Racismo, machismo y crispación: ‘Sala de profesores’ demuestra que la sociedad cabe en un aula
El tópico dice que en una clase se forma a los ciudadanos del futuro, y aunque es cierto, lo que el cliché olvida es que lo que hacen los niños es empaparse de las conductas que ven a su alrededor. Que simplemente reproducen, incluso de forma instintiva, los comportamientos y patrones que marcan el día a día de su comunidad. Por ello, observar lo que ocurre en un colegio es una buena forma de ver qué es lo que les está llegando, qué cosas son las que ellos están absorbiendo como esponjas y repitiendo entre sus compañeros. Para el director alemán Ilker Çatak la sociedad cabe en un aula de chavales de secundaria, y esa sociedad se encuentra atravesada por el racismo, el machismo, el clasismo, la crispación, las fake news y las luchas de poder.
Una metáfora del mundo actual que sigue la narrativa clásica de la bola de nieve. O cómo un pequeño hecho casi anecdótico acaba provocando un terremoto en todos los implicados. Aquí es el robo que se comete en un aula lo que desencadena la tragedia. Los profesores, estrictos, deciden que registrar todas las mochilas y carteras de los niños será la solución. ¿El primer señalado? Un estudiante inmigrante. Ahí comienza un juego de acusaciones que salpica a los profesores, que entran en la espiral hasta sus últimas consecuencias.
Un guion que crece con la tensión de un thriller y que nació de una experiencia del director y su coguionista Johannes Dunker. “Íbamos juntos a la escuela, y durante nuestra época escolar tuvimos un incidente que fue muy similar al del comienzo de la película. Estábamos en clase, y de repente entraron tres profesores y nos pidieron que pusiéramos las carteras sobre la mesa. Hablamos de esto más de 20 años después y pensamos que era un buen comienzo para una historia”, explica el realizador, que ganó en los premios del cine alemán a Sin novedad en el frente y que este año está nominado al Oscar a la Mejor película internacional, donde se enfrentará a La sociedad de la nieve.
Para Çatak “no es difícil darse cuenta” de que una clase funciona como trampantojo de cualquier sociedad. “Una escuela es muy parecida a un estado. Tienes un presidente, tienes gente a cargo, como los maestros. Tienes al alumnado, que es el pueblo, y tienes hasta un periódico, que es el periodismo. Todos estos elementos que crean nuestra sociedad están ahí, y supimos rápidamente que una vez que haces una película sobre la escuela, haces una película sobre la sociedad”, explica.
El racismo no tarda en aparecer. “No es una coincidencia que el primer niño señalado sea turco. Yo era el único niño turco en mi clase en aquel entonces y recuerdo que en la escuela sentí una especie de extraña alienación mientras estaba tratando de encajar. De mayor pensé que lo había logrado, hablo el idioma mejor incluso que muchos alemanes, pero de repente te das cuenta de que todavía no eres tan aceptado como crees, porque la gente te para en la calle, la policía te para sin ningún motivo, y cuando vas a EEUU te paran en la frontera y te meten en una habitación. Miras a los demás en esa sala y todos son musulmanes, o gente que se parece a ti. También quería hablar de cómo he estado tratando de ocultar mi identidad durante ciertos momentos de mi vida en los que no quería hablar mi idioma. Y eso se puede ver en el personaje de Carla”, añade.
Una escuela es muy parecida a un estado. Tienes un presidente, tienes gente a cargo, como los maestros. Tienes al alumnado, que es el pueblo, y tienes hasta un periódico, que es el periodismo
Carla, su protagonista, añade otra capa al tema del racismo. Una de la que el cine alemán no suele hablar, los prejuicios que todavía hay hacia la población de origen polaco. Dudaron y pensaron mucho sobre el pasado de su protagonista, pero finalmente quisieron hablar del “prejuicio hacia los polacos en Alemania, que se dice que son ladrones, que roban… es horrible, pero esos prejuicios están”. Para ayudarles a la construcción del guion les sirvió un libro de Margarete Stokowski sobre cómo creció en Alemania siendo descendiente de una familia polaca.
También aparece, cómo no, el machismo hacia esta joven profesora. Sus compañeros cuestionan sus decisiones por ser mujer, por ser menor que ellos, por ser la novata. “Hacia ella hay mucho sexismo y mucho clasismo. Como es joven no sabe una mierda, como es mujer le dirán que es una idealista, como lleva poco tiempo le dirán que no sabe nada”, apunta sobre todas las presiones que sufre su protagonista.
La presión es otro de los temas fundamentales de Sala de profesores. Esa escuela se convierte en una olla a presión donde la crispación acaba siendo insoportable y se traslada a los alumnos. El filme muestra “la erosión de esta profesión”. “Ha sido un trabajo respetado, pero ya no lo es. Los profesores están bajo mucha más presión y los padres piensan que saben más que los profesores porque leen cosas en internet. A eso suma todos esos grupos de WhatsApp donde una cosa pequeña puede convertirse en una tormenta de mierda. Este es el nuevo mundo donde tienen que trabajar los docentes. En Alemania faltan 25.000 profesores. Nadie quiere hacer este trabajo. Están sobrecargados, mal pagados y no importan a nadie. A eso suma el horario laboral. No tiene ningún sentido que la escuela empiece a las ocho de la mañana. La única razón es que los padres puedan dejar a sus hijos para ir a sus trabajos y la economía funcione, pero no es el mejor momento para que aprendan”, zanja de forma crítica.
En mayo rueda su nueva película, pero antes pasará por Los Ángeles para la ceremonia de los Oscar, una nominación que le ha sorprendido para una película tan pequeña: “Es una locura, no tenemos estrellas, no hay grandes valores de producción, es una historia pequeña… pero es genial ver que no necesitas tanto dinero para que una película resuene en el público”.
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