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Pablo Valbuena: Iluminar un espacio

Revisión del proyecto Kinematope, cuyo origen es una intervención de Pablo Valbuena en el Gare d´Austerlitz

J.M. Costa

Pablo Valbuena es uno de esos raros artistas de quienes se espera algo cercano a la perfección. De planteamiento, de diseño, de realización. No es raro, cuando se vieron sus primeras piezas, como Augmented Sculpture (2007); aquello ya estaba muy bien pensado y muy bien hecho además de estar plenamente en sintonía con las tecnologías (luz y ordenador) que subyacen en sus trabajos. Además de ello y manteniendo un rigor casi ascético, es la clase de obra que suele encantar al personal que se las encuentra en su entorno habitual o que acude a una institución para contemplarlas.

El último de esos trabajos, Kinematope, puede verse ahora en la sede madrileña de la Fundación Telefónica. Y representa un giro bastante notable respecto a lo que venía haciendo. Digamos que ha pasado de lanzar luz sobre superficies en lugares y espacios específicos a proyectar la misma infraestructura del espacio. Y a jugar con el sonido por primera vez en mucho tiempo, casi desde sus principios.

Esos principios, como toda su trayectoria están bien documentados en su propia página Web. Lo primero en tener una exposición pública fue ese Augmented Sculpture en uno de los primero Interactivos de Medialab. Ocupaba una discreta esquina en el antiguo Cuartel de Conde Duque en Madrid y venía más o menos bajo el epígrafe de Realidad Aumentada, hace una década de los últimos gritos en Arte-Tecnología y que en principio significa “una visión directa o indirecta de un entorno físico del mundo real, cuyos elementos se combinan con elementos virtuales para la creación de una realidad mixta a tiempo real” (Wikipedia). Esta idea, por cierto, va a sufrir cambios cataclísmicos con el advenimiento este mismo año de la Realidad Virtual, pero ese es otro tema.

Augmented Sculpture era una construcción de paralelepípedos como de un metro de altura adosada a una de las esquinas de la sala. Sobre ella se iban proyectando formas lineales de luz blanca y de color que dibujaban los cantos, iluminaban unos planos, dejaban otros en oscuridad. Lo sólido y lo inmaterial dejaban de entenderse como entidades separadas porque lo virtual era plenamente real en cada momento y lo real aparecía enmascarado y trasformado. Aquella técnica se llama Projection Mapping y ahora Youtube está repleto de ejemplos sobre su utilización. Muchas veces son trabajos de orden recreativo, algo perfectamente lícito pero generalmente sin mayor calado. Este hecho le planteó problemas desde casi el principio a Valbuena, cuya formación académica es de arquitecto, algo que se nota.

Preocupado porque su trabajo fuera confundido con un entretenimiento espectacular, Valbuena comenzó por reducir su paleta a blanco y negro y dejó de utilizar el sonido, comentando ya entonces que ese elemento no regresaría hasta que consiguiera integrarlo plenamente con lo visual. Augmented, adaptada para el Ars Electronica de Linz acabó llevándose una mención especial entre los premios que allí se otorgan. Ese primer trabajo ya tuvo amplia exposición y se vio en Singapur, Quebec City, Barcelona, Gijón, Seul, Taipéi, Valencia, Milán, o Nueva York. Solo al año siguiente ya realizaba N 520437 E 041900 una gran intervención sobre el ayuntamiento de La Haya, obra de Richard Meier. Las superficies del edificio iban cambiando en cantos y planos de luz geométrica ante los ojos de los espectadores, la mayor parte de ellos viandantes casuales del centro de la ciudad.

A partir de ahí Pablo Valbuena se volcó en los elementos estructurales de los espacios que iba encontrando, como columnas o puertas en LABoral de Gijón, el muy peculiar espacio de Abierto por Obras en Matadero de Madrid, suelos de baldosas como en Lovaina (Bélgica). Todo esto estaba muy bien y como se indicaba al principio, perfectamente ideado y realizado. La pega que se le podía poner es que estos trabajos podían acabar pareciendo un vestido maravilloso pero al que su intrínseca superficialidad parecía impedir una mayor profundidad. Kinematope es diferente. Lo que ha hecho Valbuena en una de las grandes salas de exposición de la entidad es, en primer lugar, desnudarla, dejarla sin tabiques dejando prácticamente la estructura básica del espacio. El siguiente paso fue disponer una amplia red de placas con un LED (blanco) y un generador de sonido a lo largo de la compleja instalación eléctrica, que corre por encima de un falso techo formado por rectángulos de malla metálica.

Las placas en sí no son muy caras pero han sido fabricadas específicamente para este trabajo, unen por primera vez luz y sonido en un mismo mini-sistema y hay más de 300. Una vez realizada la instalación, el siguiente paso es programarla. La programación abarca una secuencia de unos 20 min. en los que los LED se van encendiendo o apagando en distintas configuraciones que proyectan el enrejado del techo sobre las pareces y el suelo, llenan de luz el espacio, lo oscurecen por completo, crean recorridos de luz serpenteantes, hacen avanzar o retroceder secciones del lugar. Por suerte hay un par de bancos, porque el proceso merece ser contemplado en su toda su duración. Además de pasear por él, que lo uno no quita lo otro.

En cierta forma todo esto tiene que ver con el Barroco, de donde surgió el título para el Quadratura de Matadero. Pero un barroco muy despojado y altamente conceptual del que la historia reciente del arte ha dado ejemplos como los de Dan Graham o Jeff Koons o en España Juan Muñoz o José Maldonado. Entre otros, aunque tampoco tantos: estas historias, provenientes de discusiones a finales de los años 80, no era y sigue sin serlo, un opción dominante en el discurso de las artes visuales, empeñadas durante mucho tiempo en su propia crítica institucional (los museos deben preguntarse cuál es su función y los artistas que función cumplen en los museos) o algo más recientemente la algo acomodaticia estética relacional de Burriaud o las ideas de Ranciere.

En realidad y no tan paradójicamente, la transformación de un espacio que muestra Valbuena en esta exposición no tiene ya mucho de ilusionista. Lo que vemos son las posibilidades del propio espacio más allá de su uso como receptáculo de obras de arte. Se ha despojado de cualquier objeto superfluo un espacio ya interesante. No hay Arte, así, con mayúscula. Hay una reivindicación de lo básico que se proyecta a sí mismo y por eso mismo pide de ser rellenado o habitado por nuestra imaginación, nuestra experiencia del momento. No es difícil, Kinematope funciona.

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