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Exposición

El Prado monta una relación abstracta entre El Greco y Picasso

El Museo Nacional del Prado reflexiona sobre la influencia del Greco en la obra de Picasso

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Picasso tenía 17 años cuando junto a los dibujos que abocetaba en uno de sus cuadernos escribió: “¡Greco, Velázquez, inspirarme!”. Eran dibujos muy rápidos en los que practicaba la mano con figuras que encontraba a su paso. En otra página de uno de esos cuadernos también apuntó: “Yo, el Greco”. A partir de esa frase adolescente la comisaria Carmen Giménez construye la teoría que relaciona las artes del pintor griego con el cubismo analítico del malagueño. Según escribe la especialista en la obra de Picasso, esa frase es “toda una declaración de intenciones para un estudiante de apenas 17 años, que intuía en la obra del Greco el germen de aquello de lo que precisamente habría de liberar a la pintura moderna del dogma académico”.

La visión de Giménez es la aportación del Museo del Prado a la celebración del 50 aniversario de la defunción del artista. Son cuatro parejas de retratos de El Greco enfrentadas a cuatro pinturas de las analíticas, realizadas por Picasso en 1911 y 1912. Tres de las del griego llegan desde el Museo de Toledo y las del cubista proceden de la colección Beyeler, Thyssen-Bornemisza, Guggenheim y el Kunstmuseum de Basel. El único texto de la sala en la que sucede la exposición temporal justifica la relación de parejas en las frases comentadas y en la hipótesis de la audacia de carácter compartida.

“El Greco, con su audaz desafío al canon de la tradición clásica, aportó las claves a Picasso para romper definitivamente con el arte del pasado y con los pilares de la representación tradicional”, puede leerse en una de las esquinas del museo. Y, por otro lado, la hipótesis de la audacia plástica: “En esta primera fase del cubismo, el tema se descompone en fragmentos geométricos que van acumulándose hasta crear una imagen. Picasso crea una ilusión de relieve y profundidad que se basa en el sombreado y en la que estaba la bidimensionalidad del lienzo; al mismo tiempo recuerda al Greco en el aplanamiento de la perspectiva y el formato vertical, incluso en la pincelada”, añade la insuficiente explicación de Picasso, El Greco y el cubismo analítico.

Muy de Velázquez

En dos párrafos el museo ha armado una relación que merece más detenimiento y justificación. De hecho, se incorpora una vitrina con documentos de lo más variopintos que en nada confirman a la pareja plástica en el tránsito analítico de Picasso. Por un lado, la carta que confirma a Picasso como director del Prado, el 26 de septiembre de 1936 y sus 15.000 pesetas de salario. Por otro, el libro de copistas en el que aparece, en noviembre de 1897, “Pablo Ruiz”, copiando a Velázquez. Pero no al Greco.

Entonces, ¿hay alguna prueba documental que vinculara al cubismo analítico de Picasso con El Greco? Le preguntamos a Carmen Giménez y responde: “El padre de Picasso se enfadó mucho con él porque le gustaba mucho el Greco”. Es una anécdota que narra un tercero, Francisco Bernareggi, compañeros de visitas al Prado, que recuerda en sus memorias cómo les llamaban “modernistas” al verles copiar al Greco. El padre de Picasso les reprendió: “¡Vais por mal camino!”, al enterarse de que copiaban al autor de El caballero de la mano en el pecho.

Como explicó el director del Museo del Prado, Miguel Falomir, “se puede hacer historia del arte de muchas maneras y una de ellas es con una exposición, donde un comisario desarrolla su idea”. La idea de Giménez del papel fundamental del Greco en la génesis del cubismo analítico no está consolidada en sala, más allá de los colores empleados en los cuadros emparejados por la comisaria. Para Falomir, el público que se acerque por la sala “no dejará de percibir una serie de relaciones”. Aunque no entró a detallar ninguna en la rueda de prensa. Para Carlos Alberdi, presidente de la Comisión del aniversario, celebrar a Picasso en el Prado es una buena noticia. “Exposiciones como esta justifica una celebración como la que llevamos a cabo”, aseguró Alberdi, después de explicar que esta es la exposición número 22 de las 43 del programa oficial.

Sin justificación

Carmen Giménez insistió en la creencia del referente rebelde. “Picasso vio en El Greco un acto de rebelión contra el gusto imperante”, dijo. Pero en la exposición no se aporta ningún documento escrito por Picasso que asegure tal interpretación. En otros momentos de la heterodoxa trayectoria del pintor del Guernica, sí parece existir una relación más evidente, sobre todo en el periodo azul. “Había visto ya algunos de sus cuadros, que me habían asombrado. Decidí hacer un viaje a Toledo y me produjo una profunda impresión… Si mis figuras de la época azul se estiran, probablemente es por su influencia”, dijo al fotógrafo húngaro Brassaï. No se guarda ninguna declaración así de reveladora sobre el origen de una etapa decisiva en su carrera y en la historia del arte como fue el cubismo analítico, del que habló hasta la saciedad. En esa época azul forró su estudio con reproducciones de obras del Greco.

La historia del arte tradicional acude a las memorias de la recién fallecida Françoise Gilot para demostrar esta hipótesis del vínculo entre El Greco y Picasso. Aunque la han cancelado por desvelar la intimidad destructiva a la que le sometió su pareja y padre de dos hijos, la rescatan cuando la artista cuenta la teoría del color que le contó el autor de Las señoritas de Aviñón. Gilot y Picasso salían de una de sus visitas a Matisse y le dijo que este “tenía muy buenos pulmones”. ¿A qué se refería? A la forma en la que Matisse empleaba el color. “No es necesario que un color tenga forma determinada. Ni siquiera es deseable”, le dijo. Y Picasso continuó: “Como norma, en mi propio trabajo yo no uso ese lenguaje. Uno el lenguaje de la construcción a la manera tradicional que empleaban pintores como Tintoretto o El Greco, quienes pintaban enteramente en ”camaïeu“ [monocromo], y luego, con el cuadro a punto de acabar, le añadían superficies de rojo o azul para que destacara mejor y a la vez fuese más esplendente. El hecho de que en uno de mis cuadros haya cerca superficie en rojo no es la parte esencial del mismo”, le explicó a Gilot. Una cita que tampoco aclara un vínculo plástico capaz de ser génesis del cubismo analítico.

Hay otra declaración a la que se recurre para vincular al pintor del siglo XVII con el del XX: “¿Qué tiene la gente con Velázquez últimamente? Yo prefiero al Greco mil veces, ¡ese sí que era un pintor de verdad!”. Pero se lo dijo en 1966, cinco décadas después de los cuadros expuestos ahora. Sin embargo, Roberto Otero, el periodista argentino que tomó esta declaración, aclaró que Picasso se refería a que había dominado al Greco, pero no a Velázquez.

Por otro lado, Carmen Giménez también asegura que la pincelada del Greco era “casi impresionista” y ahí encuentra el otro vínculo: “Picasso parece recuperar esta pincelada”. Prestamos atención al verbo “parecer”. En la muestra no hay lugar a la explicación y en el catálogo de la exposición tampoco está el argumento que disipe las dudas sobre la desnudez del emperador. La comisaria no habla de las pinturas empleadas ni de la relación que tienen con las que ha decidido enfrentar.

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