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Entrevista

Christina Rosenvinge: “Un festival sin mujeres no debería tener financiación pública”

La cantante Christina Rosenvinge, en elDiario.es

Laura García Higueras

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“La industria de la música sigue estando dirigida por hombres que programan con lo que ellos se identifican”. Christina Rosenvinge, que lleva más de 30 años de carrera, ha podido ser testigo de la evolución –e involución– de un sector para el que reclama al nuevo Ministro de Cultura, Ernest Urtasun, la revisión de la brecha salarial. La cantautora eléctrica publica su nuevo álbum, Los versos sáficos, en el que ha devuelto la música a los poemas de la griega Safo de Lesbos.

“En contraste con la épica, toda su temática no es la guerra, sino el amor”, describe sobre la artista a la que define como la “precursora de la poesía lírica” y “una cantautora en toda regla”. Su inmersión en su universo le llegó como un encargo para que ideara un espectáculo para el pasado Festival de Mérida, cuyo recorrido culmina con este álbum que presentará el próximo 10 de enero en el Inverfest de Madrid.

¿Quería reivindicar a Safo como parte de la lista de mujeres que no han ocupado el espacio que merecen en los libros de historia?

Sí. Se puede encuadrar dentro de la corriente actual que pretende rescatar el trabajo y, sobre todo, volver a ponerlas en su lugar como referentes que han funcionado durante siglos y que se han perdido. Safo fue tremendamente influyente en su tiempo.

Luego se convirtió casi en un personaje mitológico. Su figura fue utilizada como personaje en un montón de pinturas, de óperas. Ovidio incluso la transformó dentro de sus Heroidas, aunque lo que es más hiriente es que le inventó un suicidio de amor por un hombre, cuando lo que prevalece y destaca en toda su poesía es su querencia por las mujeres. Es posible que fuera bisexual, pero desde luego los poemas que escribió a mujeres son muchísimo más ardientes.

¿Hay algo en esta poeta con lo que se sienta identificada?

Con que la búsqueda de la belleza es una misión muy digna a la que no debemos renunciar. Mi carácter en general es menos hedonista. Soy más de la escuela de Esparta [ríe]. Me han educado para la austeridad y el sacrificio, y tengo que luchar todavía a diario contra ello. En ese sentido, soy poco 'disfrutona'. No me vendría mal ser un poco más sáfica y menos espartana.

Publica Los versos sáficos el mismo año que se cumplen 30 de Que me parta un rayo. ¿Qué tal se lleva con la nostalgia?

Nunca he querido mirar atrás porque es muy peligroso. Cuando empiezas a hacer concesiones a la nostalgia, te conviertes en una artista de nostalgia. Me interesa mucho más estar en el ahora y creo que todavía tengo mucho por hacer. Pero como Que me parta un rayo cumplía 30 años, había una cierta expectativa de que se celebrara y dije: ¿Por qué no? Planteamos volver a tocar esas canciones y fue muy divertido sacarlas y encontrarme conmigo misma. Había un montón de cambios de acordes. No había sitio para respirar entre frase y frase.

Cuando empiezas a hacer concesiones a la nostalgia, te conviertes en una artista de nostalgia. Me interesa mucho más estar en el ahora

En 1989, estando en una posición de éxito con Alex & Christina, decidió dejarlo para apostar por su carrera en solitario. ¿Cómo vivió ese momento?

Fue una decisión instintiva, como todo lo que se hace haciéndole caso a tus vísceras. No podía ser de otra manera. El cuerpo me estaba diciendo que yo no estaba hecha para el mainstream, la relación con Álex se había deteriorado y yo veía un camino por delante que veía posible. Al principio nadie lo veía y tardé un tiempo en convencer a la compañía discográfica. Luego tardé tiempo en hacerme sitio y hacerme fuerte, pero he llegado hasta aquí.

Ha comentado en más de una ocasión que uno de los problemas a los que se enfrentó es que no creyeran que podía componer sus temas.

Que pongan en duda tu autoría me ha pasado a mi y a todas las mujeres. Hasta hace muy poco he oído el: “Es que sabe rodearse muy bien”. Una frase muy maligna. ¿Cómo que sé rodearme muy bien? Atraigo a gente estupenda con mucho talento porque yo también lo tengo. No soy una perversa que sé a quién llamar para que hagan mi trabajo. Pero sí, esa frase la he oído muchas veces respecto a mí y a muchas mujeres. Es una forma de negarte el talento.

¿Han cambiado poco las cosas en 30 años?

A estas alturas nadie va a poner en duda mi autoría de mis canciones. Sería una cosa muy ridícula. Sigue habiendo sesgo. Igual no es tan evidente, pero en el mundo de la música se nota en la contratación. Si analizas los carteles de los festivales y ves la presencia femenina que hay, te darás cuenta de que es muy inferior a la masculina. La industria sigue estando dirigida por hombres y con criterio masculino. Programan con lo que ellos se identifican.

Hay un problema de base que es que las mujeres nos hemos identificado desde el principio con lo masculino porque representaba lo universal. Y lo contrario es un camino por hacer. Tomar a una mujer como tu referencia intelectual o artística sigue siendo algo excepcional. Pregunta a los artistas masculinos cuáles son sus referencias y casi siempre te nombrarán hombres. Si ves lo que escuchan en su casa o leen, hay una gran mayoría de hombres.

Hay una falta de permeabilidad desde un sexo hacia el otro que es muy evidente y afecta a cómo vemos las cosas. Da la sensación de que la música que hacemos las mujeres no va a ser entendida por todo el mundo; razón por la cual muchas mujeres deciden cantar en bragas. Pero ese es otro tema totalmente respetable, que es un caballo de Troya. Si de la única manera que me dejas entrar es en bragas, pues me pongo en bragas para que me escuches. Utilizas tu cuerpo, que es tu arma, porque es el arma que tienes. Es una táctica que está comprobadísima que es muy eficaz.

Pero a las artistas que han decidido exhibir sus cuerpos en sus giras y escenarios, se les ha cuestionado por qué visten o bailan así.

Es absolutamente natural. Si vas al Museo del Prado, para empezar el porcentaje de mujeres en los cartelitos es minúsculo. Pero el porcentaje de mujeres en los cuadros es mayúsculo y probablemente el 60% están desnudas o semidesnudas; y seguramente me estoy quedando corta. Es más del 70%. Esto quiere decir que utilizar la desnudez en las mujeres como arma artística es una consecuencia natural de cuáles son nuestras raíces culturales.

Que la desnudez de la mujer se use como arma artística es consecuencia de nuestras raíces culturales

¿Y esto es reversible?

Se irá compensando. Si piensas en Ed Sheeran por ejemplo, por decir un hombre compositor y que según mi criterio no tiene atractivo sexual. Hay otros muchos que sí lo tienen y la mayoría lo subrayan. Pero los que no, no se molestan si quiera en hacerlo. Y, sin embargo, pueden llegar al número uno. ¿Dónde está el equivalente femenino a Ed Sheeran? Es decir, una mujer que no tenga ningún atractivo sexual o que renuncie totalmente a utilizarlo. ¿Se le va a escuchar? ¿Se le va a respetar? No. Se le va a atacar. Hay millones de ejemplos, ya no solo en el ámbito de la música, sino en otros, donde a las mujeres se les ataca por el físico. ¿Qué podemos hacer? Cada vez somos más y hacemos más ruido. Soy muy optimista con el futuro.

Llevando tantos años de carrera, ¿cómo ha convivido con esto? Le ha generado contradicción, frustración…

No es algo que me quite el sueño, te lo aseguro. Yo estoy aquí porque hago música y hago canciones. Y me gusta mucho hacerlo.

¿Ha cambiado mucho su público desde que empezó?

Es divertido, he tenido de todo tipo. Empecé teniendo uno muy joven, casi niños, en Álex & Christina. Que me parta un rayo fue un disco masivo que gustó a un montón de gente. Como en Mi pequeño animal empecé a complicarme la vida, hacer música más oscura y en discos posteriores más difícil, intimista o experimental, he perdido un público y he ganado otro.

Otro cambio llegó a partir de 2008, que volví a escribir en español y a tocar en directo. Mi hijo pequeño tenía ya tres o cuatro años y pude empezar a tocar en conciertos seguidos. Esta es otra cosa, la maternidad es una gran dificultad, interrumpe sobre todo la vida en directo, que en realidad es de lo que vivimos los artistas. Desde entonces hay un público muy variado en edad y en gustos. No es uniforme. Es algo muy bonito. Me encuentro desde señores de sesenta y tantos a niñas lesbianas de 16 años. Hay un abanico brutal.

La maternidad es una gran dificultad porque interrumpe sobre todo la vida en directo, que es de lo que en realidad vivimos los artistas

¿Habría manera de ayudar a las artistas mujeres que quieran ser madres?

De hecho, cuando me encuentro con otras mujeres por aquí y por allá, siempre me hacen la pregunta: “Y tú, ¿cómo lo has hecho?”. Todas se ven con esta situación de cómo vas a hacer para estar la mitad del tiempo fuera de casa. Yo me pasé 10 años tocando muy poco, eligiendo con pinzas lo que podía hacer, no me iba a más de 200 kilómetros de mi casa porque intentaba volver siempre pronto.

En esos años hice la música más experimental y más rara. La cuestión de desaparecer ha sido siempre un problema. No solo porque no estás físicamente, también estás a cargo de la organización y de los cuidados. Y ya no solo te digo de la maternidad, también tenemos padres y madres mayores. Mi madre era mayor y por suerte yo tengo hermanos mayores que han podido ocupar ese sitio.

Ahora que todo el mundo es hijo único o tiene dos o tres hermanos como mucho, cuando llegue el momento en el que haya que cuidar a los mayores, tampoco las mujeres van a poder ir de gira. ¿Cuál es la solución? Que los cuidados tienen que estar repartidos equitativamente entre los dos sexos.

¿Cuánto le preocupa la IA?

No tengo ni puta idea. Nos estamos recuperando de una y ya nos está cayendo otra. La evolución tecnológica siempre va muchísimo más rápido que la legislación. Cada vez que hay una y cambia el formato, nosotros dejamos de cobrar. Ha pasado desde el principio de los tiempos, cuando Chuck Berry vendía una canción a una persona sin saber que iba a imprimir 50.000 singles y que no iba a cobrar un duro. Ahí es donde empieza el problema, en la distribución de nuestra música, que en este momento es casi gratuita.

Y ahora viene la IA a robarnos nuestras voces. Está muy lejos de imitar todavía a los artistas pero sí que hay herramientas para que tú firmes un contrato con Universal en el que esté el copyright de tu voz, te mueras y te pongan a hacer dúos con todo Cristo cuando ya estás muerto. Éticamente ya… Pero esa tecnología existe. Que se incluya en los contratos está al caer.

Están al caer los contratos en los que firmes que te puedan poner a hacer dúos con todo Cristo cuando mueras

¿No ha pasado entonces todavía?

No lo sé porque yo no he negociado últimamente con una major [una discográfica multinacional]. Hace tiempo que me pasé al mundo indie y lo mío lo llevamos entre tres mujeres y yo.

¿Qué pensaría si le propusieran hacer una canción con un artista fallecido?

Me parece una pesadilla. Un mundo tan espeluznante... Pero no lo pongamos así, pongámoslo como que te gustaría oír las canciones que realmente dejó inacabadas Bowie y que se pueden recrear. Como han hecho con actores que se han muerto y les han puesto en todas las películas. No sé. Es un tema complicadísimo pero en el momento en el que uno deja de tener control sobre su obra, es absolutamente inmoral hacerlo.

Hace poco ha habido cambio de ministro de Cultura, ¿qué le pediría?

La inversión pública tiene que atender a criterios de inclusión. Un festival sin mujeres no debería tener financiación pública. Por una razón muy lógica, si los impuestos los pagamos todos, el dinero de nuestros impuestos debería ir también para todos. Se debería examinar muy de cerca ya no solo que haya mujeres, porque muchas veces las hay, pero no cobran lo mismo. Hay que atender a la brecha salarial.

Aunque yo esté en un sitio un poquito por encima porque tengo mi propia cosa en marcha que funciona sola, mi propio circuito y la gente con la que trabajo; estoy muy en contacto con la generación de mujeres entre 25 y 40 años, que están haciendo cosas increíbles porque hay una avalancha de talento femenino haciendo cosas que no se habían hecho antes. A todas esas mujeres hay que darles espacio y dinero para que desarrollen sus proyectos.

Durante su carrera, no ha tenido reparo en definirse como mujer feminista. ¿Hay más recelo ahora a que una artista diga hoy que lo es respecto a antes?

Cuando en los noventa decía que era feminista la gente me miraba sin entender nada, porque pensaban que una feminista era una señora con bigote que quemaba sujetadores. La cuestión con el feminismo fluctúa. Hay épocas en las que es aceptado y otras en las que hay una reacción en contra. La buena noticia fue 2017, cuando de repente se convirtió en algo masivo. Recuerdo ir a las manifestaciones del 8M en las que éramos cuatro gatos y todas señoras mayores. Y de repente hubo un año en el que todo estaba lleno de chavalas. Atascábamos la Gran Vía y era una cosa muy bonita porque parecía una fuerza imparable.

Luego vinieron las divisiones, pero sobre todo una reacción feroz en contra en la que ya no molaba ser feminista. La estamos viviendo. ¿Qué nos cabe? Resistir y luchar desde una posición práctica, sensata y estratégica. Soy de la idea de que no hay que ir exactamente de frente, porque no vale la pena discutir con idiotas. La razón y el tiempo están de nuestro lado. Creo que las cosas van a acabar cayendo por su peso. Hay que defender las más básicas que se siguen cuestionando una y otra vez, como el derecho al aborto. Y hacer piña, las divisiones nos debilitan.

¿Siente que tiene la responsabilidad de opinar sobre cuestiones más allá de su música por el altavoz que tiene?

Creo que una mujer con una guitarra es feminismo. No tienes ni que abrir la boca. No estás explicando el feminismo, estás haciendo feminismo. Hay cuestiones que se transmiten de una forma mucho más directa. Aunque sí, yo tengo muchas canciones que tienen un trasfondo feminista, creo que lo explica mejor lo que haces en el escenario. Y lo que demuestras que se puede hacer. Demostrar que puedes tener una carrera, pasar la barrera de los 50 y seguir con una guitarra colgada, eso es puro feminismo.

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