Los nombres de los olvidados y Christian Boltanski
Christian Boltanski (1944, París) es uno de los grandes artistas vivos, uno cuya obra es tan compleja y dura como potencialmente accesible para cualquier persona. Que El Instante Fundación, un nuevo espacio madrileño alojado en una nave industrial de lo que antes se llamaba un barrio bajo, abra con uno de sus grandes trabajos, Les registres du Grand-Hornu (1997, hasta el 23 de Marzo), resulta de lo más notable.
Esto de que Boltanski y su obra son muy capaces de trascender el redil artístico y llegar a un público general se muestra en un ejemplo práctico. Con motivo de Die Endlichkeit der Freiheit (La finitud de la libertad, 1990), la primera gran exposición del Berlín post-muro, Boltanski intervino en el solar de un edificio parcialmente bombardeado y luego demolido en la Grosse Hamburger Strasse, símbolo histórico de convivencia de creencias religiosas (protestante, católica y judaica). Lo que hizo Boltanski en La casa perdida fue investigar el paradero de los habitantes de ese edificio, encontrando que bastantes de ellos eran judíos que hubieron de abandonarlo antes del bombardeo y nunca regresaron. Ni del exilio, ni de los campos de concentración, ni de las cámaras de gas.
Esto lo hizo visible colgando en las medianeras de los edificios colindantes el nombre y el día en que esas personas abandonaron sus casas. Sobrecogía. Hasta tal punto que los habitantes de los dos edificios adjuntos solicitaron que, tras el final de la exposición, la obra quedara allí de forma permanente. Quienes lo pidieron no eran intelectuales recién llegados, sino antiguos vecinos del Este de Berlín que no tenían nada que ver con arte contemporáneo. Les había conmovido, emocional y racionalmente. Como hace cualquier arte que valga la pena.
Un relicario para los mineros belgas
Christian Boltanski es un habitual en España. Suya fue una de las primeras exposiciones del Reina Sofía y este mismo año ha estado en el IVAM de Valencia. Su trabajo en El Instante Fundación es de sus mayores obras y solo se había mostrado completa una vez, cuando se presentó en las mismas instalaciones de Grand Hornu en 1997. Son 40 m de largo por 5 m de alto que vienen a formar una especie de memento/relicario para miles de mineros que trabajaron en la mina belga de Grand Hornu (hoy Patrimonio de la Humanidad) entre 1814 y 1954.
Cada uno de casi 3.000 obreros escogidos entre los años 30 y 50 le da nombre a una caja de hierro oxidado en la cual hay algo relacionado con ellos, no se sabe qué. Ademas de los nombre sobre algunas cajas hay fotografías, que lo mismo pueden haber salido de un carnet sindical que de un álbum familiar. Apenas iluminadas por bombillas mortecinas.
Se pueden hacer muchas lecturas de este tipo de trabajos de Boltanski. Cuando, como en La casa perdida o en Monument (Odessa) (1989), una obra de mucho menor tamaño pero estructura similar a Los archivos, se trata de la celebración del Purim por unos colegiales judíos en 1939, la evocación adquiere tintes políticos y trágicos, no hay duda. Pero siendo precisos, la intención primera de Boltanski tiene que ver con preservar la memoria de quienes no tendrán un nombre en la posteridad, reservada de siempre a unos pocos.
Todo esto está mejor que bien pero hoy, en el 2016, admite una objeción complicada de resolver. Occidente y sus artistas vienen denunciando todo tipo de atrocidades y olvidos a lo largo de décadas y dentro de ello el trabajo de Boltanski y su apelación a la memoria cercana pero a punto de perderse de forma irreversible resulta muy relevante. Una investigación que funcionaba sin mayores problemas mientras las crisis en ese Occidente eran muy relativas y se peleaban en otros escenarios. Hoy, ahora, Occidente ve desmoronarse el mundo tal y como lo conocíamos y nadie está a salvo de los cascotes.
La pregunta sería: una nueva institución dedicada a la reflexión, como trata de ser El Instante Fundación, ¿no ha encontrado una obra similar que no venga del pasado (20 años) y trate el agudo presente? Una cosa no quita la otra, por supuesto, pero la elección igual tiene algo que ver con inercias del mundo del arte que deben ir siendo revisadas, dada la urgencia. Dicho lo cual, Les registres du Grand-Hornu es tremenda y plenamente actual, porque no solo de actualidad vivimos los humanos, sino también del pasado que nos ha conducido hasta aquí. Y porque los eternamente olvidados, los nombres del pueblo, siguen siéndolo.
El Instante Fundación, dirigida por Esther Suárez y entre cuyos patrones o asesores se encuentran José Guirao, José María Sicilia o José Luis Gómez, pretende ser un espacio multidisciplinar para la reflexión, de imprevisión y de oblicuidad. Preparan programas de cine, de video, reflexiones sobre temas concretos (el primero tratará de la Impermanencia o residencias como una próxima sobre música de cámara). Al lugar aun le faltan algunos acabados, pero en lo fundamental está ahí, por ejemplo 700 m2 de espacio limpio. Pero como siempre, lo más importante no es el escenario, sino como se ocupa.