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“Vallecas. Los años de barro”, cómic de una historia voluntariamente enterrada

"Vallecas. Los años de barro", cómic de una historia voluntariamente enterrada
Madrid —

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Madrid, 23 may (EFE).- No hace tanto que el barrio de Palomeras Bajas, en el madrileño distrito Vallecas, era “de barro y mierda, de polvo y con olor a pozo negro”, pero los recuerdos del periodista Rodolfo Serrano han hecho de lo que vivió en sus calles una historia de superación que ha llevado al cómic “Vallecas. Los años de barro” para hacer justicia a una “historia voluntariamente enterrada”.

Con la misma visión que Carlos Giménez tuvo para narrar su vida en “Barrio”, Serrano, este periodista también admirador de Giménez, ha volcado en este cómic ilustrado por Román López-Cabrera sus años de infancia en este barrio de Vallecas que en los años 60 del pasado siglo también fue conocido como “La Rusia chica”, por el gran número de “rojos” que vivían allí.

“Es una historia de superación de un niño de barrio que termina en un periódico”, cuenta a Efe este “joven periodista ya jubilado” que en este cómic publicado por “Hoy es siempre” (editorial creada por su hijo, el cantautor Ismael Serrano) pone voz no solo a su memoria, sino también a la de Enrique, Pepe el bruto, los Mellis, las Maris o Paqui y Luci.

Amigos de su infancia, algunos ya fallecidos, con los que vivió unos años en los que sus casas eran chabolas de suelos de tierra, donde el baño era la calle y donde las corralas, esos patios que compartían todos los vecinos, eran núcleos de vida donde se conversaba, se jugaba a la timba o donde se lavaba la ropa.

Casas sumidas en la pobreza, sin luz ni agua corriente, pero en las que sus habitantes no dejaron nunca de luchar para que la dignidad llegara a ellas.

“El cómic surgió de una manera muy curiosa porque Román López-Cabrera me mandó su cómic 'Historia de una guitarra' y me sorprendió que hiciera un crónica social de España a través de los cantautores. Le llamé y me preguntó si no tenía nada para hacer otro cómic. Y le mandé unos cuentos que había ido preparando, que son éstos, todos reales”, recuerda Serrano sobre el germen de esta crónica social.

Así que ambos se pusieron manos a la obra y a través del personaje de un periodista llamado Carlos (el alter ego de Rodolfo) se va dando paso a unas historias contadas por ese niño que llegó a Palomeras Bajas en 1958, cuando tenía “tres o cuatro años”.

“Hace poco Juan Barranco (alcalde de Madrid entre 1986 y 1989), que vivió por encima del estadio del Rayo, me decía que esta historia la tenían que conocer los niños porque se había perdido la memoria. Lo que cuento no lo vivió la gente que vive ahora en Vallecas, sino sus padres y sus abuelos que sufrieron dolor y sufrimiento, pero con alegría”, explica.

Porque aunque las penas duraban mucho y la sonrisa se iba rápido, este periodista que vivió en la calle Los González llena el cómic de la humedad de esas infraviviendas donde tras la llegada de la luz, los vecinos que tenían televisión la ponían cerca de la ventana para que todos pudieran verla.

“Es un relato solidario y coral y que aunque lo cuente un niño ves cómo se vivía allí, como se ayudaban los a los otros, como las familias recogían a otras personas en sus casas aunque no tuvieran espacio”, apunta.

Pero “Vallecas. Los años de barro” es también es un relato sobre un barrio “marcado por la dictadura” donde la presencia de la policía política era continua en las vidas de algunos vecinos, como en la de Tomás, que era “más rojo que un pimiento” y a quien todos los 1 de mayo se llevaban al cuartel para evitar que participara en la manifestación del Día del Trabajador.

“Este barrio consiguió que por primera vez los vecinos no salieran del barrio, sino que se tiraran las chabolas y se hicieran casas, y lo más lejos que se fueron es a Entrevías, fue la primera vez que se consiguió hacer la cama del enfermo con el enfermo dentro”, afirma.

Sobre el inicio de una futurible segunda parte que se publicará en cómic solo si este “va bien”, asume Serrano, asegura que aún tiene por contar cómo se logró hacer la asociación vecinal que lograría, gracias a la ayuda de los curas Don Baldomero y Don Gabriel Rosón, convertir el barrio en lo que ahora es.

Algo que espera que suceda con lo “más parecido” a ese Vallecas que hay ahora en Madrid, la Cañada Real: “es una pena que en pleno siglo XXI existan barrios así, es desolador”, concluye.

Pilar Martín

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