Por qué no nos emociona la historia de amor de la Lotería de Navidad
Dicen que el amor es el sentimiento universal, que no entiende de clases sociales, razas o edades. Usar el amor para representar la suerte, entonces, no parece una idea del todo descabellada. Aún así, no todas las historias emocionan por igual: hay algunas que nos dejan más fríos que el cierzo, y un buen ejemplo es el último anuncio de la Lotería de Navidad.
Danielle, dirigida por Alejandro Amenábar para las Loterías Generales del Estado, pretendía poner fin a tres años consecutivos de pornografía emocional. Como parte del engranaje consumista de estas fechas, sabemos que los anuncios del sorteo deben tener un final feliz, pero a veces el proceso intermedio resulta algo agónico.
Tanto Manuel, con tan solo un euro al día para tomarse un café, como el pobre Justino, que no veía la luz del sol, o Carmina, el colmo del sexismo pastelero, lograron su cometido: sugerir que la única forma de no ser un miserable es ganar el Gordo de Navidad.
Representaban al desempleado, al trabajador que no pierde la sonrisa pese a ocupar el peor turno y a la anciana que tantas veces ha visto peligrar su pensión. Eran un reflejo bastante más fiel de la sociedad española que el calvo de la Lotería, Raphael o Montserrat Caballé. Pero, hartos de la lágrima fácil, este año han decidido resarcirse con un cuento de Navidad en el que el amor triunfa más allá de las dimensiones y de las fronteras del lenguaje.
Con todas las expectativas, pinchamos en la versión de tres minutos para televisión, lo vemos hasta que aparece el rótulo del Gobierno, cerramos la ventana y nos asaltan las preguntas. ¿Habría surgido el amor si ella, en lugar de rubia y preciosa, fuese de color verde y tuviese tres ojos? ¿Podía Amenábar haber evitado los tópicos del amor romántico y heteronormativo? ¿Por qué la marciana no abre la boca ni una sola vez?
En 2017, año en el que el corto de animación Heartbeat -sobre el primer amor entre dos adolescentes homosexuales- demostró que otro tipo de narración es posible, Danielle se queda desfasada. No solo por la sexualidad de sus protagonistas, sino por el corte clásico y vulgar que confecciona cada detalle del guion. Tanto es así, que incluso el Consejo de la Juventud lo ha definido como “sexista” y “machista”.
La marciana modelo
Para los no iniciados, Danielle es una alienígena que llega a nuestro planeta y toma la apariencia de la modelo de una marquesina gigante. La chica, por casualidad, se topa con la fila de una administración madrileña de la Lotería. Detrás de ella se coloca Daniel, un guía turístico que le ayuda a elegir un número pensando que es una extranjera despistada. Las semanas pasan y la pareja, que no ha conseguido intercambiar dos palabras seguidas, se enamora.
“La verdad es que no sé quién eres, pero yo te quiero Danielle”, le dice él con los ojos bañados en lágrimas. Como faltaba el toque dramático, la marciana se pierde por Madrid y el muchacho se queda con el alma en vilo hasta el 22 de diciembre, cuando descubre que ambos han ganado el Gordo de la Lotería. Pero a él no le importan los millones, solo ve la oportunidad de reencontrarse con su amada en la administración que los unió. Y así ocurre, porque esa es la verdadera suerte y “el mayor premio es compartirlo”.
“El personaje femenino es una mujer silenciada y sin autonomía o control sobre su propia vida que ve en el masculino a su salvador, y el amor romántico que apuntala las relaciones tóxicas”, denunció el CJE.
Cuatro días después de la publicación del anuncio, la página de Loterías y Apuestas del Estado lanzó un nuevo vídeo desde el punto de vista de Danielle. No sabemos si fue a raíz de las críticas, pero en esta versión la narradora en off es ella, al contrario de la que se puede ver en la televisión.
Aún así, no hay nada en esta historia que no recuerde a algo que ya hemos visto más veces. No conmueve porque es el clásico infortunio de los amantes. No empatizamos porque ella no es un personaje creíble: es su físico, no su personalidad -rarita-, lo que los guionistas han destacado como virtud. Fracasa incluso en la estrategia básica de marketing porque nadie compra un boleto de la Lotería para encontrar a la chica de sus sueños, por superficial que parezca.
Las historias precarias de los años anteriores, aunque lacrimógenas, transmiten ese sentimiento de necesidad que lleva a los españoles a invertir 20 euros cada Navidad en sus sueños.
Porque hay muchos más Manueles, Justinos y Carminas, que sueñan con llegar a fin de mes, abandonar el turno de noche o dejar una buena herencia a sus hijos, que Danieles (no digamos ya Danielles). Porque el amor es una percha fantástica para vender la suerte, pero no todos los amores se tienen que dar entre el chico guapo y la rubia despampanante. Porque del 2017, y de Alejandro Amenábar, nos esperábamos algo mejor que la versión navideña de Mi novia es una extraterrestre.