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El repentino y misterioso cierre del emblemático Café Comercial

El Café Comercial, ayer lunes con las puertas cerradas

Paula Corroto

A los 23 años, Felipe entró a trabajar por primera vez en el emblemático Café Comercial de la Glorieta de Bilbao, en pleno barrio de Malasaña en Madrid. Era el año 1977 y el señorial local, que servía desayunos –famoso es su chocolate con churros- y comidas desde 1887, según el Archivo de la Villa de Madrid y las crónicas de Benito Pérez Galdós, bullía de escritores, políticos y todo tipo de tertulianos. Como había hecho durante toda su historia convirtiéndose en todo un referente de la crema de la intelectualidad, que cantaba Joaquín Sabina. Felipe había llegado desde su pueblo de Villasequilla, en Toledo y había conseguido el trabajo gracias a una de las dueñas del Café y el encargado de entonces. No sabía que allí, tras la barra y entre las mesas de mármol, se pasaría 38 años de su vida. Hasta ayer lunes cuando, a las nueve de la mañana y sin previo aviso, las dueñas y sus abogados reunieron a los 19 trabajadores para comunicarles que cerraban el local, que podían coger sus cosas y marcharse por donde habían venido.

“El domingo, los jefes nos habían dejado un papelito para que viniéramos hoy a las nueve. Nos han reunido durante dos horas y simplemente nos han dicho que las dos dueñas del café, que son dos señoras de más de setenta años, no querían seguir más con el negocio, y que por eso cierran”, explicaba ayer a este diario Felipe, aún apesadumbrado, ante las puertas cerradas del local. Sólo un pequeño folio pegado en los cristales anunciaba el cierre el 27 de julio –“cese de negocio”– y daba las gracias a todos los que alguna vez –o muchas- se habían sentado en aquellas mesas. Es más, el cierre se había hecho público por un mínimo mensaje en Facebook pasado el mediodía. Un triste adiós para el que era el café más antiguo de Madrid, puro estilo art-decó y patrimonio del corazón de los ciudadanos (aunque fuera privado y estuviera fuera del censo del patrimonio cultural del ayuntamiento madrileño).

La familia Contreras

Las dueñas a las que se refería Felipe son María Isabel Serrataco Contreras e Isabel Contreras, primas hermanas, y la tercera generación de la familia Contreras, propietaria del local. Este había sido comprado en 1908 por Arturo Contreras, quien había llegado a Madrid procedente de Maranchón (Guadalajara) con el fin de abrirse camino en la capital. De hecho, una de las ideas que había barajado había sido la compra del teatro Calderón, pero después se decidió por este café que entonces regentaba un sacerdote, según explicó en una entrevista hace más de diez años, Isabel, una de las herederas de Contreras y perteneciente a la cuarta generación.

Precisamente, quienes ahora llevaban el negocio como gerentes eran Fernando Vera Serrataco y Andrés Jiménez Contreras, de esta cuarta generación e hijos de las dueñas. Y eran ellos los que, como habían explicado en entrevistas sólo hace unos meses, pensaban modernizar el local con nuevos eventos, como por ejemplo los que se realizaban en la planta de arriba. Es por ello que, en los últimos tiempos, el café gozaba de mucha más actividad en las redes sociales, colaboraba habitualmente con ONG como Intermón Oxfam y había sido uno de los precursores de los famosos 'café pendientes', una iniciativa que consiste en pagar un café anticipadamente a alguien que no tiene recursos para ello. De ser el café que quedaría en las rémoras de los hermanos Machado, Jardiel Poncela, Ignacio Aldecoa, Francisco Umbral y tantos otros escritores, parecía haber tomado la senda de un café más cercano al Madrid del siglo XXI.

Un cierre sin explicación

Por esta razón, ayer nadie se explicaba este cierre a cal y canto. “No ha habido rumores de nada. Ni comentarios ni nada. Supongo que sólo lo sabían ellos”, comentaba Felipe, quien tampoco lo aducía a que hubiera bajado la clientela: “En verano siempre se notaba un poco, pero por lo general estábamos trabajando bastante bien”.

A un par de metros de distancia, otro compañero, Antonio, repetía las mismas palabras. A sus 58 años de edad y procedente de Iznatoraf (Jaén), llevaba en el negocio 35 años. “Al parecer querían hacer una reforma, pero les salía bastante cara. Ahora bien, ¡cómo se va a reformar esto si es todo de mármol!”, se lamentaba. La última reforma se había hecho en 1953 y de entonces data el aspecto que mantenía hasta ahora.

Clientes habituales como Maricarmen, que trabaja en uno de los cercanos puestos de la ONCE, o incluso el quiosquero, Rafael, cuyo quiosco se alza enfrente del Comercial desde hace noventa años, tampoco podían explicar mucho más. “Era muy bullicioso, estaba siempre lleno, y la gente era muy sencilla, muy profesional y agradable”, contaba Maricarmen, quien esa mañana se había topado con las puertas cerradas. “Este café ha tenido relevancia hasta la fecha. En las últimas elecciones pasaron por aquí todos los políticos. No había oído nada de que fuera a cerrar”, admitía Rafáel. Maricarmen, por su parte, intentaba hacerse alguna idea: “Cuando se hace algo así parece que quieren esconderse algo, y ese algo se llama dinero”.

La familia no responde

El misterio de este cese repentino crece además porque ninguno de los propietarios dio ayer ningún tipo de explicación. La única versión es la de los trabajadores. Este periódico llamó ayer repetidamente a Fernando Vera sin resultado. También se puso en contacto con María Isabel Serrataco e Isabel Contreras. En la primera casa nadie respondió al teléfono. En la segunda, la contestación fue gélida: “La persona con la que tiene que hablar no está”.

La familia Contreras, que es la dueña de todo el edificio donde se halla el Comercial (número 7 de la Glorieta de Bilbao), vive además en al menos tres de las viviendas. Ayer sólo una mujer, que dijo ser la asistenta, contestó a la llamada de eldiario.es al telefonillo argumentando de nuevo que la señora no se encontraba en la casa. Paradójicamente, pocos minutos después, sobre las tres de la tarde, una ambulancia se detenía a las puertas de la casa y varios enfermeros se adentraban en el edificio para llevarse a una mujer de avanzada edad en camilla al hospital. “Es una de las ex dueñas del local”, confirmó un hombre que la acompañaba pero que tampoco ofreció más datos sobre lo que había ocurrido con el café.

¿Ex dueña? ¿Se ha vendido entonces el Comercial? Ayer los trabajadores no lo sabían. “Aquí nadie nos ha dicho que se ha vendido o se vaya a vender”, indicaba Felipe. Para ellos su principal tragedia ahora es la de cobrar la liquidación. “A mí me han dicho que 14 meses por los 35 años trabajados”, confesaba Antonio. Despido libre. Reforma laboral pura y dura. Todo legal, pero con un regusto muy amargo. “Yo ya tengo hora con un abogado”, añadía Antonio.

Ayer por la tarde, poco a poco, los cristales del Comercial comenzaban a llenarse de recordatorios de clientes habituales. En todos ellos se daba las gracias. Muchos ciudadanos miraban con extrañeza las puertas cerradas porque han sido 128 años de Historia de Madrid. Muchas décadas de quedadas ante esa salida de metro, que no era la de la Glorieta de Bilbao, sino 'la del Comercial'. Ahora el futuro parece incierto. O quizá no. Sólo sus dueñas lo saben.

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