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Dolores Castro: La familia y la poesía dan sentido a mi vida
A pocos días de cumplir 96 años, Dolores Castro Varela, poeta, narradora, ensayista y crítica literaria mexicana, sostiene que la poesía y su familia es lo que da sentido y valor a su vida, una vida en la que las cosas “no han sido fáciles pero tampoco han sido imposibles”.
Testigo de los grandes sucesos históricos del siglo XX de México, el villismo (movimiento de Pancho Villa), la guerra cristera, la educación socialista, la emancipación femenina, la matanza de estudiantes en 1968 o la transición democrática, entre otros, Castro Varela asegura que actualmente “parecemos cocodrilos, que se comen todo y dejan los huesos”.
“¡Qué horrible! Sí, somos carnívoros pero no iguales que los cocodrilos. A mí me gusta leer una poesía en que el sueño sea el que contribuya a destacar formas que van más allá de la piel y del hueso, que están en la capacidad de soñar algo mejor, sobre todo para el género humano”, señala a Efe la autora de “Algo le duele al aire”.
Maestra de muchas generaciones de poetas, Castro indica que el consejo que les da a sus estudiantes para que sean mejores seres humanos es que lean, ya que sin leer se pierden toda la experiencia del género humano.
“Cuando el hombre aprendió a hablar luego aprendió a escribir. La palabra tiene un gran valor, oralmente y escrita. Oralmente porque el sentido tiene que ver con las letras, con el número de sílabas, etcétera, de las palabras; y la palabra escrita es nuestra historia. La palabra escrita es nuestra capacidad, todavía, de ser”, indica.
Recuerda que le ha tocado vivir una etapa en la que “había muchas mujeres” que escribían. “Somos muchas mujeres que escribimos; y algunas muy bien”.
“Y me toca también ver cómo quieren treparse hasta los cielos, y ver que no es tan fácil. En fin estoy contenta de haber llegado a los 96 años. Para mí no fue fácil pero tampoco imposible”.
Una edad desde la que contempla con lucidez un mundo en el que “la música se transforma en ruido”. “Eso -añade- es grave, porque la música también tiene un orden. Todos los órdenes que tienen las bellas artes se pierden en medio del ruido. En medio del comprar y comprar unos oros, otros bonos, y otros aunque sea trajes”.
Sobre lo que le da razón y pasión a su vida apunta a sus “amigos y afectos”. “Tuve siete hijos, están vivos. Tengo nietos y bisnietos. La familia es una institución que ha corrido diferentes formas, historias. Que a veces puede ser una forma de perder el libre albedrío pero mucho más que eso es una forma de conservar la especie”.
“Es una forma de recordar el afecto, de recordar la gracia de los niños, etcétera. Pero también es una forma de cohesión social”, señala.
Recomienda que para escribir poesía lo mejor es “tomarlo (el poema) inmediatamente que surge. El poema surge de pronto, como una iluminación de la vida, y de la propia vida de la conciencia. Pero esa iluminación es instantánea, y si uno no fuera capaz de tomar el poema inmediatamente que surge se va”.
Y agrega que “leer poesía es educar los sentidos para ver más, para encontrar más porqué vivir”.
La autora de “El corazón transfigurado” o “Dos nocturnos” nació en el estado de Aguascalientes, el 12 de abril de 1923, pero se educó en el estado de Zacatecas hasta que se quedó a residir definitivamente en la Ciudad de México.
Estudió Leyes y Letras en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y un posgrado en Estilística e Historia del Arte en la Complutense de Madrid. Y además de poeta y narradora, ha sido profesora universitaria, fundó en 1959 la emisora de radio de la UNAM y fue jefa de redacción de “Barcos de Papel”.
Formó el grupo Ocho Poetas Mexicanos con Alejandro Avilés, Roberto Cabral del Hoyo, Javier Peñalosa, Honorato Magaloni Duarte, Efrén Hernández, Octavio Novaro y Rosario Castellanos.
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