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El imaginario colectivo mantiene viva la huella comunera 500 años después

El imaginario colectivo mantiene viva la huella comunera 500 años después
Simancas (Valladolid) —

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Simancas (Valladolid), 20 abr (EFE).- El paso del tiempo ha nutrido una ilusión colectiva hasta cristalizar como “estandarte de una comunidad” un episodio ocurrido hace quinientos años, el de la Guerra de las Comunidades de Castilla“ (1520-1522), vivo en las tesis históricas y aún fresco en el debate político y esfera social.

Cinco siglos después, los historiadores aún no se han puesto de acuerdo sobre si fue una revolución -la primera de la Edad Moderna-, una rebelión menor localizada en un reino de la monarquía hispánica, un alzamiento de menguado alcance o una revuelta donde coincidieron varios estamentos: desde el pueblo y el clero hasta la nobleza.

El movimiento comunero, como prefiere llamarlo la directora del Archivo de Simancas, Julia Teresa Rodríguez, “provino esencialmente de un conflicto dinástico, al menos en su origen y no muy diferente de otros anteriores”, ha explicado este martes en una entrevista con la Agencia Efe.

“Pero enseguida adquiere un carácter poliédrico, con muchas aristas que le dan una mayor complejidad porque intervienen muy distintos grupos sociales con conflictos incluso entre ellos mismos porque no eran muy homogéneos: sectores de la nobleza, del común (pueblo) y del clero”, ha añadido.

Todo empezó con la muerte de Isabel la Católica (1504) y la búsqueda de un sucesor en la Corona de Castilla que, ante la incapacidad de su hija Juana para desempeñarla de una forma continuada, fue su padre, Fernando II de Aragón (El Católico) quien asumió una regencia hasta el fallecimiento de éste, en 1516.

Ese año murió Felipe I, esposo de Juana, todo lo cual precipitó la declaración de su hijo Carlos como heredero legítimo, su llegada a España en 1517 y el comienzo de un movimiento hostil hacia su persona que prendió, en 1519, con la petición de dinero en las Cortes convocadas a tal fin para coronarse emperador del Sacro Imperio Romano Germánico como sucesor de su abuelo Maximiliano.

“El sustrato es el de un conflicto dinástico latente desde la muerte de Isabel la Católica, que estalla con la figura de Carlos V y que, con el paso del tiempo, ha alimentado un imaginario colectivo hasta convertirse en estandarte de una comunidad”, ha argumentado Rodríguez, destinada en el Archivo de Simancas desde 1986, los últimos siete años como directora.

De conflicto dinástico, el levantamiento comunero “pasó a ser un sonajero de movimientos sociales, muy diverso, donde afloraron cuestiones económicas y sociales” que han dado pie a múltiples análisis, ha agregado la directora mientras hojea y muestra algunos documentos esenciales para el conocimiento de este momento de la historia de España del que ahora se cumplen 500 años.

“El problema de la interpretación de las Comunidades es que se ha visto envuelto en una nebulosa mítica que se crea y fomenta en el siglo XIX, cuando el partido liberal hace del conflicto un estandarte y emblema de las libertades contra la tiranía”, ha continuado esta especialista en Historia Medieval.

Se ve a los comuneros, y en especial a los tres principales capitanes (Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado), “como mártires y héroes de la libertad”, lo cual ha tenido “una influencia directa en la documentación del Archivo de Simancas sobre el movimiento comunero”, ha señalado.

Por “presión de algunos académicos”, durante el siglo XIX los documentos relativos a la Guerra de las Comunidades pasan a formar parte de la Colección Patronato Real, creada en el siglo XVI por Felipe II y su archivero Diego de Ayala con los legajos acreditativos de los derechos del rey.

A partir de ese momento, “fue objeto de una copia sistemática. Es un caso muy claro de uso abusivo de la historia”, ha precisado Julia Teresa Rodrigo, quien lee el castellano escrito del siglo XVI con sus rúbricas, arabescos y laberintos de tinta, como quien hojea el periódico del día mientras apura una taza de café.

“Hubo que esperar a la segunda mitad del siglo XIX para que el movimiento comunero fuera objeto de un estudio más crítico y riguroso, con José Antonio Maravall y Joseph Pérez que es el autor del estudio más completo”, al conciliar las posturas de quienes lo vieron como un movimiento antiseñorial y otros como de carácter urbano.

Roberto Jiménez

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