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Alberto Rodríguez vuelve a bucear en las cloacas de la Transición en 'Modelo 77'

Rafael Cobos y Alberto Rodríguez, guionista y director de 'Modelo 77'
16 de septiembre de 2022 21:45 h

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Hay una extraña y hasta bella ironía en el título de la película que ha inaugurado el Zinemaldia Festival de Cine de San Sebastián. Se llama Modelo 77, y en ella Alberto Rodríguez vuelve a bucear en las cloacas de la Transición. Ya lo hizo en la imprescindible La isla mínima, que con la excusa de un thriller contaba cómo los servicios policiales cobijaron y perpetuaron el franquismo en la institución. El título de su nuevo filme hace referencia,. evidentemente, a la cárcel barcelonesa donde los presos de franquismo se agolpaban. Fue en ella donde asesinaron a Salvador Puig Antich. Había presos políticos, homosexuales, drogadictos… todo lo que la dictadura quería esconder o aniquilar acababa en sus celdas. Es inevitable no pensar que Modelo 77 es también un título lleno de mala leche que pone en entredicho esa Transición que nos dijeron que era un 'modelo' para el resto del mundo.

Alberto Rodríguez, con la ayuda de su fiel guionista Rafa Cobos, escriben su película más difícil, por el gran arco temporal que abarca y porque se liberan de las ataduras del género para entregar un filme que es mucho más que un drama carcelario. Lo deja claro su frase promocional, “esto no es la historia de una cárcel, es la historia de un país”. La historia de un país que vendía modernidad, pero que tenía sus cárceles llena de presos políticos. Un país que declaró una amnistía que vendieron como “de todos y para todos”, pero que no llegó a aquellos cuyo delito fue robar unas pesetas para comprar droga. 

Una película con un ritmo bestial, compleja, inteligente, que pone su foco en la COPEL, Coordinadora de Presos En Lucha, que desde diferentes cárceles como la Modelo presionaron para conseguir una amnistía, y para que también les llegara a ellos. Lo hicieron asociándose, manifestándose, poniendo sus cuerpos para que les dieran palos, cortándose los brazos, haciendo huelgas de hambre… todo está contado con fidelidad, fuerza y una puesta en escena que demuestra que Rodríguez es uno de los grandes directores del cine español. Con un reparto perfecto, desde Miguel Herrán como protagonistas hasta Javier Gutiérrez. Pero no hay que olvidar de los secundarios que les rodean. Jesús Carroza se come, como siempre, sus escenas a bocados, y hacía tiempo que no veíamos tan bien a Fernando Tejero.

Alberto Rodríguez se ríe ante el posible doble significado del título, y aunque deja claro que “viene por la cárcel”, también explica que, precisamente a aquel sitio se le definió de la misma forma que a la Transición. “Es cierto que de la Modelo se decía que era modélica cuando se abrió, era una cárcel que tenía una corriente de celdas individuales, pero eso me parece que duró diez años. Evidentemente aquella cárcel no era modelo de nada”, cuenta de un proyecto que comenzó a pergeñar en 2005, cuando “la Transición era intocable”. “A mí me parece que no está mal que se vuelva la vista atrás y se tenga en cuenta que algunas de las cosas que creemos intocables se pactaron con una gente que venía de una dictadura”, zanja.

Modelo 77 es más que una película histórica. Es una de esas demostraciones que confirman el refrán que 'de aquellos polvos estos lodos'. La película nos recuerda que las instituciones heredaron la estructura del franquismo y que se miró para otro lado. Para Rodríguez es importante subrayar un mensaje: “las cárceles siguen estando ahí como una especie de lacra, de fracaso de la sociedad”. La película no juzga a sus personajes, ni siquiera sabemos los crímenes que han cometido, una decisión inteligente que refuerza el mensaje de que todos ellos merecían los mismos derechos que se les negaron.

A mí me parece que no está mal que se vuelva la vista atrás y se tenga en cuenta que algunas de las cosas que creemos intocables se pactaron con una gente que venía de una dictadura

Alberto Rodríguez Director de 'Modelo 77'

“Hay una cosa que es que nos parece muy interesante de la historia de COPEL, y es que unos presos que están ahí anulados y barridos, fueron capaces de unirse por encima incluso de sus propios cuerpos, porque se cortaban, se comían muelles, se hacían barbaridades, por un bien colectivo, para buscar una cosa que en teoría era imposible pero que pensaron que se podía conseguir. Las cosas importantes se mueven porque la gente se une, y eso me parece que es actual hoy y espero que lo sea durante toda la historia de la humanidad, porque necesitamos cambios muy importante y pronto”, añade.

Es la película que más les ha costado escribir a él y a Rafa Cobos, “el guion más trabajado”, porque querían contar “muchas cosas” que fueron saliendo tras un proceso de documentación largo y exigente en el que leyeron mucho y se reunieron con trabajadores de la Modelo y expresos y miembros de COPEL que contaron en primera persona lo que sufrieron dentro. “Los presos nos contaban cosas y en un momento determinado estabas hablando con el compañero y nos poníamos a llorar. Yo que sé, porque las emociones se multiplican por mil en situaciones tan jodidas como esta”.

Uno de los grandes retos era elegir lo que contaban y lo que quedaba fuera, y la decisión se basó en fiarlo todo al punto de vista de los presos: “Al final la decisión fue buena. Estos son los acontecimientos, pero lo más importante son los personajes y es dónde vamos a poner un poco el foco. Pongámonos en su punto de vista. Lo que ellos ven es lo que vemos”. A través de sus ojos vemos las entrañas de los primeros años de la democracia desde un sitio donde la libertad no había llegado y desde el que la ficción nunca lo había hecho. Una excelente inauguración para el Zinemaldia que vuelve a confirmar el gran año del cine español.

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