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La Guerra Civil Galáctica

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Pablo Simón

El cuerpo de la ciencia política galáctica ha ido creciendo de manera importante los últimos eones. Junto al estudio de las defectuosas instituciones de la Antigua República, también se han presentado tratados polémicos sobre los determinantes de la sucesión de Imperios Galácticos en el universo conocido. Esta pequeña nota de trabajo se quiere sumar al creciente acerbo de reflexiones que tenemos sobre la cuestión. En concreto se centra en explorar los determinantes políticos que pudieron estar detrás de la emergencia de la Alianza Rebelde y el estallido de la Guerra Civil.

El germen de la Rebelión armada

Normalmente se fija el año XIX de la era Palpatine como el del estallido de la Guerra Civil, pero sus raíces políticas se hunden en las postrimerías de la República. La Alianza Rebelde, también conocida como la Alianza para la Restauración de la República, tiene su origen político en la Delegación de los 2.000. Dicha delegación estaba compuesta por un grupo de senadores descontentos con la gestión del entonces canciller Palpatine y emitió una protesta formal reclamando la devolución de los poderes de emergencia que había asumido durante las Guerras Clon. Entre sus líderes más destacados estaban Mon Mothma (que sería la futura comandante suprema de la Rebelión), Bail Organa de Alderaan o Padmé Amidala de Naboo. Tras la entronización de Palpatine y el advenimiento del Imperio, fueron el núcleo político de la resistencia.

Sin embargo, no debería olvidarse que el establecimiento del Imperio es un proceso casi paralelo a la terminación de las Guerras Clon, una guerra de secesión. Las brasas de aquella guerra trajeron consigo importantes procesos de represión violenta a los mundos que en el pasado estuvieron alineados con la Confederación de Sistemas Independientes. En este sentido destacan especialmente dos casos. Por un lado Ryloth, en el cuál existían guerrillas organizadas que ya combatieron a los separatistas y en esta ocasión se volvieron contra las fuerzas de ocupación imperiales. Por el otro Antar 4, en el cual se produjo la famosa atrocidad del mismo nombre – represión, asesinatos y encarcelamientos masivos – por el Moff Wilhuff Tarkin. Ambos casos tienen algunos elementos similares que pueden explicar la fuerza de su reacción contra el nuevo régimen.

En ambos casos son planetas con gran desigualdad respecto a los núcleos centrales de la galaxia, mucho más ricos y urbanizados que estos planetas. Además, son planetas que claramente están orientados al exterior y o bien dependen del sector primario (agricultura y minerales en el caso de Antar 4) o bien a actividades ilegales en otros lugares de la galaxia (como es el tráfico de esclavos en Ryloth). Ello hace que en ambas haya potenciales fuentes de tensión. Por ejemplo, en Antar 4 Tyvor Mandirly, un tío de Bail Organa, fue el encargado de resolver unas disputas a propósito de las plantaciones Colfillini. Las explotaciones agrícolas no generan tantos incentivos a la cooperación entre productores porque la redistribución de tierras siempre es un juego de suma cero, lo que puede favorecer el conflicto. Lo mismo ocurre con el esclavismo, cuyo tráfico esquilma a la población nativa, permite el florecimiento de actividades ilegales y cuyo valor es fluctuante en el mercado galáctico.

Pero además, ambos son planetas cuyas fuerzas locales han tenido experiencia en la lucha de las Guerras Clon, luego disponen de bolters y armamento pesado para el combate. La existencia de veteranos (des)movilizados y de armamento sobre el terreno hace que la organización de una revuelta siempre sea más sencilla. Finalmente, sus Moffs locales se basaron para apuntalar su dominio en tropas clon de refresco provenientes de otros mundos, lo que genera todavía más sensación de agravio y el auge de movimiento anti-imperiales. Estos elementos favorecieron las erupciones violentas. Pese a ello, la represión imperial fue durísima hasta el punto de que en la Atrocidad de Antar no se distinguió aliado de enemigo. La desproporcionada reacción de las fuerzas imperiales echó leña al fuego y aumentó enormemente el resentimiento en multitud de planetas.

Los rebeldes se hacen Alianza

Aunque con frecuencia se ha despreciado su papel durante el Imperio, el Senado siguió existiendo hasta poco antes de la batalla de Yavin. Por supuesto, no se trató de un órgano efectivo, sino más bien de una caja de resonancia de la voluntad imperial. Pese a ello, los senadores disidentes sí que pudieron intercambiar información y contactos a medida iban surgiendo células de la Alianza en gran número de sistemas. La paradoja es que un Senado cuya inoperancia fue causa del colapso de la República, sí que fuera útil para poner en común mucho del creciente descontento con el Nuevo Orden. Un proceso muy complejo y arriesgado dado que los agentes de Palpatine, guiados por Darth Vader, fueron particularmente eficaces descubriendo y eliminando a rebeldes y disidentes.

En cualquier caso, el estallido propiamente de la Guerra Civil Galáctica no se da hasta el momento en el que grupos disidentes desean derrocar un gobierno al que consideran ilegítimo. En este caso es claro que, a diferencia de las Guerras Clon, no se trató de una guerra de independencia o colonial, sino ligada a causas políticas y que incluyó a miembros tanto políticos como militares (al principio Jedi) vinculados a la Antigua República. Progresivamente la Alianza fue ganando adhesiones hasta el punto de poder formar una flota con capacidad de luchar frente al imperio en igualdad de condiciones. Ello fue posible gracias a la contribución de los cruceros Mon Calamari o la deserción de los ingenieros de INCOM con los planos del Ala X, que permitieron victorias puntuales contra las fuerzas imperiales.

Desde el punto de vista del ordenamiento constitucional del Imperio, la disolución del Senado fue un paso natural. La decisión de centralizar el dominio del Imperio en la figura de los gobernadores (Moffs y Grandes Moffs, sus delegados en los sistemas) es un procedimiento propio del establecimiento de un autoritarismo con vocación de ser duradero. Esto permite diferentes ventajas para el dominio de Palpatine. Permite establecer reglas claras y terminar con solapamientos de autoridad del régimen anterior, al anular la autonomía de los sistemas. Permite centralizar la recaudación de los impuestos para la financiación de un aparato militar represivo cada vez mayor –recordemos que el coste de una Estrella de la Muerte es considerable y es un puntal clave de una estrategia de intimidación.

Sin embargo, dicha disolución supuso en la práctica el paso a la clandestinidad de los líderes políticos de la Alianza, que se agruparon en una flota itinerante que, al principio, estableció su base secreta en Yavin 4. Aunque el resentimiento de los líderes planetarios iba en aumento el miedo a la represión lo hacía permanecer oculto. Al no poderse coordinar los líderes, que estaban lejos y sin el vehículo del Senado, se generó una ocultación masiva de preferencias. Podía haber muchos sistemas descontentos, pero no se sabían cuantos y se veían en un dilema del prisionero; el primero en levantar la voz podía acabar como Antar 4. Por eso fue tan importante la destrucción de la Primera Estrella de la Muerte. Mandó dos señales claras a toda la Galaxia; hay oposición organizada al Imperio –que puede ofrecer apoyo político y logístico– y derrotarlo en batalla es posible. Fue solo entonces cuando hubo una masiva de sistemas a la causa de la Alianza.

La guerra continúa

Las luchas entre el Imperio y la Alianza fueron inagotables a lo largo de la Galaxia, con frecuentes retiradas como la de la Batalla de Hoth hasta el momento decisivo de Endor y la destrucción de la Segunda Estrella de la Muerte. Sin embargo, podemos extraer algunas lecciones interesantes de la primera fase para entender otros conflictos galácticos. Primero, que los planetas que sean más dependientes del Nucleo, con estructura basada en recursos primarios, con pasado bélico o con ocupantes clon de otras regiones tienen más propensión a tener una reacción violenta. Segundo, que los Imperios Galácticos que quieren mantenerse tienden a la centralización política, a la inversión en importantes aparatos represores y a generar instituciones que anulen la coordinación de la oposición. Y finalmente, que los rebeldes tienen que superar la barrera que genera el miedo a la represión. Sólo un golpe de efecto que muestre que la oposición funciona puede desencadenar una bola de nieve de luchadores por la libertad. Sólo cuando parece que las cosas pueden cambiar, surge… una nueva esperanza.

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