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Rulo y la Contrabanda: Cada vez me cuesta más equilibrar discos hacia el rock

Raúl Gutiérrez, líder de Rulo y la Contrabanda, durante una entrevista con Efe en la que habla de su más reciente disco, "Basado en hechos reales".

EFE

Madrid —

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En el pulso que libran “el cantautor y el cantante de rock” que habitan dentro del líder de Rulo y la Contrabanda se destaca cada vez más el músculo del primero y así se percibe en el saldo final de los diez cortes que componen su más reciente disco, “Basado en hechos reales”.

“Cada vez me cuesta más equilibrar los discos hacia el rock”, reconoce su propio autor en una charla con Efe, un pensamiento que refutó uno de sus músicos cuando le dijo que este trabajo le estaba quedando “un poco down”. “Pero es lo que sale y no puedo dejar de ser yo mismo”, se disculpa Raúl Gutiérrez (Reinosa, 1979).

En “Basado en hechos reales” (Warner Music), su cuarto disco de estudio con su actual proyecto musical tras abandonar La Fuga, existe en realidad un “recorrido” que pasa por todas las etapas del amor y que arranca fulgurante con un “Verano del 95” que bien pudiera haber firmado el Bryan Adams de “Summer of 69”.

“Dicen que con la crisis de los 40 te compras una Harley o haces una canción mirando al pasado, y yo me hice la canción. Esa nostalgia, que no tristeza, es mi manera de ver la vida, optimista, mirando siempre hacia delante, pero con un par de retrovisores a los que de vez en cuando miro y sonrío”, señala.

Le sigue “Todavía”, un tema que “reivindica la estructura fuerte del amor en estos tiempos de redes sociales en los que la juventud no aguanta las relaciones duraderas, las cuales conllevan crisis y también decir: 'todavía tú y yo'”, explica sobre este corte de esperanza en tiempos de extremos.

“Porque está Vox y muchos más. Yo siempre he sido empático por naturaleza. Eso te lo da Reinosa, que es tan pequeño que en los bares está todo el mundo: el guardia civil y el cura, el obrero y el del banco, en parte porque son familia”, indica.

Hay más paradas importantes en un álbum conciso, de aproximadamente 40 minutos para no “bajar la calidad del global” con rellenos innecesarios.

Así, en “Polaroid” aborda el desamor, mientras que en “The End” retrata el momento en el que se deja una relación “antes de que todo se desmorone”. “Que es lo que hice yo con mi anterior banda”, apostilla.

En el final de dicho corte hay 26 pistas de voz, todas grabadas y ninguna duplicada, lo que permite apreciar “los cientos de horas” que ha dedicado a cada tema en Los Angeles junto al productor Thom Russo, con el que ya estuvo a punto de trabajar hace años con La Fuga y del que valora especialmente sus colaboraciones con gente como Johnny Cash.

“Podría haberlo hecho con Carlos Raya como el anterior, 'El doble de tu mitad' (2016), que funcionó muy bien y además es amigo personal y vecino mío, pero como ahora que me siento muy enredador...”, cuenta.

En EE.UU. descubrió que con Russo “el flechazo fue instantáneo”, tanto que hasta le ha ofrecido pasar unos días de vacaciones en su casa. “La música es como Gran Hermano, o te enamoras o te crucificas para siempre, todo muy intenso”, se ríe.

“Thom ha sido muy poco invasivo en un disco con mucha producción, pero lo bueno es cuando un productor hace que la voz suene tan natural como aquí, cuando en realidad no lo es”, valora Gutiérrez.

El título del álbum alude por una parte a los “7 minutos en coche” que separaban el estudio de grabación del Paseo de la Fama en Hollywood Boulevard, también al proceso de elaboración que implica cualquier disco y, por último, a que todos los temas están basados en historias reales.

De hecho, cuando en “El blues de los sueños rotos” habla de “dos locos besándose en la barra” de un bar, se refiere a sí mismo y a su pareja, en “una canción también muy peliculera”.

“A mí la vida no me ha tratado mal, pero siempre me he sentido más cerca de los perdedores, de la gente que persigue sueños, que es algo que se ve mucho en Los Ángeles y en Madrid, aunque yo aquí vine por amor”, cuenta.

Parece que el Raúl Gutiérrez de la Contrabanda cambia cada vez más velocidad por intensidad. “No solo en la música. Ya no me tomo una una botella de whisky al día, como hice durante una buena temporada de mi vida hasta que mi hermana me sentó en una silla y me dijo que tenía un problema”, confiesa.

“Afortunadamente atajé a tiempo la etapa del roquero suicida”, celebra desde esta fase de madurez, con dos hijos y soñando con disfrutar un año entero en Los Ángeles y escribir algún día una biografía sin cortapisas, como es él en las entrevistas.

Mucho antes de eso, en febrero, llegará su nueva gira. El 14 y 15 le aguardan La Riviera de Madrid, el día 21 la sala Lava de Valladolid y el 22 la sala Capitol de Santiago de Compostela. En marzo pasará por lugares como la Zentral en Pamplona el 6 y el 7 por la sala Santana de Bilbao.

Javier Herrero

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