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Un colegio para Jean Laurent, el fotógrafo pionero cuya memoria ha sido maltratada por Madrid

Tumba de Jean Laurent en el cementerio de La Almudena

Diego Casado

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La tumba del fotógrafo Jean Laurent en el Cementerio de la Almudena es hoy una triste metáfora del recuerdo que guarda para su memoria la ciudad que lo acogió durante la mayor parte de su vida. Se encuentra hecha añicos, destruida en una docena de pedazos, con una lápida en la que apenas se lee su nombre españolizado, Juan Laurent, con el que fue enterrado en 1886.

El lugar fue el elegido el pasado 24 de noviembre para recordarlo, cuando se cumplía el 135º aniversario de su muerte. Allí se reunieron diferentes instituciones y un nutrido grupo de personas, como homenaje a un fotógrafo de talla mundial en el siglo XIX, cuando retrató Madrid a través de cientos de negativos de los edificios, calles, palacios y estampas de sus habitantes.

El homenaje se trasladó después a un edificio de la calle Granada, en el barrio de Pacífico (Retiro), donde Laurent ubicó su último estudio fotográfico hasta el final de sus días. En aquella jornada de otoño, frente a sus paredes de ladrillo neomudéjar, se formuló una propuesta que cumplirá un paso importante este mismo jueves: el de cambiar el nombre del centro escolar que ahora tiene -Francisco de Quevedo- por el de Jean Laurent. Y que Madrid, por fin, restaure con este gesto la memoria de uno de sus fotógrafos de cabecera.

La iniciativa la lleva al Pleno de Retiro el PSOE, aunque se trata de una propuesta conjunta del Grupo de Investigación Fotodoc de la Universidad Complutense de Madrid y de la Fundación Anastasio de Gracia. Reclaman el cambio de nombre porque de esta forma “permite reconocer y hacer más visible el importante legado material fotográfico que dejó en Madrid, porque falleció en este inmueble” y porque el cambio lo han apoyado recientemente, por mayoría absoluta, el claustro de profesores y el consejo escolar del centro.

“Madrid no tiene reflejada en sus calles la memoria de sus grandes fotógrafos”, lamenta Uría Fernández, director del área de Cultura de la Fundación Anastasio de Gracia y uno de los impulsores de la propuesta. Solo el alabado Alfonso cuenta con una calle junto al Viaducto, que en realidad es una escalinata. “A veces resulta estridente que tengamos lugares dedicados a personajes con una vinculación nula a la historia de este país y personajes como Laurent no cuenten con un espacio adecuado”, se queja.

La iniciativa para cambiar el nombre del colegio de infantil y primaria está muy medida: creen que no perjudica al recuerdo del genial Quevedo, quien cuenta con siete centros educativos públicos en la región (uno de ellos un instituto en la capital), además de una parada de Metro y una glorieta con su efigie. Y honraría la memoria de un autor al que debemos muchas de las fotografías que quedan del Madrid antiguo, aquel en el que la Puerta de Toledo todavía formaba parte de una cerca que rodeaba la ciudad o el que albergaba jardines en la Plaza Mayor.

“Sin duda es el fotógrafo documentalista más importante del XIX en España”, asegura Juan Miguel Sánchez Vigil, director del citado grupo investigador de la UCM. Tanto por su enorme producción fotográfica como por su extensa labor a lo largo de todo el territorio nacional, que recorrió produciendo una colección de vistas detalladas de edificios y ciudades del norte y sur peninsular. Incluso dio el salto a Portugal.

Laurent montaba catálogos para vender todas estas fotografías, algo muy novedoso para la época, que acabaron distribuyéndose por diferentes capitales del viejo continente, convirtiéndose en difusores de la cultura española en el resto de Europa. En ellos incluía también imágenes de obras del Museo del Prado, del que era fotógrafo oficial. Su primer estudio lo ubicó junto al Congreso de los Diputados, por donde pasaban políticos, intelectuales o aristócratas, de quienes tomaba retratos. “Tuvo una personalidad arrolladora”, comenta Sánchez Vigil, quien explica que el fotógrafo ideó un formato político al que ahora estamos acostumbrados pero que en su momento resultó una innovación: una imagen grupal del presidente acompañado de sus ministros. Acababa de hacer la primera foto de un gobierno en España.

La foto es de 1869, un año después de la revolución de 1868 y con Isabel II fuera del trono. Para Laurent era trabajo y no hacía distinciones políticas. De 1861 a 1868 había sido fotógrafo oficial de la reina. Todo el que era alguien en Madrid o aspiraba a serlo quería contar con un retrato suyo o con las famosas tarjetas de visita de Laurent, decenas de copias de un tamaño de 6x10 centímetros que hacía a partir de una fotografía del interesado.

Sus innovaciones también vendrían por la parte de la técnica. Inventó junto a Martínez Sánchez un papel fotográfico llamado leptográfico, más resistente que el que hasta entonces se usaba y que hacía que la imagen perdurara más en el tiempo y presentara un mayor lustre.

El legado de Laurent en el Madrid de hoy

Los trabajos de este francés afincado en la capital desde los veintisiete años sirvieron para retratar el aspecto que tenía Madrid en el siglo XIX y también su sociedad, pero también siguen resultando útiles hoy en día. Su enorme producción fotográfica ha dejado el conjunto documental más rico que existe para la reconstrucción histórica de la capital. Las imágenes de J. Laurent (como solía firmarlas) suponen de gran ayuda para arquitectos que acometen reconstrucciones históricas.

También tienen utilidad “excepcional” a nivel antropológico y etnográfico, para constatar el aspecto y las costumbres de las gentes de aquella época. Sánchez Vigil relata cómo sacó a todos los invitados a la boda de Alfonso XII, muchos de ellos ataviados con los vestimentas regionales de todas las partes de España. Las fotografías se conservan en el Museo del Traje. No son ni mucho menos las únicas muestras de un trabajo que llena archivos de instituciones culturales en toda Europa: solo el Instituto del Patrimonio Cultural de España cuenta con más de 12.000 negativos originales, agrupados en el Archivo Ruiz Vernacci. Algunos de ellos están disponibles para cualquier ciudadano en la fototeca de esta institución estatal.

Las fotografías de Laurent han servido a este mismo periódico para ilustrar sus informaciones sobre la historia de la Puerta del Sol y han inspirado incluso un Premio Planeta, el de Javier Sierra, escritor que apoya que Madrid recupere la memoria del fotógrafo. “Las imágenes que tomó en el entorno de la Puerta de Alcalá y del Retiro me sirvieron para construir El fuego invisible, que está centrada en la zona alta de este parque”.

Para Sierra, “la materia prima con la que escribimos los escritores es la memoria y todo lo que sea rescatarla, especialmente de un lugar como Madrid, me parece que es fundamental”, dice explicando su apoyo a recuperar “la memoria maltratada” de Laurent.

En manos de la Comunidad de Madrid

La concejala y portavoz del PSOE, Mar Espinar, es una de las políticas que más se ha implicado en esta causa: hizo su primera visita a la tumba de Jean Laurent en el año 2020. “Desde el Grupo Municipal Socialista hemos apoyado y acompañado a la Fundación Anastasio de Gracia y al Grupo Fotodoc en diferentes actos y acciones que tratan de visibilizar el legado del destacado fotógrafo del XIX”, apunta en declaraciones a Somos Madrid.

“Confiamos en que el cambio de nombre del CEIP Quevedo se haga efectivo dada la vinculación evidente de Jean Laurent con el edificio y que la Comunidad de Madrid no ponga ningún impedimento. La capital debe mucho a Laurent y a otros tantos creadores y artistas que deberían ser reconocidos por nuestra ciudad y que se mantienen en muchos casos en el olvido”.

Si la votación de este jueves en el Pleno de Retiro es favorable, solo quedará que el Gobierno regional apoye el cambio de nombre y dé continuidad al homenaje que los propios alumnos del centro le profesaron al fotógrafo que tuvo en lo que ahora son sus aulas las salas de revelado. “Lo importante en este caso, como en otros anteriores, es que la sociedad civil, acompañada de académicos y de asociaciones, ha comenzado un proceso imparable que estoy segura que obtendrá buenos resultados y que permitirá que conozcamos más a ese gran fotógrafo francés que acabó enterrado con nombre español”, confía Mar Espinar.

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