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El tiempo no se detiene

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La Mesa para el diálogo entre el Gobierno y el Govern se ha constituido, a pesar del intento de Junts de impedirlo. Tanto Pedro Sánchez como Pere Aragonès se han comprometido a una negociación sin plazos, pero con voluntad de dar pasos desde ya. Lo han hecho ante la opinión publica de Catalunya y del resto del Estado. Se trata, por tanto, de un compromiso del que ninguno de los dos puede desvincularse. Con ello han situado la pelota en el tejado de Junts, que tiene que decidir ahora si se incorpora a la Mesa o si se mantiene fuera de ella. 

En el proceso de constitución de la Mesa se ha hecho visible que es el nacionalismo catalán el que tiene que resolver la tensión interna que lo atraviesa desde siempre y sobre casi todo, para poder ser parte de una negociación con el Estado. Cuando Junts ocupaba la presidencia de la Generalitat, controlaba la posición catalana en la Mesa. Así ha sido incluso con un President tan caótico como Quim Torra. Desde que ERC ocupa la presidencia ha dejado de ser así. En el sistema cuasi-presidencialista en que se han transformado tanto el sistema parlamentario del Estado como los de las Comunidades Autónomas, la presidencia del Gobierno es el agente decisivo para acabar definiendo la posición del Estado o la de Catalunya en cualquier momento de la negociación.

Únicamente rompiendo el Govern, Junts puede desvincularse de lo que acabe decidiendo Pere Aragonès respecto de la agenda de la Mesa de Negociación y de las decisiones que se vayan tomando respecto de los temas que la compongan. Jurídicamente el presidente del Gobierno/Govern es el Gobierno/Govern. Políticamente no es así. Pero la contradicción entre Política y Derecho solo puede exteriorizarse mediante la ruptura de la coalición. Mientras el Govern de coalición no se deshaga, el President decide la posición de la Comunidad Autónoma en la Mesa de Negociación. 

Con su intento fallido de impedir la constitución de la Mesa, Junts se ha puesto en una posición muy difícil. Tiene que decidir si rectifica o no. Y si rectifica, lo hace como socio menor del Govern de coalición del que forma parte, aceptando la autoridad del President. Después de lo ocurrido esta semana, resulta más visible. 

Junts ha cometido un grave error de cálculo. Y lo ha hecho, además, en el peor momento posible: cuando se inicia el trimestre presupuestario. A finales de septiembre el Gobierno remitirá al Congreso de los Diputados el Proyecto de Ley de los Presupuestos Generales del Estado, que, como todo el mundo sabe, tiene que empezar a concretar la dirección en la que se encauzarán los fondos europeos. 

Los primeros pasos de la Mesa de Negociación van a coincidir con el proceso de negociación parlamentaria del Proyecto de Ley de Presupuestos. Y aunque el objeto de la negociación sea distinto, no deja de interferir el uno en el otro. La decisión de Pere Aragonès de constituir la Mesa de Negociación a pesar de la negativa de Junts, despeja de manera prácticamente definitiva el sentido del voto de ERC sobre el Proyecto de Ley de Presupuestos. Es otra manera de hacer visible la primacía de ERC sobre Junts en este momento. Los votos de ERC son decisivos para la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. Los de Junts no lo son.

La parálisis a la que condujeron al sistema político español los años de Gobierno de Mariano Rajoy está empezando a deshacerse. Con muchas dificultades, el presidente Pedro Sánchez está consiguiendo sacar adelante una agenda reformista, que no hubiera podido poner en marcha sin la contribución del nacionalismo catalán y que no puede proseguir sin ella. 

En ese marco general tendrá que inscribirse el trabajo de la Mesa de Negociación que se ha constituido esta semana para encontrar una fórmula de reintegración de Catalunya en el Estado. Junts tendrá que decidir si participa o se queda fuera de la negociación. 

Y tiene que ser consciente de que no tiene la potestad de ordenar que el tiempo se detenga.

La Mesa para el diálogo entre el Gobierno y el Govern se ha constituido, a pesar del intento de Junts de impedirlo. Tanto Pedro Sánchez como Pere Aragonès se han comprometido a una negociación sin plazos, pero con voluntad de dar pasos desde ya. Lo han hecho ante la opinión publica de Catalunya y del resto del Estado. Se trata, por tanto, de un compromiso del que ninguno de los dos puede desvincularse. Con ello han situado la pelota en el tejado de Junts, que tiene que decidir ahora si se incorpora a la Mesa o si se mantiene fuera de ella. 

En el proceso de constitución de la Mesa se ha hecho visible que es el nacionalismo catalán el que tiene que resolver la tensión interna que lo atraviesa desde siempre y sobre casi todo, para poder ser parte de una negociación con el Estado. Cuando Junts ocupaba la presidencia de la Generalitat, controlaba la posición catalana en la Mesa. Así ha sido incluso con un President tan caótico como Quim Torra. Desde que ERC ocupa la presidencia ha dejado de ser así. En el sistema cuasi-presidencialista en que se han transformado tanto el sistema parlamentario del Estado como los de las Comunidades Autónomas, la presidencia del Gobierno es el agente decisivo para acabar definiendo la posición del Estado o la de Catalunya en cualquier momento de la negociación.