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Cuando la cultura pop encontró al régimen

chaplin hitler

Lucía Lijtmaer

Kim Jong-un mirando cosas. Kim Jong-un acabando con todo bicho viviente yanqui que se cruce en su camino en un videojuego que arrasa. Kim Jong-un advirtiendo de que The Interview es flojita y que le gustó más Annie. Kim Jong-un por todas partes, a todas horas, en memes, cuentas de Twitter paródicas, montajes fotográficos y blogs irónicos.

Desde que se desató la polémica sobre la posible implicación del gobierno de Corea del Norte en el hackeo a Sony durante la campaña de promoción de The Interview -que lidiaba, precisamente, con la posibilidad de asesinar al líder norcoreano-, el humor no da abasto. Cualquier cosa parece poco para intentar describir, moldear o subvertir la imagen del actual mandatario norcoreano.

¿Por qué resulta tan irresistible echarse unas risas con Kim Jong-un? La relación entre regímenes autoritarios y humor ha sido siempre una combinación irresistible. Desde El gran dictador, de Charles Chaplin, han demostrado ser un material preciado gracias a su capacidad para la ridiculización, la exageración y la puesta en escena de mentalidades extremas y situaciones absurdas.

Pero en los últimos años, algunos nuevos ejemplos añaden, además, elementos que parecen potenciar significados y reacciones: la irrupción de la cultura pop en el ámbito político trae consigo nuevos rasgos en este campo de juego.

El humor absurdo en las redes

La más evidente de esta nueva conjunción es, precisamente, la utilización de Kim Jong-in. El uso de sus fotografías en tumblrs sonriendo o pensando en comida habían sido precedidas por las de Kim Jong-il prestando atención al DJ del momento, convertido en memes con manos pequeñas o pegatinas en las que se le destaca como el mejor guitarrista de rock n' roll de la historia.

La simple yuxtaposición de las imágenes de ambos líderes con cualquier acto cotidiano o frívolo resulta suficiente para crear hilaridad, por lo que puede repetirse hasta el infinito. O, puestos a pedir, si lo contrastamos con el fenómeno pop de los últimos tiempos, nos encontramos ante un líder norcoreano gangnam style.

 

La parodia como elemento subversivo

La utilización de las características originales de un régimen totalitario para emularlo irónicamente es también la base del humor. Si a El gran dictador, o Bananas le añadimos una narración contemporánea, podemos tener algo parecido a El dictador, interpretada y escrita por Sacha Baron Cohen.

La ficcionalizada república de Wadiya tenía a un líder infantilizado, déspota, misógino y antioccidental que resultaba provocador, tanto por lo que decía sobre aquello que pretendía parodiar como su mirada opuesta. Aún así, muchas críticas se cebaron con la película por considerarla ofensiva y perpetuadora de estereotipos de la población árabe.

La política como fenómeno pop en sí mismo

¿Qué sucede cuando lo pop no funciona como alegoría sino directamente como herramienta de análisis? Esta es la opción que tomaron los miembros de Viernes Peronistas, el fanzine dedicado a la disección del peronismo, un fenómeno político hasta ahora insondable.

A través de fotomontajes, recortables y crónicas periodísticas veraces que parten del gusto por “compartir material en reuniones semiclandestinas” se busca explicar el peronismo después de haber visto Los Simpsons“, explica Rapa Carballo, uno de sus creadores.

En Viernes Peronistas nada se deja en el tintero: ni el laberinto de organizaciones, ni la Tercera Posición, ni la supuestamente olvidada canción montonera de Joan Manel Serrat. Todo funciona como un espacio orgánico de discusión para arrojar algo de luz sobre otras historias oficiales.

El reensamblaje de significantes

Hitler no tiene perrito que le ladre. O más bien sí lo tiene: es un pastor alemán que estudió Bellas Artes. También tiene a un psicoanalista freudiano, una bicicleta fixie con la que irse de picnic vegetariano y pocas ganas de invadir Polonia porque eso es taaaan 1926... La sátira Hipster Hitler, creada por James Carr y Archana Kumar, concibe a Adolf Hitler como un hipster de su tiempo.

Al fin y al cabo fue un artista fracasado en busca de un sentido vital. Pese a advertir en su web que se trata de humor satírico y de vocación paródica cuyo contenido debe tratarse como tal “y que de ninguna manera deben interpretarse como hechos reales”, diversos grupos activistas judíos llamaron al boicot de los libros y productos derivados. Los autores ya han creado un nuevo personaje: Broseph Stalin. Le gusta salir de fiesta y beber directamente del barril.

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