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Jean Laurent, un pionero del fotoperiodismo en el siglo XIX al que cuesta reconocer su legado

La España de la segunda mitad del siglo XIX, sus obras públicas, sus monumentos, sus gobernantes o sus tipos populares la conocemos, en buena medida, gracias a un fotógrafo francés afincado en Madrid y de nombre Jean (o Juan) Laurent. Nacido en la Borgoña en 1816, pero residente en Madrid desde los 27 años, Laurent se hizo fotógrafo en nuestro país y, con una sabia combinación de artista y empresario, dejó un testimonio histórico impagable. Miles de fotos, donadas a los archivos estatales, permiten hoy recrear aquella época de progreso, por un lado, y grandes contrastes sociales, por otro.

Tras varias exposiciones de su obra en los últimos años, que popularizaron su inmenso legado, un manifiesto público de intelectuales y de instituciones culturales pide un homenaje a su figura cambiando el nombre al colegio público madrileño Francisco de Quevedo, situado en el edificio en el que Laurent tuvo su estudio y su vivienda, una iniciativa que ha sido rechazada. El manifiesto lo firmaron, entre otros, los fotógrafos Joan Fontcuberta y Daniel Mordzinski, los cineastas Fernando Méndez Leite y Sol Carnicero, el escritor Javier Sierra o el director del Museo del Prado, Miguel Falomir.

Tampoco está siendo fácil la restauración de una parte del palacete en el que vivió en Alcalá de Henares y la puesta en marcha de un futuro museo dedicado a su obra. Hoy, el Colegio Calasanz. Las hermanas Escolapias se hicieron con el inmueble en 1903 y han tenido que recurrir al crowdfunding para completar con 25.000 euros los 10.000 que puso el Ayuntamiento complutense, más otro tanto que aportaron las monjas y así llevar a cabo las obras de restauración de la impresionante escalera del siglo XVIII que preside el palacio. Con ese dinero conisguieron, a finales del año pasado, reparar de emergencia las grietas de la cúpula, fijar la decoración de escayola a punto de desprenderse y consolidar y limpiar los frescos de la pared, que se descascarillaban. También se han restaurado las vidrieras y se ha colocado una iluminación. Pero se necesitan otros 45.000 euros para completar la restauración y el proyecto museístico, un dinero que esperan conseguir vía donativos y aportaciones en las entradas de pequeños espectáculos teatrales y musicales realizados al pie de la magnífica escalera, cuyas visitas se retomarán en septiembre. “Si tenemos que esperar a que esté todo restaurado, tardaríamos mucho”, indica Rosa Carmona, directora del colegio. “Actualmente, queda mucho por restaurar pero se ha hecho lo más difícil y lo más costoso”, añade.

El fotógrafo José Aleixandre, que fue comisario de una reciente exposición sobre Laurent en Valencia, no duda al afirmar que “Jean Laurent creó un nuevo concepto de la fotografía, un estilo renovado con el impulso de corresponsales que trabajaban para su firma y recorrieron España y Portugal. De hecho, puede decirse que puso en marcha la primera agencia de prensa con una mentalidad muy empresarial. En esta línea, la casa Laurent ofrecía a la venta catálogos numerados que los compradores podían elegir. Este sistema de venta de fotos ha permitido que hayan llegado hasta la actualidad miles de sus imágenes”.

Tanto el propio Laurent como sus colaboradores, se dedicaron a fotografiar monumentos históricos de varias ciudades o, sobre todo, obras públicas como la construcción a partir de 1858 de la línea férrea de Madrid a Alicante. Solían viajar en tren o en un curioso carro-laboratorio donde revelaban y, más tarde, transportaban las imágenes. El Estado posee una réplica de esta primigenia unidad móvil, guardada en un almacén, que ha prometido ceder a ese futuro museo Jean Laurent de Alcalá de Henares, que será posible gracias a un convenio con el Ayuntamiento.

Aquel fotógrafo moreno y ceñudo, con barba y vestido con levita, fue un pionero de nuevas técnicas como el colodión húmedo o las copias en papel a la albúmina. Su inventiva y su sentido comercial eran extraordinarios y, como ejemplo, baste recordar que aplicó la fotografía a los abanicos, un complemento muy extendido en su época. Pero su trabajo documentalista, que hoy podríamos calificar de fotoperiodismo, resultó magnífico y un legado inmejorable que hoy pertenece al Ministerio de Cultura. Para dar una dimensión de la obra de Laurent, baste decir que el Estado digitalizó 6.300 fotos de su estudio en marzo de 2021. “Por citar un solo detalle muy significativo”, explica Aleixandre, “el archivo Laurent cuenta con seis fotografías que ofrecen unidas una panorámica total del paso del río Turia por Valencia. Esa imagen supone un inigualable testimonio histórico porque la mayoría de edificios que bordeaban el río ya han desaparecido”.

Una red de corresponsales

Pero la ingente obra de la casa Laurent no se limitó a la arquitectura o el urbanismo, porque aquel fotógrafo de amplio espectro se convirtió también en un notable retratista que trabajó para la corte de Isabel II o dejó valiosas imágenes de tipos populares, de oficios y labores. Carlos Teixidor, historiador de la fotografía y técnico del Instituto de Patrimonio Cultural, señala que “Laurent figura entre los tres grandes de la fotografía española del siglo XIX junto con su socio, José Martínez Sánchez, y con Charles Clifford”. Como prueba de su prestigio en vida, Teixidor destaca: “Laurent retrató a Isabel II, al Gobierno provisional de la revolución de 1868, a Amadeo de Saboya e incluso a Alfonso XII. De todos modos, conviene subrayar que Jean o Juan Laurent no fue un fotógrafo francés que llegó a España, sino un artista que aprendió ese oficio en Madrid y lo ejerció por todo nuestro país. Montó una red de corresponsales muy extensa, que él llamaba enviados de la casa Laurent, en un negocio que abarcó Italia, Alemania, Francia y Portugal. Gracias a esa red se conservan muy buenas fotos de Europa”.

Laurent ganó mucho dinero con la fotografía hasta su fallecimiento en 1886, aunque su familia tuvo después problemas económicos al no saber mantener el negocio. Su papel fue también muy relevante como una suerte de embajador cultural y su colección de obras públicas representó a España en la Exposición Universal de París en 1867. Ecléctico en cuestiones políticas en una época muy convulsa que atravesó la monarquía de Isabel II, la revolución gloriosa, la I República, el brevísimo reinado de Amadeo de Saboya y, por último, la Restauración con Alfonso XII, el fotógrafo Laurent estaba inmerso en una profesión que le apasionaba y que, además, pudo transformar en un negocio. Autor de varias monografías sobre Laurent, Carlos Teixidor admite que, en tiempos recientes, la figura del artista hispano-francés (nunca perdió su nacionalidad de origen) ha sido rescatada de los círculos de especialistas para llegar al gran público o, al menos, a los aficionados a la fotografía. “De todos modos”, opina Teixidor, “falta todavía un poco de reconocimiento. El manifiesto en defensa de la memoria de Jean Laurent, que fue presentado el 20 de julio en el Círculo de Bellas Artes, pretende cubrir en parte esa laguna. Creo que la Comunidad de Madrid acabará aceptando esa propuesta de otorgar su nombre al colegio donde se levantó su casa-estudio”. Conservado su legado en diversas instituciones, algunas de ellas de la relevancia del Museo del Prado, la Biblioteca Nacional o la Academia de Cine respaldan esta petición, la pelota está ahora en el tejado de la Comunidad de Madrid para homenajear a un auténtico personaje que retrató la cambiante y agitada segunda mitad del siglo XIX.

Aún hay mucho que descubrir de Laurent. Rosa Carmona advierte que no ha aparecido su archivo personal. Apenas se conservan sus fotos familiares, como la que tomó a la puerta de su palacete en Alcalá de Henares y en la que aparece sentado el escritor Alejandro Dumas, con quien mantenía amistad y a quien retrató en diferentes ocasiones. Es una imagen que no se conserva en los fondos españoles, sino en la Collection de la Société des Amis d'Alexandre Dumas de la agencia AKG Paris pero que, se espera, una copia debería estar en ese futuro museo. Tampoco se conservan sus objetos personales, aunque en las obras de restauración de la escalera aparecieron, “como una caja del tiempo”, una cajita con pólvora, hojas de periódico, un fósil, clavos y balines que estarían por datar pero que pertenecerían tanto al siglo XVIII como del XIX. (El Colegio Calasanz tiene abierta la cuenta bancaria ES91 0049 6791 79 2616005473 para seguir recogiendo fondos para completar la restauración y el futuro museo).