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Poner un disco y combatir al fascismo: los clubes de barrio donde la música y el activismo van de la mano

disco antifascismo copia

Francisco Gámiz

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“Lo que es basura para el mercado es un tesoro para mi clase”. Un tesoro que se encuentra en el barrio de Vallecas, en Madrid. Desde hace un año, varios vecinos de la zona, abanderados por este lema, empezaron a reunirse bajo la firme idea de que la música puede ser espacio común. Desde entonces se citan para escuchar álbumes, explicarlos canción a canción y recomendarse artistas. Es así cómo surge el Club del Disco de Vallekas —con K como “elemento identitario de un barrio distinto, organizado y combativo”, según explica su organizador Guillermo Casanova—, en el que reivindican el arte popular como la riqueza de la clase obrera.

Mezclando ponencias, cervezas y debates, el club nace inspirado por otro más veterano en el barrio de Hortaleza, el primer club del disco que fue dando paso a los que posteriormente se crearon en Ourense, A Coruña, Badalona o Ciudad Real. Felipe Correa, que está detrás del Club del Disco de Hortaleza, explica a elDiario.es que “una de las cosas más bonitas es escuchar un álbum por primera vez allí mientras alguien te lo cuenta”. Se reúnen cada jueves alrededor de 25 personas, se sientan en círculo, tienen tocadiscos, bebidas y aperitivos, y dedican la jornada al disco seleccionado.

“En los tiempos que corren, parece que cuando conoces a alguien le intentas convencer de los grupos que te gustan, pero ya no se habla de música”, señala Felipe Correa sobre una de las razones por las que decidió crear el club. Pero, puesto que el arte es político y social, tanto el Club del Disco de Vallekas —situado en la sede del Partido Comunista pese a que sus miembros no tienen por qué simpatizar con este partido— como el Club del Disco de Hortaleza han sufrido ataques por “nazis organizados”, según indica Guillermo Casanova. “Los fascistas no nos dan miedo, al revés, nos animan a encontrarnos y a seguir con la cultura desde abajo”, declaró el Club de Vallekas tras estos ataques.

Miembros del Club del Disco de Vallekas

“Si te mola la música es imposible que seas nazi”, declara Casanova. “Sería completamente contradictorio. Si te mola cualquier tipo de música que se lleve ahora, te vas a ir a los márgenes del imperio y vas a encontrarte con gente de todos los colores, de todas las orientaciones sexuales”, cuenta el organizador. “El antifascismo tendría que ser como el ecologismo, ya que la mayor parte de la gente tendría que sentirse incómoda con el término 'antifascista'. Con este tipo de iniciativas empujamos en esa dirección”, apunta, lamentando que “este fascismo payasesco de los Milei y de los Trump es muy real para los migrantes y las mujeres”.

El organizador del Club del Disco de Vallekas afirma que, “aunque parece que todo es una broma, el daño que hacen al Estado y a las políticas públicas y sociales implica que en los próximos 30 años haya que reparar lo que hacen”: “Hay que seguir organizándose, encontrar muchas maneras de profundizar un sentimiento antifascista que no tiene por qué estar alineado con un partido”. Asimismo, Guillermo Casanova comenta que “vivimos en un mundo muy, muy turbio, donde la información va superrápido y donde las propuestas culturales tienen cada vez una vida menos vigente”.

Siempre ha sido difícil posicionarse, y eso sirve para dimensionar a los artistas que lo han hecho en el pasado.

Guillermo Casanova Organizador del Club del Disco de Vallekas

Aunque la música es un instrumento político, hay una tendencia de no posicionarse por parte de artistas que tienen una plataforma muy amplia y cuyas palabras llegarían a mucha gente. Casanova menciona directamente a Rosalía, de quien, a pesar de alabar su “talento monstruoso”, ironiza con que haya sacado un disco “muy polémico porque habla sobre Dios”: “Dios es un tema irrelevante ahora mismo. ¿Puedes sacar polémicas sobre algo que ni pincha ni corta ni le importa a nadie en realidad? ¿Qué nos importa Dios cuando está habiendo genocidio?”.

“Siempre ha sido difícil posicionarse y eso sirve para dimensionar a los artistas que lo han hecho en el pasado”, explica Guillermo Casanova. “Siempre ha sido difícil ser Víctor Jara porque te matan, pero, por suerte, existen los artistas que sí se posicionan. Siempre molaría que hubiese más, porque, en términos materiales, la batalla cultural está absolutamente descompensada”, añade el también músico. “Cuando ves los presupuestos que manejan los medios de ultraderecha, su capacidad de penetración, sus herramientas y la forma en la que usan la tecnología, ves que ellos tienen muchísima más capacidad de influir en el discurso social y en la narrativa”, reflexiona.

El organizador del Club del Disco de Vallekas cuenta que “la fuerza que siempre han tenido los sectores progresistas para participar en la conversación son los artistas”, de ahí la importancia de que utilicen su voz para hablar sobre temas que preocupan a la gente. “La batalla cultural nos está pegando una paliza. Tampoco quiero ser derrotista, creo que todo son ciclos”, dice Casanova, “pero da la sensación de que ahora mismo hay una hegemonía cultural de la derecha hasta el punto de que Rosalía va por ahí disfrazada de monja”.

El vinilo como distintivo de estatus

En un momento en el que la inmediatez y los algoritmos dominan cada escena artística, Felipe Correa asevera que “se ha perdido lo que es la esencia del disco”: “Los vídeos de TikTok o Instagram son muy cortos, la gente dejó de escuchar discos a escuchar solo canciones, y ahora solo escuchan medio minuto de ellas. Es por ello que uno de los principales objetivos cuando se creó el Club del Disco de Hortaleza fue el de recuperar el ”carácter original de un álbum como concepto en el que las canciones se ponen en un orden porque el grupo o el artista lo ha pensado así“.

Sin embargo, pese a que Correa celebra el auge del formato del vinilo, que está motivando que la gente vuelva a prestarle atención, Guillermo Casanova sostiene que este formato “ahora es muy caro porque se ha convertido en un distintivo de estatus”. “Los que nos aficionamos al disco hace 30 o 20 años, como es mi caso, lo hicimos porque era muy barato. Nadie los quería, entonces los comprábamos muy baratos. Ahora ya se ha convertido en una cosa que te da estatus”, expresa, confesando que “ha sido muy, muy extraño vivir ese proceso de revalorización”.

“También tiene que ver con la esclavitud que supone las tendencias en las músicas populares, porque ser una persona guay implica ser una persona que está enterada de lo último”, afirma el organizador, que declara que a ellos en el club les gusta “rebuscar en la basura y mirar música que no está de moda y que no le interesa a nadie”. “Para eso sirve la cultura, para poder triangular distintas visiones del mundo y ampliar tu mirada. Cuando rebuscas en la basura y buscas en los desechos, te encuentras verdaderos tesoros”, asegura Casanova.

Felipe Correa destaca la importancia de la cultura no mercantilizada, sobre todo cuando los conciertos cada vez son más caros. En el Club del Disco de Hortaleza apoyan la escena underground e incluso invitan a artistas a actuar. Todo es gratuito y “no hay carnet del club, puede venir cualquiera de cualquier zona”. Guillermo Casanova reivindica que, “en ciudades cada vez más hostiles como Madrid, donde los servicios funcionan cada vez peor, los alquileres son cada vez más impagables y la cesta de la compra es cada vez más difícil, la música es algo que consigue tocar mucho a la gente y consigue hacer que se divierta”.

Este sábado, el Club del Disco de Hortaleza y el Club del Disco de Vallekas celebran la segunda Jornada Vecinal del Disco. “Los fascistas se piensan que pueden intimidar a la buena gente de Madrid con el mundo nostálgico y mediocre en el que creen: no entienden la de colores, sonidos, sabores y música guapa que tiene el mundo apabullante que existe en nuestros barrios, y que hacemos cada día con buen rollo, trabajo, valentía, solidaridad y temazos”, han anunciado en redes sociales. Tendrá lugar a partir de las 12:00 horas en El Espacio (C/ Sierra Carbonera, 32) y durará todo el día para, como apunta Felipe Correa, “unir la pasión y el gusto por la música y que nos alimentemos los unos a los otros de ideas”.

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