse y atacarse, y lo más probable es que esto dificulte todo el proceso.

4. Utensilios y juguetes

Cada mascota debe tener sus propios espacios y sus propios elementos: cama, recipientes para comida y agua; arenero, juguetes, superficies para que los gatos rasguñen. Es conveniente no modificar demasiado los espacios ni cambiar de sitio las cosas de la mascota más antigua. En caso de que algún cambio sea necesario, lo más apropiado será tratar de realizarlo de forma paulatina, desde antes de la llegada del nuevo habitante del hogar.

Por otra parte, hay que estar atentos para evitar que, por ejemplo, la nueva cama del perro quede cerca del camino que el gato debe hacer para llegar a su arenero. Esto puede causar en el felino un estrés que altere el resto de su comportamiento. Los juguetes, por su parte, también expresan el carácter abierto de los perros y el más más reticente de los gatos: según el trabajo de la Universidad de Lincoln, más del 20% de los propietarios dijeron haber visto a los caninos levantar juguetes y mostrarlos a los gatos, como incitándolos al juego, en tanto que solo el 6% de los felinos mostraron un comportamiento similar.

5. Cariño por partes iguales

Los celos, que tanto daño producen entre los seres humanos, también se dan en las mascotas. Si se prodigan más caricias o gestos de cariño hacia uno de los animales, es probable que el otro lo advierta y luego, en consecuencia, tenga malos comportamientos. Hay que tratar de hacerlo por partes iguales. Por ello, la relación del humano con cada animal resulta clave también para la relación entre ellos.

Es vital recordar que, pese a que son las dos especies que mejor se han adaptado a la convivencia con las personas (según la Federación de la Industria Europea para la Comida de Mascotas, el 24% de los hogares del continente incluye al menos un perro y el 25% al menos un gato), son muy distintos entre sí. “No existe un animal doméstico que haya cambiado tan radicalmente su modo de vida y su campo de acción, es decir, que sea tan doméstico como el perro”, mientras que no hay ninguno que “haya cambiado tan poco como el gato”, escribió Konrad Lorenz, premio Nobel de Medicina en 1973 y considerado uno de los padres de la etología.

Lorenz anotó también: “Todo el encanto del perro reside en la profundidad de su amistad, en la fuerza de los lazos morales que ha desarrollado con el humano, pero la seducción del gato viene justamente de que jamás ha anudado esos lazos”. Tenerlo en cuenta al momento de procurar que ambas especies convivan y se hagan “amigos” también forma parte del aprendizaje. 

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