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ENTREVISTA ESCRITORA

Ana Flecha Marco: “Muchas mujeres de distintas edades hablan con sus amigas de convivir cuando sean mayores”

Ana Flecha Marco.

Carmen López

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No es extraño que en una conversación entre amigas surja el tema de vivir todas en la misma casa, compartiendo espacios y cuidados, una vez alcanzada la tercera edad. Según datos del INE de 2019, en España más de dos millones de hogares unipersonales pertenecen a personas mayores de 65 años, de las cuales el 72% son mujeres. La soledad no escogida no es una perspectiva muy agradable y no todas las personas tienen los recursos suficientes para escoger una residencia de ancianos a su gusto o apoyo familiar. Así que la idea de compartir baño, salón y cocina con gente a la que se aprecia parece mucho más agradable, al menos en teoría.

En ese escenario se desarrolla la trama de Piso compartido, la novela de Ana Flecha Marco (León, 1986) que acaba de reeditar la editorial Mr. Griffin. La joven protagonista aparece sin saber cómo en la vivienda de unas mujeres mayores y se queda a vivir con ellas, sin una explicación que tampoco parece necesitar. Como si fuese un nuevo personaje de la serie Las chicas de oro pero con guion de Carmen Martín Gaite y banda sonora de Vainica Doble.

Ana Flecha Marco ha hablado con elDiario.es acerca de este libro que contribuye aún más a reforzar el pensamiento de una vejez junto a amigas. Aunque se quede en una fantasía, siempre será mejor que imaginar problemas o tristeza.

Piso compartido se publicó en 2018 en Bombas para Desayunar ¿Qué ha hecho que se publique de nuevo en otra editorial?

Piso compartido se publicó en 2018 en Bombas para Desayunar, que edita principalmente fanzines. Hicimos una tirada muy cortita, con una cubierta chulísima ilustrada y diseñada por Elena Éper. Se agotó enseguida, así que lo reimprimimos. La distribución de esas dos primeras tiradas era muy limitada: a través de la web, en algunas librerías amigas, como Molar o Mujeres y compañía en Madrid y Fatbottom en Barcelona, y en festivales de fanzines como el Pichi Fest.

En 2020, publiqué Dos novelitas nórdicas en la colección Mrs. Danvers de la editorial leonesa Mr. Griffin. Además de una novela corta inédita, Historia de Ø, el libro incluye Mancha, una novelita que había salido en Bombas para Desayunar en 2016. Entonces ya habíamos hablado de la posibilidad de reeditar Piso compartido para que pudiera tener algo más de recorrido que el que tuvo en su día. Y eso hicimos. El libro es el mismo, solo que un poco más esbelto y en tapa dura. El diseño de cubierta, contra y guardas son de Laszlito Kovacs

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¿Cómo nació Piso compartido? ¿Cuál fue el germen?

Me da un poco la risa cuando me hacen esta pregunta, porque la respuesta es que Piso compartido nació a través de un sueño. No soy nada mística, no va por ahí el asunto, pero tengo sueños muy elaborados y una noche soñé el primer capítulo de Piso compartido, ese extrañamiento de llegar a un lugar y no saber por qué. Ahí estaban las señoras con sus ahuecados, con sus labores y con sus tacitas hablando de temas interesantes y muertas de risa todas. A la mañana siguiente lo escribí. No sabía qué haría con ese escenario tan peculiar. En un principio iba a quedarse en un cuento, pero con el tiempo se me fueron ocurriendo cosas que podrían hacer y decir esas señoras, me sentía cómoda en su compañía y así fue como escribí el resto del libro.

¿Por qué llega al piso la protagonista?

Esa es una de las muchas incógnitas que el libro no nos resuelve, ya lo siento. Creo que la tendremos que dejar abierta a la interpretación de los lectores. O en manos de los estudiosos de la interpretación de los sueños (socorro).

Un piso compartido entre amigas al llegar a la tercera edad en lugar de una residencia o la soledad en el piso propio parece un buen plan. ¿Cree que sería posible en la realidad?

Para mí la mayor virtud de la literatura es que nos permite imaginar y vivir vidas alternativas, pensar en otros futuros posibles, en otros presentes, en otras formas de hacer las cosas. Muchas mujeres de distintas edades me han dicho que hablan con sus amigas de este tema, de convivir y cuidarse y acompañarse cuando sean mayores. No solo es posible, sino que ya sucede.

Si viviese de verdad en ese piso, ¿qué es lo que más valoraría de esa convivencia?

La verdad es que creo que ya vivo en ese piso, ya convivo con esas mujeres y por eso he escrito este libro. Lo que más valoro de esa convivencia es haberla podido tener en distintos momentos de la vida y en distintos contextos, haber conocido a mujeres mayores majísimas, abuelas propias y ajenas, maestras, profesoras, compañeras y amigas que me han enseñado y me enseñan muchísimas cosas y con las que me lo he pasado y me lo paso estupendamente. Siempre me ha gustado relacionarme con gente de edades diversas, me parece lo mejor de la vida.

En los agradecimientos habla de un deseo: “que las cajas de libros que ahora descansan en el Museo del Traje tengan por fin una biblioteca propia: la Biblioteca de Mujeres”. ¿A qué libros se refiere y qué es esa biblioteca?

La Biblioteca de Mujeres es, como su propio nombre indica, una biblioteca especializada que recoge textos escritos por mujeres y acerca de ellas. No es la única que existe en el mundo (hay bibliotecas de mujeres en Londres, Glasgow y Sydney, por ejemplo), pero es especial, porque es la nuestra.

La biblioteca recoge veinticinco mil libros y gran cantidad de documentos afines —carteles, postales, pegatinas, folletos—, textos feministas, femeninos y misóginos, que forman parte de la genealogía, de la memoria y de la historia de las mujeres en nuestro país. La biblioteca la creó la documentalista y bibliotecaria Marisa Mediavilla en 1985 y desde entonces se le han unido varias colaboradoras, entre las que destaca Lola Robles. Desde 2017 cuenta con un departamento de fanzines a cargo de Andrea Galaxina.

En 2006, la Asociación Biblioteca de Mujeres donó la biblioteca al Instituto de la Mujer, con la promesa de que se le buscaría un espacio propio de consulta y estudio. Sin embargo, quince años más tarde los fondos de la Biblioteca de Mujeres aún descansan en cajas en el sótano del Museo del Traje. Me encantaría que el Gobierno cumpliera la promesa que se le hizo a la Biblioteca de Mujeres hace ya tantos años y que pudiéramos disfrutar de esa parte de nuestra historia que tanto y tan bien han cuidado Marisa y sus compañeras.

Además de escribir, ilustra, hace música en el grupo Ajuar y traduce ¿En qué ámbito se siente más cómoda?

Me siento cómoda en todos y en ninguno, y te lo explico. En las actividades en las que considero que soy más competente, desde un punto de vista canónico, que en mi caso son la traducción y la escritura, sufro más, seguramente porque mi exigencia es mayor. En las que me considero menos competente, a veces me siento menos cómoda por esa falta de competencia, pero a la vez disfruto más, porque me exijo menos y soy un poco más inconsciente, como los niños muy pequeños cuando se acercan a un perro gigante y le tocan el hocico o cuando echan a correr sin mirar atrás. Digamos entonces que vivo en un equilibrio inestable entre el disfrute y las inseguridades. Las inseguridades intento mantenerlas a raya, porque la verdad es que me aburren soberanamente y me dificultan bastante la vida. En mi trabajo diario, que es la traducción, me cuesta un poco más, pero voy aprendiendo.

Actualmente se encuentra lidiando con la editorial Malpaso para que le pague lo que le debe por un trabajo de traducción. ¿Es necesaria una unión más fuerte entre los trabajadores? Por ejemplo, entre los freelances, que suelen estar más desprotegidos. En Ajuar, por ejemplo, tienen letras que hablan del tema.

Lo de Malpaso no tiene nombre. Somos muchísimos los trabajadores, traductores, correctores, escritores y un larguísimo etcétera de colaboradores que les estamos reclamando deudas desde hace años y no solo no nos pagan, sino que no tienen reparos en insultarnos públicamente y en intentar amedrentarnos a golpe de burofax tanto a nosotros como a quienes nos apoyan.

Me cuesta muchísimo entender que un grupo editorial con tantísimas deudas pueda seguir publicando libros con total impunidad. Me entristece muchísimo que los libreros los sigan vendiendo, que los medios los sigan reseñando y que autores reconocidos les confíen sus textos como si aquí no hubiera pasado nada. 

Con respecto a la pregunta de si necesitamos más unión entre los trabajadores: totalmente. Necesitamos conocer nuestros derechos y entender que esos derechos son colectivos. Los autónomos, como dices, estamos muy desprotegidos, por eso es importante que nos informemos y también que nos asociemos. Yo soy socia de ACE Traductores. He aprendido mucho de la asociación, que la hacen mis compañeros, y gracias a ellos me siento muy acompañada. Cantar jotas con la letra cambiada también ayuda, claro.

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