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Qué no daría Cat Power por ser normal

Chan Marshall AKA Cat Power

Luis J. Menéndez

Chan Marshall visitó nuestro país por primera vez en 1995. Era una de esas giras con las que tantos grupos de rock norteamericanos se foguean por Europa en busca de un reconocimiento que nunca va a llegar: comer frío, dormir en sofás, y dejar atrás ciudades que no hay tiempo para conocer. Acompañaban a Cat Power otras dos bandas, Guv'ner y Butterglory, que se ajustan a la perfección a ese retrato de perdedores vocacionales a los que se olvidará con el tiempo.

Sin embargo, y aunque no muchos de los asistentes a esos conciertos lo sabían entonces, aquel tercer álbum de Cat Power, What Would The Community Think, publicado por el popular sello Matador y respaldado por el Sonic Youth Steve Shelley (enrolado también como batería en la gira), empezaba a convertirse en un pequeño éxito entre la comunidad indie neoyorquina, premonición de algo mucho más grande.

Más o menos por aquella época Chan también daba que hablar por su relación con otro de los jóvenes valores de la música norteamericana, Bill Callahan, la primera de las comidillas que han salpicado la carrera artística de la cantante de Atlanta. Pero allí, ocupando discretamente una esquina del escenario, apenas nada dejaba entrever esa fragilidad disfrazada de excéntricas puestas en escena que ha terminado caracterizándole. Si acaso, aquellos atentos a las letras de canciones como In This Hole o The Coat Is Always On pudieron adivinar la infancia difícil de esta hija de un matrimonio roto que apenas conoció a su padre -músico de blues, por cierto-, que mantuvo siempre una relación complicada con su madre y creció sin echar raíces por el trabajo itinerante de su padrastro. La muerte por sobredosis de uno de sus primeros novios tampoco debió ayudar a mejorar las cosas.

A propósito de su implicación en el proyecto educacional para chicas School Of Doodle, Chan comentaba hace un tiempo lo siguiente sobre el contexto social en el que creció: “Durante mi adolescencia acudí a diez colegios públicos en tres Estados diferentes del Sur de EEUU y viví de primera mano la segregación que en este país se hace de los que tienen menos recursos económicos excluyéndoles de los mejores colegios. Una joven del Sur se enfrenta a un temario regido por la ética religiosa y los roles domésticos de la mujer de la postguerra y necesitan protección para desarrollarse a sí mismas como mujeres con poder. La sociedad está fallando al no alentar los derechos de las adolescentes o respetar su cuerpo, mente e intelecto, y lo más importante, el derecho a tener su propia voz”.

Rock'n'roll animal

Rock'n'roll animalEchando la vista atrás y tirando de experiencia personal, volví a encontrarme en persona con Chan Marshall ocho años más tarde en una ronda de entrevistas a propósito del álbum You Are Free (2003). Creo que todos cuantos participamos en aquella promo guardamos nuestra propia anécdota al respecto. En mi caso la entrevista se convirtió en un divertido y esperpéntico naufragio provocado por la incomunicación de un torpe periodista empeñado en hablar del disco y una artista a la que tan sólo le motivaba gritar a los cuatro vientos su sufrimiento por los males del mundo.

Es una dicotomía que ha caracterizado la carrera de Cat Power: ella, la artista hipersensible, la que ha cantado sus miserias personales para contarlas después abiertamente en entrevistas a corazón abierto, busca en realidad desde su privilegiada posición ejercer de voz universal y fraternal que nos una en una suerte de post-hippysmo sanador. Cualquiera que siga su actividad por las redes sociales -Instagram, en concreto- podrá acusarle de todo menos de no tomarse en serio o no involucrarse en cualquier causa justa.

Más o menos por esa época tuvieron lugar también en nuestro país algunas de sus ya famosas “espantás” sobre el escenario. En Clamores, en un ambiente bastante íntimo, entraba y salía del escenario, lanzaba un órdago a las primeras filas “por la forma en que la miraban”, se derrumbaba sobre el piano a mitad de una canción o se lanzaba entusiasmada a interpretar una versión siempre según sus propias normas en la que es, por cierto, una de sus especialidades que ha llegado a tener reflejo en dos álbumes: The Covers Record (2000) y Jukebox (2007).

Tampoco había que tener estudios de psiquiatría para saber que algo estaba pasando, aunque por si había alguna duda ella misma se encargó de dejarlo claro: los episodios de depresión, alcoholismo y abusos con las drogas habían convertido su vida en una enloquecida montaña rusa y durante un tiempo Chan Marshall fue posiblemente la apuesta peor pagada en una supuesta porra por el nombre con más probabilidades de convertirse en el próximo mártir del rock’n’roll. Antes de transformarse en abanderado de la canción protesta, Nacho Vegas compartió escenario con ella en Oporto en 2003 y recuerda así la experiencia en el libro Cajas de música difíciles de parar:

“Estaba loca. […] Su concierto fue un desastre: creo que no llegó a tocar más de dos o tres temas enteros; los cortaba a la mitad, se ponía a hablar con su técnica de sonido como si no hubiera nadie más en la sala e incluso en una ocasión paró una canción, dijo: ‘Tengo que hacer pis’ y se fue al baño. Tremenda. Hubo gente que se enfadó mucho y pidió que le devolvieran la entrada. Presentó una canción diciendo: ‘Esta se la dedico a alguien que está teniendo problemas con la heroína’. Casi me da algo”.

Fiestas pijas, ropa cara, estabilidad y... volver a empezar

El inicio de su relación con el actor Giovanni Ribisi (Friends, Avatar, Lost in Translation,…) equilibra la vida de Chan en todos los sentidos. Coincide con dos discos muy celebrados, The Greatest (2006) y el citado Jukebox, en los que el desgarro deja paso a una versión de Cat Power más cercana a los estándares del soul, más “para todos los públicos”: conciertos impecables acompañada de una banda de músicos totalmente profesionalizados y en los que la deriva no se baraja como una opción.

Coincide también con su inesperada transformación en diva de Chanel, dejándose ver en las fiestas más chic de Nueva York de la mano de Karl Lagerfeld. Como guinda a tanta actividad extramusical y explosión mediática, por esa época se deja tentar por el cine con un papel dándole réplica a Jude Law en My Blueberry Nights, la esperpéntica aventura americana de Wong Kar Wai. Visto el resultado final se comprende que esa haya sido su única incursión hasta la fecha en el terreno del celuloide.

Por un momento aquellos que seguimos su trayectoria desde los lejanos noventa pensamos que ese nuevo estatus como icono de la moda había enmudecido a la Chan Marshall músico. Fueron cinco años de silencio discográfico rotos, cómo no, por una nueva hecatombe sentimental expuesta en Sun (2012). “Rompimos y tres días más tarde me corté el pelo, cogí un avión a Francia y terminé el disco”. Suena a parodia de la mujer moderna tal y como podría mostrarse en una serie de HBO, pero así es como ella explicó el fin de su relación con Ribisi y el vínculo de esa ruptura con el que es su último disco hasta la fecha. Un álbum irregular pero que tiene el valor de dejar de lado los ejercicios soul-pop y volver a poner todo su empeño en componer, interpretar y producir unas canciones de marcado tinte personal (“Nunca conocí un amor como éste” arranca el disco por si hubiese alguna duda de hacia dónde apuntan los dardos).

Cuando a finales de 2012 Chan canceló su gira europea y con ella sus conciertos en Madrid y Barcelona, inevitablemente volvieron a aparecerse los fantasmas del pasado. “He sido hospitalizada ocho veces desde el primer ataque, tres días después del lanzamiento de Sun, por un angioedema” comunicó vía Internet. Desde entonces la salud y sus vaivenes han marcado la agenda, lo que no le impidió estar presente en la última edición del FIB y cerrar para este mes de noviembre una gira europea que arrancó hace días con el anuncio de su embarazo.

Ayer en Barcelona, entre golpes de tos y una congestión nasal evidente, volvieron las vacilaciones frente al público, esa imperfección que más allá de humanizar al personaje hace de sus conciertos un espectáculo impredecible. Los que allí estuvieron casi respiran aliviados, mientras que en Cartagena y Madrid, donde hoy y mañana deberían reencontrarse con ella, se contiene la respiración. Es el elemento irrenunciable que ha terminado por definir a Cat Power: ese ejercicio de equilibrismo de quien sabe que todo cuanto le rodea pende de un hilo.

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