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Héctor Ruiz: “Si el móvil no lo usas como herramienta para aprender, mejor fuera”

Héctor Ruiz Marín, biólogo, profesor e investigador sobre el aprendizaje

Pau Rodríguez

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Héctor Ruiz Marín lleva dos décadas dedicadas a la investigación científica sobre cómo aprendemos, pero huye de consejos universales y grandes máximas pedagógicas. Director de la International Teaching Science Foundation, con sede en Londres, este biólogo de formación, que también fue profesor de Secundaria, reside en Barcelona y colabora como investigador en distintas universidades, principalmente la Autónoma de Madrid y la Ramon Llull. En Cómo aprendemos (editorial Graó) recaba evidencias sobre el papel de la memoria en el aprendizaje, la validez de distintos métodos escolares y, de paso, desvela unos cuantos mitos muy extendidos sobre el aprendizaje –como que la atención tiene un límite de 20 o 30 minutos–. 

¿Qué significa exactamente aprender? 

Aprender es un cambio en la conducta que es producto de una experiencia. El problema es que el aprendizaje no se puede observar, solo deducir. Y lo haces a partir de aquello que una persona puede hacer que antes no podía. Es siempre una estimación. 

¿Cree que la educación formal ha prestado históricamente poca atención a la investigación científica sobre cómo aprendemos los seres humanos?

Mi sensación es que ha habido poca transferencia de muchos conocimientos científicos hacia los docentes. La comunidad científica ha estado en su burbuja y la educativa, en la suya. Y eso no quiere decir que no haya transferencia en otras disciplinas, como la pedagogía. Pero en ciencia cognitiva, sobre cómo aprendemos las personas, ha habido más distancia. Y es una pena, porque es información valiosa que contribuye a tomar decisiones. Tampoco será la solución a todo, pero puede mejorar cosas. Es una maleta de conocimiento que la comunidad educativa debería añadir a sus experiencias. 

Una de las cuestiones que ya puntualiza inicialmente es que hay pocos métodos de aprendizaje que estén avalados por la ciencia en cualquier contexto. Que una metodología puede ser buena o mala para el alumno en función de cómo y dónde se aplique.

Cuando haces ciencia de un proceso tan complejo como es el aprendizaje, hay personas que piensan que no se puede hacer. Que hay demasiadas variables. Pero puedes averiguar cuáles de ellas influyen más. Nadie duda que la meteorología es una ciencia, pero a la vez todos entienden que las predicciones no tienen por qué acertar. Cuando te dicen que hay un 90% de probabilidades de que llueva, coge un paraguas. Es la mejor apuesta. En el aprendizaje pasa lo mismo: sabemos algunas cosas que pueden ser útiles para incrementar las probabilidades de aprender. 

¿Cuáles? 

Todos tenemos un cerebro humano. Para aprender es mejor basarte en el significado de algo que en hechos exactos. Es decir, tú ahora no puedes reproducir todo lo que te he dicho, pero sí reconstruir su significado. Por ejemplo, para aprender hay que pensar sobre lo que hacemos. También evocar los conocimientos, es decir, recuperarlos de la memoria para explicarlos, usarlos, resolver problemas… O que la práctica espaciada, y no la concentración en un tiempo reducido, favorece que el aprendizaje sea más duradero. Todo esto tiene que ver con cómo funciona el cerebro a la hora de aprender, y se pueden tener presentes a la hora de evaluar una actividad en clase.

Usted habla habitualmente del aprendizaje por proyectos, muy popularizado en las aulas, como ejemplo de metodología útil siempre que se lleve a cabo de una determinada forma. 

Claro, depende. Hay muchas formas de desplegar un proyecto y ahí es donde residen algunos problemas. Hay ingredientes que no deben faltar para que funcione. Si en el proyecto esperas que los alumnos aprendan por su cuenta para resolver un problema, caes en una falacia, la de pensar que cuando uno se busca la vida aprende mejor. Y no, el profesor es el que tiene la capacidad de proporcionarnos las actividades, ejemplos y feedback sobre si entiendes algo o lo aplicas adecuadamente. Además, hay investigaciones que dicen que los proyectos son un buen método siempre que los alumnos ya tengan el conocimiento necesario para abordarlos. 

Si trabajas por proyectos y esperas que los alumnos aprendan por su cuenta para resolver un problema, caes en una falacia, la de pensar que cuando uno se busca la vida aprende mejor

Otra metodología que saca a colación es el aprendizaje cooperativo, a partir de trabajos en grupo. Que es cierto que es eficaz pero solo si la evaluación es individual. Si pones la misma nota a todos por el resultado final, no. ¿Por qué?

El aprendizaje cooperativo es de los métodos más tergiversados respecto a las evidencias de la investigación. Es algo que pasa a veces en educación. Y aquí sucede que a veces este tipo de aprendizaje se acaba convirtiendo en hacer trabajos en grupo. Y no, el aprendizaje cooperativo debe ser una situación en la que deban ayudarse los unos a los otros para que cada uno de ellos logre los objetivos y pueda demostrarlo por su cuenta. No tienen por qué acabar haciendo un producto juntos. De hecho, puede ser una actividad de 10 minutos en parejas: que ambas se aseguren de que saben hacer algo y luego lo demuestren. Es eso. 

Antes citaba la evocación. Reproducir y usar conceptos que uno estudia para aprenderlos mejor. ¿Por qué es tan importante?

La psicología cognitiva ha corroborado que consolidamos mejor lo que aprendemos cuando lo evocamos, es decir, lo usamos para explicar un caso, lo verbalizamos. Esto es mejor que la revisión, es decir, que volver a repasar un tema. Esto es un hecho. Cuando evocas te pones a prueba sobre lo que aprendes, lo consolidas, y además entonces sabes qué necesitas –entonces sí– repasar.

¿El llamado aprendizaje memorístico, la idea de estudiar durante horas y días, funciona para algo más que superar un examen?

Funciona a corto plazo: 24 o 48 horas, en función de la persona. Es la mejor garantía de que el aprendizaje sea efímero. Masificamos el estudio pero la garantía de que perdure es espaciarlo en el tiempo. Pero estudiar en el último momento es eficaz para pasar exámenes y tener éxito en lo que te piden en la escuela. Esto cambia en función de la evaluación. 

Y a pesar de ello, usted advierte sobre la importancia capital que tiene la memoria en el aprendizaje. 

Es que es lo que nos permite aprender. De la memoria depende todo, desde el vocabulario a lo que ves enfrente de ti. Cuando en el mundo educativo se habla de memoria, se suele referir al aprendizaje memorístico, a memorizar al pie de la letra sin entender. Y de hecho nuestra memoria, si algo hace mal [ríe], es memorizar. Lo que hace bien es basarse en los significados. La memoria no se ejercita, aunque esta sea una idea intuitiva. No es un músculo que puedas fortalecer memorizando capitales de países. Se hace fuerte cuando obtienes conocimientos relacionados con los que ya tenías. 

Masificamos el estudio, pero la garantía de que el aprendizaje perdure es espaciarlo en el tiempo

Otra malinterpretación educativa que usted identifica es del aprendizaje activo. Que se ha acabado traduciendo a veces en hacer actividades en clase.

Es un malentendido que viene del concepto Active learning. Aprendizaje activo significa en realidad aprender pensando, no haciendo cosas. Cuidado porque no todo el hacer quiere decir pensar. ¿Leer es aprendizaje activo? Depende. Lo es si mientras lees te vas parando, reflexionando, buscando analogías para comentarlo con otro… ¿Lo es ir al laboratorio? No lo es si sigues un guion sin pensar lo que haces, aunque tú los estés allí haciendo cosas. Esta es una idea muy sencilla pero poderosa. ¿Una clase magistral garantiza un aprendizaje activo? Difícilmente, si no la acompañas de algo más, de un diálogo o interacción. 

Una cuestión en la que no entra en sus publicaciones de cómo aprendemos es en los orígenes sociales y las dificultades familiares de los alumnos. ¿No incide eso también en cómo aprenden? 

En la forma como aprendemos, no. El tema es que los factores sociales y económicos, las oportunidades que uno tiene antes de llegar frente a un profesor, moldean su capacidad de aprender. En toda habilidad hay una base genética y otra ambiental. En el aprendizaje uno de los factores más importantes es aquello que ya sabes: el vocabulario, conocimientos que ya tienes. Cuanto más sabes, más puedes aprender. Y esto lo que nos dice es que no solo los alumnos llegan unos con ventaja respecto a los otros, sino que los que están delante corren más.

Cuanto más sabes, más puedes aprender. Y esto lo que nos dice es que no solo los alumnos llegan unos con ventaja respecto a los otros, sino que los que están delante corren más

Tampoco aborda en sus libros el efecto de las pantallas, y en especial los móviles, en la educación, ¿usted ha recopilado investigaciones sobre si perjudica la capacidad de atención de los jóvenes?

La ciencia no dice eso, aunque parezca intuitivo. En el libro The distracted mind (editado por The Mit Press) lo explican bien. Tus capacidades cognitivas no cambian porque cambie el entorno, que es el que te hace responder de forma distinta. No perdemos capacidades, lo que pasa es que tenemos más distracciones. El pling del móvil es una promesa de información que puede ser relevante para ti, te dice tu cerebro. Es importante entender que no es que los jóvenes ya no se puedan concentrar. Lo pueden hacer… Si les quitas el móvil. Como todos. 

Entiendo la puntualización. Pero entonces la pregunta es: ¿si aprendemos con el móvil al lado, aprendemos peor? 

Si el móvil no lo usas como herramienta relevante para aprender, totalmente sí: móvil fuera. Es probable que te genere distracciones que ni siquiera percibes. 

Usted se ha especializado en neuromitos. Como que la capacidad de atención del ser humano no supera los 20 o 30 minutos. Es cierto que suelen reproducirlo algunos gurús. ¿No es cierto?

La atención es el proceso que determina la información que accede a tu memoria de trabajo, es decir, de lo que eres consciente en cada momento. Y esto cambia constantemente. Nuestro foco de atención no para. Decir que dura 30 minutos no tiene sentido. Supongo que se refieren a que no se puede estar lo suficientemente motivado como para mantener el foco de atención en una clase. Y si es así, por lo tanto no es un tema de atención, sino de motivación: lo que ocurre en clase no te motiva lo bastante como para que vuelvas una vez y otra a la clase. ¿Cuál es el límite de tiempo de atención? No lo hay. Como mucho, la fatiga de cada uno. Todos hemos estado en una conferencia de dos horas y al acabar hemos dicho ‘¿ya?’. Por no hablar de películas, series… 

Cuanta más amplitud en el currículum, menos oportunidades de profundizar. Y sin profundizar debes pasar de forma superficial por las materias y entonces el aprendizaje es efímero

Otro mito interesante que expone es el de las distintas tipologías de alumnos, los que son visuales, auditivos… También lo ha refutado la ciencia.

Es de los mitos más prevalentes. En Catalunya, en un estudio nuestro superaba el 87% de los docentes. En otros países más. Es el mito que considera que las personas se diferencian según la forma sensorial más efectiva de aprender para ellos. 

¿Y a que se debe esa prevalencia? 

Es que es una idea intuitiva. Pero precisamente porque es una hipótesis muy interesante, la ciencia lo ha puesto a prueba muchas veces. Y se ha refutado. 

Una última cuestión de actualidad: el debate sobre el currículo y su extensión. ¿Hay que recortarlo para profundizar?

Es el eterno dilema entre amplitud y profundidad. ¿Es importante la amplitud? Sí, claro. Cuanto más sabes, más puedes aprender. Lo que pasa es que cuanta más amplitud, menos oportunidades de profundizar. Y sin profundizar debes pasar de forma superficial por las materias y entonces el aprendizaje es efímero. Con muestras de 3.000 alumnos de escuelas distintas de Catalunya me he encontrado que de lo que supuestamente habían aprendido el curso anterior ya no lo recordaban nada. Sin mínima profundidad, es como si no hicieses nada. Hay que sacrificar amplitud para que aquello que decidas aprender, realmente se aprenda. 

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